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HAYEDO DE OTZARRETA, BIZKAIA

Buscando espacios naturales mágicos y únicos, este hayedo del Parque Natural de Gorbeia parece naturalmente perfecto. Con sus centenarias hayas y el río Zubizabala serpenteando entre ellas. Pero si el espectáculo visual nos deja sin respiración, no menos el sonoro, con el murmullo del agua y el crujir de las hojas caídas al pisar su alfombra otoñal. El puerto de Barazar, a 600 metros de altitud, es el punto de partida para adentrarnos en él.

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SIERRA CEBOLLERA, LA RIOJA

En el rincón más escondido de la comarca de Cameros, Villoslada es la principal puerta de acceso a este espacio protegido como parque natural que, en otoño, regala una excursión maravillosa entre hayedos, los umbríos bosques caducifolios más representativos de este sector de la sierra. El premio, espera al final de la ruta, cuando se alcanzan las singulares cascadas de Puente Ra.

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PARQUE NATURAL DE REDES, ASTURIAS

Alrededor del nacimiento del Nalón se esconde lo más extraordinario de la naturaleza asturiana: huellas glaciares, cuevas, hórreos, pequeños pueblos de piedra, pero también hayedos que, en esta época, nos invitan a perdernos por los caminos de este parque natural. Desde el Centro de Recepción e Interpretación situado en Campo de Caso parten recorridos guiados, como la Ruta del Alba, la más popular, un sendero fácil de 14 kilómetros ida y vuelta que parte de Soto de Agues; o la que recorre el desfiladero de los Arrudos y nos acerca a una de las grandes maravillas naturales de este espacio: el lago Ubales.

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VALLE DEL RONCAL, NAVARRA

Para desconectar y disfrutar de la naturaleza en estado puro, el valle del Roncal, en pleno Pirineo navarro, es un paraíso, y además destino starlight. La villa de Burgui, con sus calles empedradas, casonas y su puente romano, es la entrada a este valle con dos parajes naturales imprescindibles: la foz de Burgui, hábitat de una de las mayores colonias de buitres de Europa, y las balsas de Sasi. También alejados de la masificación, los pueblos de Isaba (en la imagen su puente medieval sobre el Iregua) y Roncal.

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FRAGAS DO EUME, A CORUÑA

Pontedeume es la villa del puente sobre el río Eume, donde muere la Costa de la Muerte y nacen las Rías Altas. Tiene una larga historia, y tiene, ahí al lado, las fragas del Eume, que es uno de los bosques atlánticos de ribera mejor conservados de Europa y envuelve el milenario, solitario y romántico monasterio de Caaveiro.

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PUERTO DE CANENCIA, MADRID

El abedul, esa especie eurosiberiana de corteza blanquísima, lisa y tersa, reliquia de los bosques que colonizaron el Sistema Central durante los días más fríos y húmedos de la última glaciación, es una rareza tal que casi hay que buscarla con lupa. El puerto de Canencia, en la sierra de Guadarrama, esconde una de esas masas notables. Una senda didáctica discurre por la ladera de Mojonavalle, en el entorno del puerto, y zigzaguea por este bosque a lo largo de 5 kilómetros.

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SERRANÍA DE CUENCA

La carretera que desde Cuenca va acompañando el río Júcar se adentra en la serranía conquense, un espacio en el que es fácil encontrar la soledad y que regala una de sus mejores panorámicas desde el Ventano del Diablo, en el kilómetro 23. Nada más relajante que ver desde esta especie de cueva horadada en la roca cómo el río se abre paso por una angosta garganta.

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PARQUE NATURAL SAJA-BESAYA, CANTABRIA

Con sus calles empedradas, sus casonas montañesas con balconadas de madera y amplios zaguanes y el rumor del río Argoza, Bárcena Mayor presume de ser uno de los pueblos más bonitos de España, pero ahí está además el valle de Saja envolviéndolo con su permanente verdor. Un espacio protegido ideal para excursiones otoñales, como la que lleva al mirador de La Cardosa, o la que en esta estación permite asistir al espectáculo de la berrea.

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CASTAÑOS DEL TEMBLAR, CÁCERES

Los cinco castaños monumentales situados junto al arroyo del Temblar, en el pueblo cacereño de Segura de Toro, son de aúpa. Tienen nombre propio, rondan los 800 años y llegan a alcanzar una altura de 25 metros y un perímetro de tronco de casi 8 metros. Si hay una época perfecta para descubrir estos ejemplares centenarios del valle del Ambroz es en otoño, cuando se visten de color.

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