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SAN JULIÁN DE LOS PRADOS

Bordeando la ciudad, en la zona más urbana, se descubre el más desconocido de los tesoros prerrománicos de Oviedo: San Julián de los Prados, también conocido como Santullano. Tioda, el arquitecto de Alfonso II el Casto, lo levantó entre los años 812 y 842 junto a su palacio extramuros y tiene entre sus méritos ser uno de los mayores de este estilo del mundo y, sobre todo, guardar en su interior el mejor conjunto de pinturas murales de la Alta Edad Media.

 

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MEANDROS DEL NORA

El río Nora dibuja en su tramo final, hasta su desembocadura en el río Nalón, unos curiosos meandros. El mejor lugar para disfrutar de ellos es el mirador situado en la parte más alta del pueblo de Priañes, rodeado arces, castaños, encinas y fresnos. En este entorno no hay que dejar de visitar las termas romanas de Valduno y, sobre todo, la iglesia prerrománica de San Pedro de Nora, a orillas del río.

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EL PICO PAISANO

El monte Naranco abraza Oviedo y tiene en el pico Paisano su cota más alta, a 632 metros de altura. En la cima se encuentra una de las esculturas más significativas de la ciudad: Sagrado Corazón de Jesús, visible desde prácticamente cualquier punto de la capital. Con una panorámica única, el monte también alberga las dos grades joyas del prerrománico asturiano, Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo, así como un centro de interpretación. Para llegar a esta zona a pie se puede recorrer la pista Filandesa y otros caminos senderistas.

 

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CASTILLO DE PRIORIO

Conocido también como el castillo de Caldas, como la parroquia en la que está enclavado y junto a la carretera que va hacia Casielles, una senda peatonal que bordea al río Gafo, afluente del Nalón, acerca a esta singular construcción del siglo XIX, aunque levantada sobre un castillo anterior, con sus dos torres cubiertas de hiedra y semioculto entre los árboles. Es propiedad privada, pero contemplar su estampa y conocer su triste leyenda, que habla de los amores entre la hija del señor del castillo y un paje, merecen el paseo.

 

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HACER UN TRAMO DEL CAMINO DE SANTIAGO

En la catedral de Oviedo comienza el Camino Primitivo, el que inició el rey Alfonso II El Casto en el siglo IX desde este templo que atesora el Arca Santa con reliquias llegadas de Jerusalén, como el Santo Sudario. Como un peregrino más, se puede seguir su trazado por el casco urbano tomando las calles Jovellanos, Covadonga, Melquiades Álvarez, Independencia o La Losa para finalizar, la primera etapa, en Grao. El itinerario jacobeo pasa por Las Regueras y zonas rurales del concejo, como San Lázaro de Paniceres, Llapaxuga o Loriana.

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A 6 kilómetros de la ciudad, tomando la AS-375, se descubre otra de las joyas prerrománicas del concejo de Oviedo. Su origen se remonta al reinado de Alfonso II, entre los siglos VIII y IX. Tiene una única nave y cabecera con tres capillas a oriente y su acceso se realiza por un pórtico triple. Llaman la atención las celosías de sus ventanas y la torre campanario anexa, aunque son posteriores. 

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CASCADAS DE GUANGA

En la bajada del arroyo de Buanga, hacia el río Trubia, estos saltos de agua son uno de los parajes naturales más bellos del concejo de Oviedo. La ruta, breve pero intensa, comienza y termina en el antiguo lavadero de San Andrés de Trubia, localidad en la que hay que dejar aparcado el coche. Este lugar es también la puerta de acceso a los Valles del Oso y a la ruta cicloturista de la Senda del Oso.

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LA VILLA TERMAL LAS CALDAS

En las cercanías de Oviedo, en un pueblecito con encanto en medio del verde paisaje asturiano, se encuentra el balneario histórico de Asturias, una antigua casa de baños diseñada en 1776 por Ventura Rodríguez que es el origen de esta villa termal, cuyas aguas con propiedades mineromedicinales son conocidas desde hace más de dos siglos. El complejo lo forman hoy dos hoteles, un original espacio wellness inspirado en el Panteón de Roma, el centro termal, restaurante...

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LA SENDA VERDE

El Parque de Invierno es un lugar para pasar largas horas, porque tiene un laberinto de laureles, una típica quintana asturiana (en la imagen), piscinas, un palacio para los niños… Es una de las grandes zonas verdes de Oviedo. También es el punto de partida de una senda de casi 8 kilómetros que discurre por la antigua vía del ferrocarril. En el camino, a pie o en bicicleta, se descubre la antigua estación de La Manjoya y, en el último tramo, restos de antiguos molinos y un bosque de ribera. La senda finaliza en la antigua estación de Fuso de la Reina. Si se quiere acortar la vuelta, desde ella se puede volver en tren a la ciudad.

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LAS PELAYAS, DULCES Y GREGORIANO

Las monjas más populares de la ciudad residen en el convento de San Pelayo, cuyo antiguo colegio universitario se ha convertido ahora en una hospedería. En él estas hermanas de clausura benedictinas rezan, cuidan de un importante archivo histórico y también trabajan elaborando su afamada repostería. Pero a las «pelayas» también se las conoce por la tradición medieval de la calenda, el canto gregoriano que llena la iglesia la tarde del 24 de diciembre, cuando cantan el relato de la Navidad.

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BAILARINES, ASTURCONES... Y MAFALDA

Una, dos, tres…, y así hasta 32 esculturas a escala humana adornan el paisaje urbano de esta ciudad, muchas de ellas dedicadas a personajes de especial relevancia en la ciudad. El recorrido puede comenzar en el parque de San Francisco, donde, entre otras muchas figuras, vemos sentada en un banco a Mafalda, o siguiendo por el Oviedo más urbanista en busca de Woody Allen, de la Maternidad de Botero o el Culis monumentalibus situado delante del Teatro Campoamor. Bailarinas, asturcones, leones o lecheras, todas animan a retratarse junto a ellas.

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