Enclavado en la Sierra Norte de Madrid, Buitrago de Lozoya guarda cada diciembre una cita mágica con la tradición: su Belén Viviente, una fiesta declarada de interés turístico. No se trata de una sencilla decoración navideña, sino de una recreación monumental y colectiva, fruto del esfuerzo y entusiasmo de sus vecinos, que transforma el casco histórico en una especie de Judea del siglo I donde, durante cuatro días, cobran vida escenas bíblicas, artesanos, pastores, mercados, animales y vecinos convertidos en actores. Este año, como desde hace 35 años, las murallas medievales, la piedra antigua y el frío de la sierra volverán a integrarse en una escenografía natural que no necesita añadidos.
El Belén Viviente arrancó en 1988, cuando un grupo de residentes decidió llevar a cabo una representación en vivo del nacimiento de Jesús. En su primera edición participaron 80 actores y unas 4000 personas asistieron al evento. Tuvo tanto éxito que, en 1991, se constituyó formalmente una asociación cultural, que permitió comprar atrezzo nuevo, organizar mejor el evento y ampliar su escala.
Con los años la magia fue creciendo. Hoy en día el Belén cuenta con 41 escenas representadas a lo largo de un recorrido de 1300 metros por el casco antiguo. Más de 200 actores, decenas de técnicos y agentes de orden participarán en la puesta en escena, que incluye desde la Anunciación hasta el Portal de Belén, con mercados, oficios tradicionales, pastores, Reyes Magos y escenas de la vida cotidiana de la época, lo más fiel a la realidad. Este año las representaciones serán los días 13, 14, 20 y 21 de diciembre, en dos pases: 18:30 y 20:30. Y el precio de la entrada es de 5 €.
Lo que distingue este belén de otros es el realismo y la inmersión: los actores permanecen en sus puestos, sin moverse, como estatuas vivientes –sin representación teatral dinámica–, lo que aporta solemnidad y un aire de recogimiento mientras los visitantes pasan ante ellos. Las escenas se organizan por el centro histórico, las murallas, la iglesia y las calles antiguas, convirtiendo al propio pueblo en decorado vivo. Un entorno medieval que, acompañado de las luces y el frío de diciembre, logran transportar a un tiempo remoto.
ICONOS ORIENTALES
Pero Buitrago del Lozoya es mucho más que su Belén Viviente. Presume de tener el mejor recinto amurallado mejor conservado de la Comunidad de Madrid y eso es mucho decir. Lo pusieron en pie los musulmanes, aunque luego tuvo sus mejoras y una parte de sus 800 metros de perímetro, el lado sur, se puede recorrer por el adarve, al que se accede desde la plaza del Castillo. La sorpresa no son solo las vistas que ofrece, también la colección armas de asedio medievales que se exponen en él, como si estuvieran listas para cualquier imprevisto. En la esquina sureste de la muralla que rodea el casco histórico se alza el castillo vinculado con la familia de los Mendoza, con torres de formas variadas y un enorme patio de armas central por el que en otro tiempo se paseaban reyes y reinas o el Marqués de Santillana, que tuvo en él su residencia, y hoy se utiliza para fines culturales, no solo el belén viviente, también un festival de música antigua y clásica.
En el siglo XVI, Buitrago llegó a contar con cuatro iglesias, pero hoy la única que se conserva es la de Santa María, que se encuentra intramuros, junto al castillo. En su interior, además de un bello artesonado mudéjar que perteneció al hospital de San Salvador, guarda una singularidad: 26 iconos orientales pintados por la artista búlgara Silvia Borisova, afincada por aquel entonces en la localidad. Cuando esta llegó a España con solo 23 años, sus bocetos llamaron tanto la atención del párroco, que le encargó un pantocrátor ruso que figuraba en un calendario. Tras esta tabla llegarían las que decoran las capillas del Santísimo y de la Virgen de las Flores, que dan a este templo un aire muy ortodoxo.
¿PICASSO EN BUITRAGO?
Caminando por las calles de Buitrago, de repente aparece un museo inesperado con obras de Picasso. Eugenio Arias, el barbero del artista, era vecino del pueblo y cuentan que era la única persona que no hacía elogios de la obra picassiana y de la que el pintor aceptaba críticas adversas sin pelos en la lengua. La amistad entre ambos duró 26 años, desde que se conocieron en la Costa Azul en 1946, y gracias a ella, Eugenio fue atesorando una colección de valiosas obras del genio malagueño para exponer en el museo monográfico que quería crear en su pueblo.
En el sótano de la Casa Consistorial se puede visitar de martes a domingo este conjunto formado por 75 piezas: cerámicas, dibujos, carteles, libros dedicados e incluso una caja de instrumentos de peluquero, de madera pirograbada con escenas taurinas. Un museo más que dedicado al arte, a la amistad.
DE PASEO POR EL ENTORNO
Cuando no hace frío, una experiencia divertida en Buitrago es subirse a una piragua o a una tabla de paddle surf y contemplar la muralla desde las tranquilas aguas del río Lozoya. Ahora, quien busque en este entorno un paseo al aire libre, puede seguir la cómoda senda de las Gariñas, que acompaña a las aguas del río Lozoya hacia el embalse de Puentes Viejas, atravesando un hermoso bosque de pino resinero.
Desde el paseo del río se toma el camino de Mangirón y se camina sin perder nunca de vistas las aguas durante 4 kilómetros. El sendero no está señalizado, pero no tiene pérdida. En cosa de una hora, en la margen contraria, se divisan los restos de la Casa del Bosque, la villa de recreo en la que el duque del Infantado se alojaba los días de caza.












