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Es fácil quedarse extasiado con la belleza que derrocha la capital italiana, sobre todo cuando se contemplan sus más importantes escenarios: el Coliseo, el barrio del Trastevere, la Fontana di Trevi… Hoy nos detenemos solo en ellos, porque para recorrerla por completo sería necesario una eternidad.

 

FORO
Justo al Coliseo está el Foro romano, el lugar donde estaban las instituciones de gobierno y religiosas, y hoy vestigios de templos, arcos... A un lado resisten las ruinas arqueológicas del monte Palatino, donde según la mitología se amamantaron de una loba Rómulo y Remo y comenzó a construirse la ciudad. El Foro forma parte del nuevo Parque Arqueológico, el más grande e importante del mundo, creado para preservar los monumentos de Roma, son 78 hectáreas a cielo abierto que abarcan además el Coliseo, el Palatino, la Domus Aurea, el Colle Oppio y el Circo Massimo. 

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PANTEÓN DE ROMA
Sentado en una de las terrazas de la animada piazza della Rotonda se contempla la obra mejor conservada de la antigua Roma, levantada en el año 126 d.C. en el lugar ocupado por el Panteón de Agripa, que quedó destruido en un incendio, y que el Papa Bonifacio IV transformó en iglesia en el siglo VII. Sorprende su arquitectura, con una fachada compuesta por 16 columnas, su forma circular, sus medidas –lo mismo de diámetro que de altura: 43,30 metros– y su cúpula, mayor que la de la basílica de San Pedro. Pero también su interior, donde está la tumba de Rafael, el genial pintor y arquitecto renacentista, junto a las de numerosos reyes de Italia y multitud de obras de arte.

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PLAZA NAVONA
Vista desde las alturas se adivina la forma de estadio de la más elegante de las plazas barrocas romanas, como así lo quiso Domiciano, que la mandó edificar en el siglo I para disputar competiciones de atletismo. Con la fotogénica Fontana dei Flumi en su centro, su mejor imagen la ofrece a última hora de la tarde, cuando la plaza está a rebosar y las obras rivales de Borromini y Bernini quedan envueltas por la atmósfera jovial de sus cafés, restaurantes y bares. La noche, como todo en Roma, también es eterna para los trasnochadores.

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CIUDAD DEL VATICANO
La ciudad papal es realidad un estado independiente, el más pequeño del mundo, pero tan vinculado a la capital italiana que no podía quedarse fuera de este recorrido en imágenes por la Ciudad Eterna. En ella tres visitas dan para pasarse horas y horas: su magnífica plaza y la magnífica columnata que la rodea, la basílica de San Pedro, el edificio religioso más importante del mundo, sede de la Iglesia Católica, y los Museos Vaticanos, donde se encuentra la capilla Sixtina, una obra maestra de Miguel Ángel.

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BARRIO DEL TRASTEVERE
La cara más bohemia de la Ciudad Eterna la ofrece este barrio medieval que queda al otro lado del río Tíber y cuya animada vida gira en torno a la plaza donde se levanta la basílica de Santa Maria in Trastevere. Después hay que perderse por sus estrechas calles adoquinadas con el sampietrini, ese adoquinado negro típicamente romano mientras se va en busca de iglesias medievales como la de San Pedro in Montorio, museos como la villa Farnesia, el palacio Corsini o el Torlonia, puertas y restos de murallas, tiendecitas, terrazas y trattorias que invitan a sentarse hasta llegar a la colina de Gianicolo, que corona el Trastevere para contemplar la panorámica.

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TERRAZA DE LAS CUÁDRIGAS
Las proporciones del monumento a Vittorio Emmanuele II que preside la plaza Venezzia, junto al Campidoglio, sede del Ayuntamiento romano, son impresionantes. Casi tanto como la panorámica sobre la ciudad que regala la terraza de las Cuádrigas, que por algo la llaman Roma dal Cielo. El que fue levantado en plena ciudad antigua en lo alto de la colina Capitolina como símbolo de la unidad del país acoge también en su interior el Altar de la Patria, sobre el que se levanta la estatua de Roma y, a sus pies, la Tumba del Soldado Desconocido, custodiado noche y día por dos soldados. 

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PLAZA DE ESPAÑA
Las horas pueden pasar sin que uno se dé cuenta en esta plaza que, cerca de la Fontana di Trevi, es uno de los lugares imprescindibles de Roma, con su sugestiva escalinata, la iglesia de la Santissima Trinità dei Monti, que la corona la escalinata, con sus dos torres campanario en forma de cúpula, y la admirable Fontana della Barcaccia de Bernini. Para ver, pero sobre todo para bolsillos desahogados, la Via Condotti, que parte de la plaza y reúnen las boutiques de las mejores marcas italianas e internacionales.

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COLISEO
Construido en el siglo I d.C., el Coliseo, ese lugar donde tenían lugar las luchas de gladiadores y espectáculos públicos, es el gran símbolo de la Roma Imperial. Conocido también como el Anfiteatro Flavia y declarado Patrimonio de la Humanidad, además de una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno, hay que rodearlo para entender su magnitud y su presencia, porque después de dos milenios, el mayor monumento de Roma continúa presidiendo la vida cotidiana de la ciudad, con el incansable trasiego de coches y vespas a su alrededor. Una vez visto por fuera espera su interior, donde pisar la arena que pisaron los gladiadores, recorrer sus subtérráneos que llevan al hipogeo o ascender a su tercer anillo para contemplar, desde un extraordinario punto de vista, una vista única del conjunto arqueológico.

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FONTANA DE TREVI
Miles de turistas acuden a diario a esta fuente, la más grande y ambiciosa del barroco, para pedir regresar a la Ciudad Eterna. Y es que solo se podrá volver a ella si se lanza una moneda a las aguas de esta monumental obra escultórica de Bernini. Situada en el cruce de tres calles, marcando el punto final del Aqua Virgo, uno de los antiguos acueductos que suministraban agua a Roma, tiene un frente de cerca de 40 metros, como telón de fondo el palacio Poli y como motivo principal dos tritones guiando la carroza en forma de concha de Neptuno. Fue aquí donde Anita Ekberg se bañó en La dolce vita (1960), en una de las escenas más famosas del cine italiano.

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CATACUMBAS
Eran tiempos difíciles y de persecuciones los siglos del II al V, cuando en el subsuelo de Roma fueron excavadas los kilómetros y kilómetros de galerías subterráneas que lo recorren. Adentrarse hoy en sus oscuros y húmedos pasillos es ir descubriendo este cementerio con filas y filas de nichos en distintos niveles que dieron cabida a los primeros cristianos, que no estaban de acuerdo con la costumbre pagana de incinerar los cuerpos. En Roma existen más de sesenta catacumbas, pero solo cinco se encuentran abiertas al público. Son las de San Sebastián, San Calixto, Priscila, Domitila y las de Santa Inés.

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