Hay casas en la playa a la sombra de cocoteros, con piscina infinita que parecen flotar en el mar, otras pensadas para familias, refugios para parejas o en lo más alto del hotel, la suite en la que residió Howard Hugues y lleva su nombre, equipada con una gran colección de libros y películas y vistas 360º. Otras están dedicadas a Colón –con baño de mármol de Carrara y una gran bodega–, a Greta Garbo –la que eligía la actriz cuando sentía la «necesidad de estar sola», inspirada en el Hollywood de los años 30–, y una dúplex con el nombre de Pippa, que simula la cabina de un superyate de clase mundial pero que no da vueltas; tiene vistas incomparables de la bahía desde la cama, ebanistería artesanal y una piscina excavada en la misma roca.
Cruceros de lujo para sibaritas (y soñadores)