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AÍNSA

La capital del Sobrarbe está en la encrucijada de todos los caminos que llevan al corazón del Pirineo oscense y eso ya es un tanto a su favor, pero es que, además, es un pueblo de piedra impecable, de postal. Solo tiene dos plazas –la Mayor y la del Salvador–, dos calles –la Grande y la Pequeña-, una iglesia románica y un castillo, en uno de los extremos de la villa, pero no le hace falta más, porque solo con esto le basta para ser uno de los pueblos con más encanto de Huesca.

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ALQUÉZAR

Desde el mirador de la carretera se contempla la mejor panorámica de esta villa medieval que rodea el cañón del río Vero. Es la más monumental y mejor conservada de la sierra de Guara y tiene en la colegiata de Santa María la Mayor su monumento más sobresaliente, con un interesante claustro con frescos murales. Superado el esfuerzo de subir hasta lo más alto de Alquézar, hay que pasear tranquilamente por sus calles estrechas con arcadas y después disfrutar del que es el gran centro turístico de la sierra. Porque en Guara hay también roca y agua, y barrancos que son un auténtico paraíso para los amantes de los deportes de aventura.

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ANSÓ

Ansó es un valle pirenaico que hace frontera con Navarra y Francia, pero es también el nombre del pueblo al que da nombre, con uno de los cascos urbanos mejor conservados del Pirineo aragonés, cuya arquitectura rural se basa en materiales nobles como la piedra, la madera y la teja. Y, además, un buen lugar para disfrutar de la gastronomía y la montaña.

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BENASQUE

En el corazón de los Pirineos y a los pies del Aneto, Benasque es una de las localidades de mayor actividad turística del valle del mismo nombre gracias a su enclave, pues en su término quedan las pistas de esquí de Cerler, numerosos picos que superan los 3000 metros de altitud y el Parque Natural Posets-Maladeta. Sus calles conservan este encantador ambiente de montaña, entre las que asoman algunas construcciones de interés, como la iglesia de Santa María la Mayor, el puente medieval, el palacio renacentista de los Condes de Ribagorza y varias casas señoriales.

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BROTO

A las puertas del valle de Ordesa y en la comarca del Sobrarbe, el auténtico encanto de Broto está en su ubicación, en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. El río Ara corre junto paralelo a sus calles, que se agrupan en dos espacios urbanos: el barrio de la Santa Cruz y el de los Porches. Su fortificada iglesia de San Pedro y la cárcel ubicada en una torre defensiva son lo más notable de su patrimonio artístico.

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GRAUS

Palacetes, la basílica de la Virgen de la Peña, puentes medievales, una monumental plaza mayor y rincones agradables llenan el casco antiguo de la capital de la comarca de la Ribagorza. Todo un reflejo de los momentos de esplendor comercial que vivió la localidad entre los siglos XVI y XVII. La villa fue creciendo en torno al barrio de Chos, cuyo laberinto de callejas y mansiones guarda el frescor de los urbanismos medievales.

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HECHO

Una de las joyas de los Pirineos es el valle al que da nombre el pueblo de Hecho, esa coqueta villa de casas tradicionales donde el río Aragón Subordán discurre libremente hasta llegar a la selva de Oza. La capital del valle es un pueblo encantador de calles empedradas con casas tradicionales que llevan hasta la iglesia de San Martín, con un bonito ábside románico. Entre sus casas tradicionales, imprescindibles son las de Gastón, Chilico y Mazo, esta última alberga un museo etnográfico. También destacan las fachadas de las casas Lo Cacho y Urbana. Antes de salir de Hecho, también merecen una visita su puente medieval y su museo de arte contemporáneo Pallar d´Agustín, distribuido por varios espacios de la villa.

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LANUZA

En la orilla izquierda del pantano que le da nombre, Lanuza es el mejor ejemplo de reactivación económica del Pirineo, después de haber quedado abandonado tras la construcción del pantano. En su compacto y pintoresco núcleo de piedra y pizarra, al estilo tradicional del valle de Tena, que sirve de marco al prestigioso festival Pirineos Sur destaca la iglesia del Salvador.

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SÁLLENT DE GÁLLEGO

Casonas de piedra, tejados inclinados de lajas de pizarra, fachadas con escudos nobiliarios y recias portadas. La capital del valle de Tena, a orillas del embalse de Lanuza y al pie de las más altas cumbres del Pirineo, es todo un paradigma del estilo arquitectónico pirenaico, cuyo nombre se lo debe al río que lo atraviesa y salva un airoso puente de piedra. Los que llegan hasta aquí en invierno lo hacen, en su mayoría, para esquiar en la estación de Formigal.

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TORLA

Con la gigantesca pared del Tozal del Gallinero como marco se inicia una de las excursiones más sugerentes por el interior del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, la que lleva hasta el circo de Soaso. Atrás queda una de las imágenes más fotografiadas de toda la cordillera pirenaica: la que ofrece la torre de la iglesia de San Salvador de Torla con el fondo de la imponente mole del Mondarruego cerrando su horizonte.

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