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Inés Ballester: el cáncer, la vitalidad y el lujo de la actitud


La periodista se sincera con nosotros sobre una de las etapas más agridulces de su vida


Image© Cortesía de RTVE
Luis NemolatoDirector especiales ¡HOLA!
21 de octubre de 2025 - 22:22 CEST

Para Inés Ballester, el cáncer no se libró en una única batalla. Fueron dos. Y en el ínterin, un coronavirus que derivó en una neumonía bilateral que a punto estuvo de llevársela por delante… Habrá quien diga que la periodista tiene una frágil salud de hierro, pero es oírla hablar y saber que lo suyo es actitud. Tan resistente y dura como un diamante, sí, pero también brillante, radiante, deslumbrante como esas piedras que se tasan por caras y quilates. Ése es su mantra: salir a la pantalla, a su Cine de Barrio de RTVE, y que la vean guapetona, contenta, arrolladora… Que la procesión va por dentro, ojo, pero que la telespectadora que padece el cáncer, ya sea ella, o su hija, o su madre, o su hermana, o su mejor amiga tenga un referente. Un referente esperanzador, vital, enérgico, fuerte, profesional… Y con una sonrisa. Porque cuando a ella se lo diagnosticaron, eso no pasaba. Y de ahí, esta entrevista. O su cháchara cuando va al médico a una revisión, o pasea por la calle, o está en el súper y se encuentra con una mujer que lleva su mismo pañuelo tapándole la cabeza y esa misma incertidumbre por el futuro en los ojos. A Inés le nace hablar, acompañar y compartir fracasos y triunfos, porque la esperanza, cuenta, hay días que se pierde y parece que la vida se pone muy muy oscura, pero, hay otros que no, que hay luz. Y se puede ser feliz. Pese a todo. Somos vulnerables. Sí, lo somos. Todos. ¿Qué pasa?

Media Image© Cortesía de RTVE

Inés, cuando uno recibe la noticia de que tiene cáncer, ¿Qué es eso que se te pasa por la cabeza?

Pues mira, sinceramente, mucha gente dice que el cáncer está relacionado con el estado de ánimo. Y sin embargo, en mi caso me pilló en un momento personal que estaba estupenda. En un momento estupendo de todo. De trabajo, de amor…. Y es que además, no tuve ni un solo síntoma, es decir, ni un bultito, ni un dolor de cabeza. Yo me sentía fenomenal. Fue una absoluta sorpresa. Yo era muy seria en hacer las revisiones. O sea que no falté nunca a las revisiones. Incluso, la ginecóloga flipaba un poco: "Si es que es imposible, si te he hecho una revisión hace poquísimo tiempo." Así que, cuando me lo diagnosticaron, reaccioné con la tranquilidad de: "No, no ha sido un descuido mío." Entonces, me lo tomé rollo “chica, pues te ha tocado. El porcentaje es tan bestia que, bueno, ¿por qué no me iba a tocar a mí, no?” Me encontraba muy, muy tranquila y sinceramente pensé en mi hijo. Dices: "Bueno, pues si me ha tocado a mí, que a mi hijo no le toque." 

Instinto de protección y de conservación.

Exacto. Pero luego también pensé: "Bueno, mi hijo ya ha hecho doble carrera, tiene ya los instrumentos como para poderse defender en la vida si es que yo, por lo que fuera, me voy de ésta." Y pensar así me dio una cierta paz. Y luego, sobre todo, lo que sí me preocupó muchísimo fueron mis padres, que ya eran muy mayores. Pensé: "Ahora, ¿cómo les digo yo a esto?" El disgusto que les podía dar. Así que nos fuimos a la playa, a la cala Granadella de Jávea, bajo unos pinos, pedimos una paella, y ya cuando acabamos de comer, dije: "Oye, tengo dos noticias que daros, una buena y una mala." Y mi madre: "Bueno, a ver, primero la mala.". "Pues mira, mamá, es que me tienen que operar del pecho." Y se pusieron los dos a llorar. Mira, una pena que me moría. “La buena es que… nos casamos Juan y yo", porque Juan (Luis de Gauna) vivíamos juntos hacía muchos años, pero no estábamos casados. Y volvieron a llorar los dos. Fue un día muy... emotivo (risas). La verdad es que se lo tomaron con fuerza, con responsabilidad, no me hicieron ningún drama.

