Los almendros acaparan toda la atención a finales de febrero y principios de marzo, pero este apacible espacio verde de la ciudad, para muchos madrileños todavía un desconocido, también es un escape para cualquier momento del año, porque tiene senderos por los que caminar entre olivos centenarios, pinos carrascos y piñoneros, encinas, cipreses y eucaliptos. Algunos de estos altísimos ejemplares los vemos a la orilla del lago de los Molinos donde nadan los patos alrededor de un surtidor central que eleva el agua a varios metros de altura. Muchos arbustos se encuentran en el camino, desde lirias a artemisas, por eso los aficionados a la botánica tienen también aquí su espacio.
Los jardines más curiosos del mundo para dar la bienvenida a la primavera