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En los alrededores de Aracena, allí donde las dehesas se extienden sin fin y los cochinos pacen a sus anchas, se despliega un buen puñado de pueblitos de postal que bien merecen una escapada. Nos echamos a la carretera para iniciar una ruta que nos lleve a descubrir las maravillas de encantadores enclaves como Higuera de la Sierra, Corteconcepción o Zufre. Un viaje que nos invita a impregnarnos de la esencia serrana que hace, de esta tierra desconocida para muchos, un verdadero paraíso. Un tesoro por descubrir.  

 

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La N-433, carretera que nos conduce hacia el corazón del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche, serpentea entre paisajes de dehesa que cada vez cobran más protagonismo. Son ellos los que, llegados los meses de invierno, se transforman en un cuadro expresionista en el que todas las tonalidades de verde se encuentran presentes. Una estampa que nos acompañará durante todo el camino –o, lo que es lo mismo, durante todas estas líneas—, guiándonos en un viaje colmado de sorpresas. 

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Así, embobados con lo que sucede al otro lado de la ventanilla, alcanzamos sin apenas darnos cuenta Zufre, nuestro primer destino. Conforma esta pequeña localidad onubense un desordenado entramado de callejuelas empedradas que se abrazan con fuerza a sus orígenes islámicos. De hecho, se le conoce popularmente como «la perla árabe», y no nos extraña: a cada paso, un detalle o construcción que nos habla de aquel pasado, cuando Zufre –que significa «tributo»–, fue fortificada. De aquel tiempo quedan aún vestigios de sus murallas y torres, como la de la Harina, de época almohade. 

 

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En las casitas encaladas que jalonan las callejuelas de su casco urbano viven alrededor de 1000 vecinos con los que no es difícil toparse. Es al hablar con ellos, al pasear tranquilamente y sin mirar el reloj, cuando sentimos de verdad que aquí, en este pedacito de edén serrano, la vida transcurre a un tempo mucho más calmado.  

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Paseamos por la plaza del Ayuntamiento para darnos de bruces con la parte más patrimonial. Nos fijamos en el consistorio, que es, según nos cuentan los lugareños, el ayuntamiento en uso más antiguo de toda Huelva. Fue construido en el siglo XVI y en su interior alberga dos sillas que pertenecieron al Tribunal de la Inquisición. A su vera, también de la época, la iglesia parroquial de la Purísima Concepción. 

 

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De tanto en tanto, algunas casas de estilo señorial rememoran los tiempos transcurridos en el siglo XIX y nos acompañan hasta alcanzar la Torre del Alcahuete, uno de los miradores más populares. Nos asomamos sin dudarlo para disfrutar de las vistas que desde él se otean. Ante nosotros, la espectacular sierra onubense, lugar en el que habitan innumerables tipos de aves como el roquero solitario o el halcón peregrino, catalogado como especie estrictamente protegida. Para ahondar en el tema y disfrutar de una jornada dedicada a la ornitología, nada como echar un vistazo a la diversidad de propuestas de Sierra Extreme (sierraextreme.net), empresa de turismo activo especializada en todo lo que acontece en el Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche. Después, será hora de continuar el camino. 

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HIGUERA DE LA SIERRA, TRAS EL RUMOR DEL AGUA

Apenas 30 kilómetros nos separan de nuestra siguiente parada, uno de los pueblos, no nos cabe duda, más bellos de la sierra onubense. De ello nos percatamos en cuanto dejamos el coche a un lado para perdernos, una vez más, por las estrechas callejuelas pintadas de blanco impoluto, esta vez en Higuera de la Sierra. Con el reconfortante aroma a chimenea encendida acompañándonos, nos dejamos conquistar desde el primer minuto. No se debe de vivir mal aquí. 

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Justo al lado, uno de esos lugares que deberían ser declarados monumentos, y no por su valor arquitectónico o artístico, sino por el buen recuerdo que dejan en quienes lo visitan. Se trata del restaurante Jacarandá, un espacio gastronómico en el que las recetas de toda la vida se transforman en una versión más contemporánea gracias al trabajo de Isaac González, su propietario. En el plato, delicias en las que el producto de temporada, pero sobre todo el cerdo ibérico –ya hablemos de solomillo, de presa, carrillera o de patatas con huevos y jamón–, es el rey.  

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A la hora de bajar la comida optamos por una ruta a pie por cualquiera de los senderos que se adentran en el paisaje de la sierra y que parten del municipio, como el Camino de las Tobas, una ruta circular de 7 kilómetros por una zona de formación kárstica repleta de cuevas y oquedades. También podemos, por qué no, visitar otro de sus iconos más populares: la Destilería Martes Santo (destileriasmartessanto.com), una empresa familiar especializada en la producción de licores y aguardientes con más de 150 años de historia, cuenta, además, con su propio museo. Conocer la teoría para, acto seguido, catar el producto, nunca está de más. 

