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Sí, has leído bien el titular, no hay confusión, los valles pasiegos no son exclusivos de Cantabria, el norte de Burgos tiene los suyos propios, cuatro valles bellísimos y de difícil orografía que durante siglos fueron un territorio de montaña remoto, pero en el que los pasiegos, adaptados a la dureza del clima, encontraron a lo largo de generaciones su forma de vida marcada por la ganadería y la transhumancia de altura. ¿Animados a explorarlos?

 

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ESPINOSA DE LOS MONTEROS

La localidad más importante de la zona y, por ello, la que cuenta con todos los servicios, es la puerta de entrada a los valles pasiegos, cuyo nombre se lo debe a los Monteros de Espinosa, ese cuerpo histórico que tenía el privilegio de velar la estancia de los reyes durante las noches en este punto límite entre Castilla y la cordillera cantábrica. Muestra de la importancia que tuvo la villa en el pasado es su patrimonio monumental, que hay que empezar a descubrir por la plaza de Sancho García, donde está el ayuntamiento, la iglesia de Santa Cecilia, el palacio de los Marqueses de Chiloeches, con su imponente escudo heráldico, y un conjunto casitas típicas con soportales y galerías acristaladas.

 

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Y como la lista de buenos ejemplos de arquitectura montañesa es larga, aquí van más: el palacio de los Fernández-Villa, la torre de los Azulejos, la de los Monteros, la iglesia de Nuestra Señora de Berrueza o los restos del castillo de los Velasco, que fue una imponente construcción defensiva del siglo XV y se descubre dando un paseo por la ribera del río Trueba. En verano, no se puede olvidar el bañador para darse un chapuzón en su piscina natural.

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Para conocer todo sobre el cuerpo de guardia real de Espinosa, lo mejor es visitar el Museo de los Monteros del Rey, y para conocer la tradicional forma de vida pasiega, así como los oficios y elementos que la hicieron posible, el Museo Etnográfico Cuatro Ríos Pasiegos, ubicado en el mismo edificio del ayuntamiento. Una cultura que procede de los pastores medievales que custodiaban estos montes pertenecientes al monasterio de San Salvador de Oña y establecieron un sistema propio de trashumancia estacional llamado muda, que obligaba a las familias pasiegas a trasladarse con el ganado en busca de pastos frescos hacia tierras más altas y cambiar de cabaña en varias ocasiones a lo largo del año, según la meteorología y el estado de los pastos.

 

LAS MACHORRAS

 

Conocedores de la cultura pasiega, lo que toca después es coger el coche y empezar a descubrir su esencia recorriendo los cuatro valles pasiegos burgaleses, los que dibujan los ríos Lunada, Rioseco, Trueba y La Sía, cuyas aguas confluyen en Las Machorras, una minúscula aldea a solo 6 kilómetros de Espinosa, formada en torno al santuario de Nuestra Señora de las Nieves.

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VALLE DE LA SÍA

Los 7 kilómetros de la carretera de montaña BU-571 que lleva desde Las Machorras hasta lo alto del Puerto de la Sía (a 1230 metros de altura) son una verdadera delicia, pues transcurren entre prados verdísimos salpicados de cabañas pasiegas. Su punto final es un mirador en los límites entre Burgos y Cantabria con vistas espectaculares sobre los valles de Soba y el del Asón y, en días despejados, hasta se alcanza a ver el Cantábrico. Para senderistas, desde Espinosa parte la senda circular Barrios de La Sía, de 9 kilómetros y 3 horas de camino, de dificultad media-alta que permite disfrutar de la arquitectura tradicional.

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LOS OTROS VALLES PASIEGOS

Carreteras estrechas y sinuosas o rutas senderistas que siempre acaban en espectaculares miradores permiten descubrir los otros valles: el de Lunada, que suena por albergar la única estación de esquí de la provincia de Burgos, lo recorre la carretera BU-572, y finaliza en lo alto del puerto de Portillo de Lunada, a 1316 metros de altura. El valle de Estacas de Trueba guarda en el camino la sorpresa de la cascada de Guarguero, por la que se desploman las aguas del río Trueba y donde en verano es posible darse un baño. Y el cuarto valle, el de Rioseco, el más desconocido de la montaña pasiega, se alcanza a pie desde Las Machorras tras un recorrido circular de 9 kilómetros. En este viaje por las alturas salen al paso aldeas como Barcenilla, Las Hoyas, Rioseco o La Salceda.

 

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Otros recorridos en torno a Espinosa de los Monteros discurren entre robledales, vegetación de ribera y prados de siega, como el sendero lineal de 11,5 kilómetros (da y vuelta) que asciende al pico Castro Valnera desde el área recreativa de Salcedillo y pasa por el bien conservado conjunto de cabañas pasiegas de pastoreo a sus pies. O la ruta de gran recorrido de los Monteros (GR-1006), que une la villa de Espinosa con Oña y está pensada para realizar en 3 etapas (79 kilómetros)

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Y como base de operaciones para recorrer los valles pasiegos, ningún hotelito con más encanto que Torre Berrueza (torreberrueza.es), una antigua torre del siglo XII rodeada de jardín en el mismo casco urbano que ha sido rehabilitada al detalle por sus dueños Juan Ozaya y Olga Ruiz.

 

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Mucho encanto y una rica cocina tradicional basada en productos de calidad ofrecen también con una excelente atención en su acogedor restaurante, reconocido como Bib Gourmand en la Guía Michelin. Bajo su luz tenue se saborean con placer setas, micuit elaborado en casa, solomillo, queso pasiego…, y para desayunar ibéricos, fruta fresca, mermeladas caseras…

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EN BUSCA DE NUESTROS ANTEPASADOS EN OJO GUAREÑA

Solo 15 minutos separan Espinosa de los Monteros del Monumento Natural de Ojo Guareña, que guarda en su interior un intrincado laberinto de cuevas con cerca de 110 kilómetros de longitud y es uno de los complejos kársticos más extensos de la península. La visita habitual comienza, tras un audiovisual, con un recorrido de 500 metros por la cueva y concluye en la ermita rupestre de San Bernabé, cuyo interior está cubierto por unas curiosas pinturas murales que narran la vida de San Tirso. Más aventura tiene la visita a las espectaculares galerías de Cueva Palomera, por la que se alcanza la Sima Dolencias, una cavidad única a más de 60 metros de profundidad, por la que se precipita una cascada.

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