Media Image© Cortesía de Inés Ballester

Fueron fuertes.

Les dije que estaba en las manos de los médicos, que iba a salir de esta y que estuvieran tranquilos. Y como me veían que yo estaba con buena actitud, que yo estaba positiva, eso les tranquilizó. Pero es cierto que yo a mis padres no los había visto hasta entonces en ese papel de padres con… un hijo que tiene una enfermedad grave. Porque es muy bestia, es muy, muy brutal tener un hijo enfermo y más, cuando ya son mayores. Hay veces que la persona que lo sufre no sufre tanto como las personas que te quieren. Y yo me he dado cuenta de que mis padres y mis hermanos sufrían más que yo…

¿De qué manera te cambian las prioridades?

Lo primero de lo que te das cuenta es lo importante que es la persona que está a tu lado y tus amigos, y te das cuenta de lo que la gente te quiere, porque en esos momentos... Y ahora ya se cuenta pero ¿antes? Antes yo solo recordaba a Luz Casal que lo había hecho público. Por eso decidí que llevaría una vida lo más normal posible. Es más, después de operarme del primer cáncer, a los diez días me fui a Londres, a las olimpiadas. Porque queríamos ver la final del baloncesto y nos fuimos. Madre mía (risas) Porque tenía al lado a una persona que era también muy dinámica, muy segura, con muchas iniciativas… Así que decidí que la vida seguía.

Media Image© Cortesía de Inés Ballester

Que vivías con fuerza y mirando para adelante.

Sí, sentí que era una persona con más fuerza de lo que pensaba.

¿Te diste cuenta de que eras más fuerte o te sientes más fuerte y más poderosa que antes?

Pues mira, respecto al nivel de dolor, yo tengo una resistencia brutal y yo creo que es de todas las put* que me han pasado. Pero emocionalmente, no (risas). Sigo siendo la misma llorona… Creo que me he hecho más sensible a según qué problemas de otras personas. Es más, yo si veo alguien con un pañuelo en la cabeza, a poquito que se me acerque, yo enseguida le doy cháchara, le doy conversación y le pregunto: "¿Y en qué fase estás?" Hay una cosa que me gusta decirles. Digo: "Si alguna vez estás como más bajita, porque es verdad que hay muchos días de bajón, tú pon la tele y me verás sonriendo. Y entonces te darás cuenta que se puede sonreír y que se puede ser feliz antes, durante y después del cáncer." Y siempre que salgo a la cámara, lo pienso. Que me vean que estoy mona y que se puede. Sí, lo pienso. Hace poco una compañera mía de la tele, se me acercó y me dijo: "En mi casa tú eres alguien muy especial"... Ocurrió que nos vimos en un estreno y ella iba con su madre y me dijo: “Vengo con mi mami al teatro que hoy le acaban de decir que tiene que empezar la quimio." Y estaba la mujer hecha polvo. Entonces, yo le dije: "Mira, tú pones la tele y me ves a mí. Y yo verás que sonrío. Y sonrío porque se puede ser feliz y porque estoy feliz de verdad. Y tú también lo vas a conseguir. Tú no te desanimes. Que yo he tenido los cánceres. Por eso lo sé.”. Total, que mi compañera me lo dijo: "Cuando tú a mi madre le dijiste eso, le diste la vida." Eso para mí es una maravilla. 

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Has aprendido a invertir también la energía en lo importante

Claro, porque al final, cuando uno lo ha vivido, siente toda la empatía por el que lo está viviéndolo en ese momento. Pero también digo que el cáncer no te cambia el carácter, a mí por lo menos. Yo soy igual de llorona y lloro por tonterías, igual que antes, y soy mal genio de entrada... Lo que me ha cambiado más es la actitud, la sensibilidad, la empatía. Y no solo con la gente que tiene cáncer, sino con la gente que tiene otros problemas.