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Pero si hay lugar en Higuera de la Sierra que concentra las bases de lo que la idiosincrasia de los locales se trata, ese es el Museo de la Cabalgata, que homenajea a la centenaria cabalgata de Reyes, una de las más antiguas de España, que viene celebrándose cada 5 de enero por todo lo grande y que atrae a miles de personas llegadas desde todos los rincones de la provincia. ¿Lo más destacado de esta? Que los propios vecinos representan en sus carrozas escenas vivientes de la Biblia. Todo un espectáculo. 

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CORTECONCEPCIÓN, PUEBLO CAMINERO 

Tres palabras –senderos, mosto e ibéricos–, y un sentir –el de pertenencia a un lugar; de identidad compartida– definen brevemente el que es uno de los municipios más interesantes de toda la provincia. Situado en un histórico cruce de caminos para quienes viajaban tanto de norte a sur, como de este a oeste, los orígenes de Corteconcepción se iniciaron en uno de sus dos núcleos poblacionales: el conocido como Puerto Gil. Las primeras familias que aquí se asentaron se dedicaban a la ganadería y a la agricultura, y junto a sus casas permanecen aún hoy muestras de arquitectura popular como la iglesia de San Juan Bautista o el conjunto formado por la fuente, el abrevadero y sus 20 pilas.  

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No demasiado alejado, La Corte –antiguamente se le llamaba corte, por cierto, a las agrupaciones de casas pequeñitas– pasó a llamarse Corteconcepción cuando en el siglo XVI se levantó en su caserío la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Concepción. De los rincones más pintorescos del pueblo es la plaza de toros, que se construyó en forma de anfiteatro aprovechando el desnivel del terreno y es, muy posiblemente, una de las más pequeñas –si no la que más– de España. Tras callejear sin un rumbo fijo nos acercamos hasta el Mirador de los Portales, desde el que las vistas al parque natural, así como a los valles que nos rodean, son inmejorables. Algo más arriba, desde el cerro de la Crucecita, lo que contemplamos nos lleva más allá. El embalse de Aracena y el propio caserío se despliega a nuestros pies.  

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No sabemos si es por tanta belleza, o porque la sierra onubense siempre sugiere sabores ibéricos, pero la cuestión es que el gusanillo por catar algo de la zona nos anima a poner rumbo a Jamones Eíriz (jamoneseiriz.com), uno de los secaderos más populares de toda la provincia que, además, se halla en Corteconcepción. Nos aceramos hasta la fábrica, donde la visita la iniciamos charlando animosamente con uno de los cuatro hermanos que conforman la cuarta generación al mando de esta empresa centenaria. Domingo Eíriz despliega simpatía y carisma tras el mostrador mientras nos pone al día sobre el negocio: con la subida de los precios, y menos bellota a consecuencia del cambio climático, el sector no está pasando por su mejor momento. 

 

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Lo primero que hacemos es dar un paseo por la dehesa para compartir junto a una piara de cochinos algunos ratitos al sol entre encinas y alcornoques. La segunda parte de la visita pasa por adentrarnos en la parte más técnica del negocio: las salas donde se transforma y preparan las carnes, los secaderos de embutidos y jamones y, por último, la sala de catas, nos permiten entender el trabajo que hay tras la calidad de un producto, el jamón ibérico de bellota, que tarda nada menos que cinco años en estar listo.  

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Para bajar tanta emoción gustativa, nos acercamos hasta cualquiera de las bodegas locales para catar el tesoro líquido del pueblo. Corteconcepción es uno de los últimos bastiones del mosto artesanal de la comarca, y prácticamente todo negocio cuenta con uno de elaboración propia. Un par de tragos y estamos listos para seguir. Y lo hacemos con las botas puestas para recorrer una de las muchas rutas senderistas que, entre muros de piedra seca y dehesas en las que retoza el cochino ibérico, nos permiten disfrutar de la naturaleza más auténtica de la sierra onubense. Una de ellas, la de la cascada de los Molinos, ha sido, además, recientemente acondicionada.  

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Ponemos el punto final a nuestro particular road trip en la capital de la comarca: Aracena, con su sorprendente Gruta de las Maravillas y su imponente castillo coronando el blanco caserío, cuenta además con algunas de las propuestas hoteleras más atractivas de la zona.  

 

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Nosotros optamos por el vanguardista Barceló Aracena (barcelo.com), un cuatro estrellas de arquitectura contemporánea que se alza imponente en una ubicación privilegiada: situado frente al casco urbano de Aracena, y con vistas tanto a su castillo como a los increíbles paisajes del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche, logra conquistarnos en cuanto ponemos un pie en su interior.  

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Tendremos que elegir, eso sí, en si optar por una de sus 69 habitaciones, o decantarnos por cualquiera de sus elegantes villas independientes. Aunque en lo que no tendremos dudas será en elegir su spa para relajarnos tras tanto trajín con uno de sus tentadores tratamientos y masajes. Un chapuzón en su piscina interior o, si el tiempo lo permite, al aire libre, será solo la antesala para el festín gastronómico que disfrutar en su gastrobar Jamar: un plato de jamón de bellota 100% ibérico, una carrillera ibérica con puré de boniato o una presa ibérica cocinada al vacío harán que terminemos nuestro viaje, de eso no nos cabe duda, con el mejor sabor de boca. ¡Y que aproveche!  

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