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Grenoble ha dejado paso a la capital de Estonia y ya ejerce como nueva y flamante Capital Verde de Europa, a la que seguirá en 2024 una española: Valencia. De momento, nos quedamos en Tallin para descubrir esta ciudad medieval que, aparte de su calidad de vida y sus méritos ambientales, tiene muchos otros motivos para descubrirla.   

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APUESTA POR LO VERDE 

Estonia es uno de los países europeos más concienciados con el medioambiente y su apuesta por lo verde y el compromiso ecológico ha tenido su premio, el de abanderar este año la capitalidad verde. La implantación de políticas verdes comprometidas con la neutralidad climática, el cuidado de la rica biodiversidad del país, la adaptación al clima, la innovación, el apoyo a la economía circular, la producción de alimentos y la movilidad forman parte de su hoja de ruta. 

 

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EN EL TRANVÍA, GRATIS

Tallin puede alardear de ser la primera capital del continente en ofrecer transporte público gratuito. Así lo decidieron los ciudadanos en referéndum. Desde el 1 de enero de 2016, sus 446.000 habitantes no pagan por subirse al autobús o al tranvía, una tarjeta verde les da vía libre.  

 

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CORREDOR VERDE

Casi un 30% de Tallin son parques y jardines públicos, la mayoría, ubicados alrededor del centro histórico. Un auténtico corredor verde que contribuye a mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Más alejado e ideal para hacer un pícnic en verano, el Jardín Botánico, que ocupa 110 hectáreas de extensión en el valle del río Pirita. También es una delicia darse un garbeo por las playas de Kakumae, Lohusalu y Rohuneeme, muy cerca de Tallin. 

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PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD 

La capital de Estonia no solo es una de las ciudades medievales mejor conservadas de Europa, es también una capital agradable, pequeña y en su casco histórico, Patrimonio Mundial de la Unesco, se combina a la perfección la vibrante vida en restaurantes, bares y tiendas con la historia que desprenden sus antiguos edificios. 

 

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LAS CASAS DE COLORES

Para hacernos una idea de Tallin, nada como subir a la torre del Ayuntamiento, que regala la mejor panorámica de la ciudad. Durante los ocho últimos siglos, la plaza en la que se ubica es el punto de encuentro de vecinos y visitantes. Un bello escenario enmarcado por casas de colores y el edificio municipal que, con buen tiempo, se anima con el ambiente de las terrazas de sus cafés y restaurantes. 

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LA CONSTRUCCIÓN MÁS ALTA DE EUROPA

Durante mucho tiempo, la torre del campanario de la iglesia dedicada al rey Olaf II de Noruega, que luego sería santo, levantado en el siglo XII, fue la construcción más alta de Europa, con sus 155 metros de altura. Superada desde hace tiempo, lo que sí ofrece es una de las mejores vistas de la ciudad. 

 

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POR EL ADARVE DE LA MURALLA 

Tallín ha logrado conservar una gran parte de las murallas que protegían la ciudad. Construidas en distintas fases, entre los siglos XIII y XVI, son en total 2 kilómetros reforzados con torres de vigilancia –como las que enmarcan la Puerta Viru (en la imagen)–, rematadas con tejadillos rojos. Se pueden recorrer por abajo o por el adarve y en algunas de sus torres se ubican museos. 

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LAS CALLES IMPRESCINDIBLES 

Cualquier paseo por Tallin recorre la transitada calle Viru, en la que abren sus puertas cafés, restaurantes y tiendas de souvenirs; el pasaje de Santa Catalina, la calle más bonita del casco antiguo, donde se ubican talleres de artesanía en los que podemos ver a los artistas trabajando; y la empredrada Pikki, conocida como calle Larga, que asciende hasta Toompea, el barrio alto, donde está su gran templo ortodoxo. 

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LA PASTELERÍA MÁS FAMOSA

La casa del Gremio Mayor (Suurgilde Hoone), que acoge el Museo de Historia Natural; el café Maiasmookk, la pastelería más famosa de la ciudad, la sede del Gremio de San Canuto, la Casa de las Cabezas Negras (Mustpeade Vennaskond), la de las Tres Hermanas (Kolmeks Oeks) y el famoso mercado Knit son algunos de los edificios a los que prestar atención.  

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COLINA DE TOOMPEA 

Elevándose sobre la ciudad medieval, esta colina aglutina la mayor parte del barrio alto de la capital de Estonia, donde se sitúan el castillo de Toompea, la catedral ortodoxa –con sus cúpulas con forma de bulbo, una joya arquitectónica Patrimonio de la Humanidad– y la medieval de Santa María, pero son sus dos miradores lo que más se disfruta en este imprescindible rincón de Tallin.  

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LA FARMACIA MÁS ANTIGUA

Quienes estén interesados en la farmacopea, una curiosidad: en Tallin se encuentra la farmacia más antigua de Europa. Se encuentra situada en una de las esquinas de la plaza del Ayuntamiento desde 1422 y mantiene su actividad hasta hoy ininterrumpidamente. Tanta fue su fama que el mismísimo Pedro I el Grande, cuando estaba en su lecho de muerte, pidió que le trajeran remedios de esta farmacia. Entrar en ella impresiona, puesto que su decoración se mantiene fiel a su historia. 

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¿QUÉ ME LLEVO DE RECUERDO?

Lo más típico son los artículos de lana, los encajes, las antigüedades, el cristal, la joyería, la madera tallada, el chocolate o los licores, con la gran ventaja de que los precios son muchísimo más bajos que en los países nórdicos. Y si para recuperar fuerzas, después de una agotadora jornada de compras, apetece probar las especialidades culinarias de la ciudad, no hay que dejar de pedir pirukas, una especie de pastel o empanada rellena de carne, zanahoria o col, las marineeritud angerjas, una anguila marinada y, de aperitivo, keel hernestega, a base de lengua. 

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CÓMO LLEGAR A TALLIN 

Desde España es posible encontrar vuelos directos entre Barcelona y Tallin, con compañías de bajo coste como Ryanair, desde unos 50€. Desde Madrid no existen vuelos directos, solo con escala. Otra opción es volar a Helsinki y de ahí en barco la capital de Eslovenia –el trayecto dura entre dos horas y dos horas y media– y hacer dos ciudades por una. El aeropuerto internacional Lennart Meri de Tallin se encuentra a unos 5 kilómetros del centro de la ciudad. 

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