Al final es encontrarte en un problema, en una situación de vulnerabilidad, ¿no? 

Sí, exacto. De vulnerabilidad. Y para salir trampearla hay que inventarse cosas. Yo me inventé... —para la bolsita esa donde tienen los líquidos— ... un bolsito monísimo donde ponía dentro todo lo demás y me iba a comer, de compras… Iba con Juan, mi marido, a la consulta y él decía: "Bueno, ¿y cuándo nos toca hacernos un TAC?" Porque ya éramos uno. Si nos daban malas noticias, nos íbamos a tomar un poco de marisquito. Y si eran buenas, pues también. Lo celebrábamos. O sea, que la actitud es muy importante, pero también quién tengas al lado... Gente vitamina, como le digo yo a Cristina Almeida.

Media Image© Cortesía de Inés Ballester

Tú te rodeaste de gente que te quería todo el rato

Sin duda. De las amigas que son siempre pura energía, de la familia, de Juan, mi pareja que celebrábamos las mismas cosas, que me acompañó a cada una de las 25 sesiones de radioterapia que se dice pronto… . Quien no puede pasar un trance así con alguien querido cerca es un problema gravísimo… Yo recuerdo que a mi, no me apetecía estar en casa, ni recibir a gente y estar explicando siempre la misma historia…  Pero la gente a la que quería estaba siempre, antes, durante y después.. Para todo…

Ese es el verdadero lujo, al final. 

Sí, y que la gente se te acerque con cariño, porque saben que es un momento malo y un momento de dolor.

Media Image© Cortesía de Inés Ballester

Porque al final todos esta enfermedad la hemos tenido cerca… 

Ahí es donde hay que hacer muchísima incidencia para que cada vez sea menos: hay que invertir en ciencia. Y se están haciendo cosas maravillosas para que esas quimios que se ponían antes tan bestias, sean más eficaces y menos dolorosas, porque te podían quitar el cáncer pero te dejaban destruida.

Qué querrías transmitir después de haber pasado dos veces por el mismo trance. Si hay un lema, un karma, un pensamiento recurrente que a ti te ayudó y que quisieras que a otras personas también les sirviera

A lo mejor soy muy pesada y siempre repito lo mismo pero siempre digo que se puede ser feliz antes, durante y después del cáncer. Es verdad que puedes volver a tu vida y ser feliz y hacer tu cosas de antes, tu trabajo, tus aficiones…  Que crees que no, que no se podrá, pero sí.

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¿Se pierde la esperanza?

Sí, claro. Es como una montaña rusa. Hay un día que tienes buenas noticias y tal, y hay días que son malas noticias y dices: "Dios mío, esto está fatal y esto se acaba." Y por eso pensaba en mi hijo, qué iba a ser de su futuro. Pero tampoco le dediqué mucho tiempo. No soy muy morbosa.

¿Y miedosa?

Tampoco. No soy de recrearme en el dolor.

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¿En qué has cambiado?

Pues mira, ahora voy sin sujetador (risas), porque como me han puesto ya las dos prótesis, voy comodísima.

¿Tu relación con tu cuerpo cómo es?

Pues yo creo que, al principio, era peor cuando me lo imaginaba. Ya sabes, el cómo me iba a quedar. Eso sí que me hacía llorar y me angustiaba mucho, porque pensaba que yo no quería salir con una tabla de planchar en la mama. Entonces, encontramos una fórmula de ponerme la prótesis nada más operarme. Y yo ahora me miro al espejo y me veo hasta mona. Me lo han hecho muy bien, pero no me he hecho reconstrucción de areola ni nada, pero me veo bien. Tampoco es que me mire mucho, pero en el espejo me he encontrado hasta su puntito. Además, a mi chico le gusta. Así que, ya estaría.

Hay que celebrarlo. 

¿La vida? Todos los días

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