Rafa Guijosa, leyenda del balonmano español y actual seleccionador nacional de Irán, vive en estos días su partido más difícil. No sobre la pista, sino confinado en un hotel de Teherán, bajo el ruido sordo de las bombas y la incertidumbre creciente de un conflicto que ha convertido su estancia en una pesadilla. A través de varios correos electrónicos enviados tanto a la Agencia EFE como a compañeros del balonmano, Guijosa ha hecho público su desesperado llamamiento para salir del país. "Estoy en una situación muy complicada", escribe el exjugador, de 56 años. Su mensaje no es solo una llamada de auxilio: es un acto de supervivencia.
Desde la capital iraní, y con una conexión inestable que le impide usar redes sociales o mensajería instantánea, Guijosa ha decidido alzar la voz para pedir ayuda. La ofensiva militar entre Israel e Irán ha cerrado el espacio aéreo, inutilizado las rutas marítimas y convertido en una odisea cualquier intento de salir por carretera.
"Salir vía Turquía son 1.300 kilómetros, es un caos de tráfico y muy peligroso. Ir a Dubái o Qatar por barco es un suicidio", escribe angustiado.
Su única vía de contacto: el correo electrónico. Su mayor temor: quedarse sin internet y sin la posibilidad de hablar con su familia.
El exjugador del mítico 'Dream Team' del Barça de balonmano, elegido mejor jugador del mundo en 1999, no está solo. Está en contacto permanente con la Embajada de España, la Federación Iraní, la Española, la Internacional y antiguos compañeros como Carlos Ortega, hoy técnico del Barça. A todos les ha hecho llegar el mismo mensaje: que no le olviden, que cuenten su historia, que presionen para encontrar una vía de salida.
"Necesito que se sepa mi situación… a ver si en cuanto se pueda me sacan de aquí. Lo que sea", ha rogado en uno de sus correos.
Guijosa no reside de forma permanente en Irán, pero se encontraba en plena concentración con la selección cuando estalló la escalada bélica. "Estábamos a ocho horas de Teherán cuando nos avisaron para cancelar los entrenamientos y volver", relata. Desde entonces, permanece refugiado en un hotel donde, según él mismo afirma, está siendo bien tratado. “La Federación Iraní me está cuidando y ayudando en todo. Me alojaron aquí porque era más seguro para mí”.
A pesar del miedo, el exolímpico español —bronce en Atlanta 1996 y Sídney 2000— mantiene la templanza que siempre le caracterizó como jugador. Pero su serenidad no oculta el drama de fondo: vive aislado, en una ciudad al borde del colapso, entre sirenas, humo y rumores de nuevos ataques.
"Hoy ha sido el día más difícil. Han caído bombas cerca y lo hemos notado. Desde mi ventana se ve el humo del ataque a los estudios de televisión", contaba en su último mensaje.
Guijosa ha pedido ayuda al Consejo Superior de Deportes, a la Federación Española, al FC Barcelona y a todo aquel que pueda mover un hilo institucional. El deporte español se ha volcado, pero los caminos están bloqueados. La esperanza se reduce a que la situación se calme lo suficiente para permitir una evacuación segura, con el apoyo de la diplomacia.
Y mientras espera una salida, su grito —calmado pero firme— resuena con fuerza en el eco de la incertidumbre: "Estoy tranquilo, en un lugar seguro… pero necesito que esto se sepa".