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A un paso de Bilbao, exactamente a 13 kilómetros, hay un municipio donde uno puede sacudirse la urgencia de la ciudad para plantarse, de pronto, en una auténtica villa marinera. Se trata de Getxo, a quien muchos identifican con un mero apéndice de la ciudad del Guggenheim.

Nada más lejos. Aquí lo que encontramos son estupendas playas, abruptos acantilados y un primoroso conjunto de casas blancas y calles empinadas que antaño fueron el hogar de pescadores y sardineras. Y también, claro, todo un rosario de tabernas que resultan ideales para salir de pintxos.

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LA IMAGEN MÁS ICÓNICA

Apenas 20 minutos desde Bilbao lleva el trayecto en metro que conduce hacia esta localidad compuesta por cinco barrios y a la que unánimemente se asocia con una imagen: la del Puente Bizkaia (erróneamente conocido como Puente Colgante), catalogado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. 

Y es que, en realidad, es un puente transbordador, del que pende una góndola que transporta vehículos y personas de una orilla a otra de la ría. De Getxo a Portugalete. Más allá de esta función práctica, merece la pena subir a la pasarela, a 50 metros de altura, para contemplar el punto donde el Nervión se funde con el mar.

 

Una ruta para degustar los mejores 'pintxos' de Bilbao

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Inaugurado en 1893, este peculiar elemento (en el que hay quien ve reminiscencias a la misma Torre Eiffel) fue ideado por Alberto de Palacios, el mismo arquitecto que diseñó la Estación de Atocha y el Palacio de Cristal del Parque del Retiro.  Y es, en efecto, el símbolo de Getxo, que lo ve deslizarse cada pocos minutos desde hace 130 años, sin más interrupción que la que le vino impuesta por la Guerra Civil.

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PAISAJE PORTUARIO

Cerca del famoso puente, el último tramo de la ría exhibe el muelle de Churruca, erigido para favorecer la navegación al impedir que los buques encallen en los abundantes bancos de arena con los que cuenta esta zona. Y es precisamente a su autor, Evaristo de Churruca, a quien se dedica una escultura que evoca la victoria del hombre sobre los océanos.

Porque esta construcción de hierro, además de un hito del paisaje portuario, fue crucial para el desarrollo de Getxo. Con ella se dio fin al tedioso trabajo de los llamados lemanes, quienes ayudaban a las embarcaciones a sortear los arenales de la desembocadura del río. Así fue hasta los albores del siglo pasado.

 

Desde Santurce a Bilbao por la orilla de la ría, como dice la canción

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POPULAR Y ELEGANTE

Puertas adentro de la fachada marítima, Getxo se convierte en un barrio abigarrado en el animado Puerto Viejo, que no sólo guarda el encanto de un pequeño pueblo, sino que, además, lleva muy a gala ser la cuna de un trago asociado a la jarana adolescente: el kalimotxo, que nació en estas calles gracias a la idea entonces peregrina de los jóvenes Kalimero y Motxongo (de ellos proviene el nombre): la de mezclar una remesa de vino picado con nada menos que coca-cola. Así surgió el combinado más asequible y canalla.

Pero también el entramado de Getxo guarda un rincón de insospechada elegancia. El que se extiende a lo largo del Paseo Zugazarte, diseñado como un bulevar de tipo inglés en el barrio de Las Arenas, donde la burguesía bilbaína estableció su residencia entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

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MAGNÍFICOS ARENALES

Nada menos que con cinco playas cuenta este municipio. Tres de ellas urbanas: Las Arenas, Ereaga y Arrigunaga, y dos en los alrededores: Gorrondatxe y Barinatxe. Unas más recogidas y otras más abiertas, ideales para practicar surf y parapente. Y todas ellas se cuelan entre las mejores de Euskadi.

Por si fuera poco, desde estos arenales se puede emprender lo que se conoce como La Galea o la ruta de los acantilados. Un impresionante paseo al borde del mar, al que se ha comparado con los bellos senderos costeros de Dover y Normandía. Eso sí, aquí es el Cantábrico el que ocupa el horizonte.

 

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