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Es Tendencia

Lujo, aguas termales y encanto: así es la elegante ciudad de Portugal que conquistó a la realeza


En el norte de Portugal, a pocos kilómetros de la frontera española y envuelta en un paisaje de bosques centenarios, encontramos una pequeña localidad de aire aristocrático que parece haber quedado detenido en el tiempo. Te descubrimos por qué es uno de los destinos más elegantes del país.


Vidago Palace, Chaves, Portugal© Hotel Vidago Palace
2 de diciembre de 2025 - 19:00 CET

Empecemos por situar Vidago, la localidad que comenzó a figurar en el mapa europeo a finales del siglo XIX, cuando se descubrieron las propiedades curativas de sus aguas minerales. Ricas en gas natural y tradicionalmente utilizadas para tratar desde problemas digestivos hasta afecciones respiratorias, estas aguas se convirtieron en un reclamo irresistible para aristócratas portugueses y viajeros del Viejo Continente en busca de bienestar. Su fama, como suele ocurrir con los grandes hallazgos termales, empezó a correr desde ese momento de boca en boca.

Pabellón modernista, Vidago Palace, Portugal© Hotel Vidago Palace

Vidago forma parte de la Ruta Termal del Agua, un recorrido de 46 kilómetros que atraviesa el valle del río Támega y que funciona como una “eurociudad”. Une el norte de Portugal con el sureste de Galicia y permite, casi sin darse cuenta, el patrimonio balneario de Verín, en Ourense, junto con las históricas localidades termales portuguesas de Chaves y Vidago. Un itinerario transfronterizo con el agua como hilo conductor.

La gran transformación de Vidago llegaría en 1910, cuando el rey Carlos I de Portugal impulsó la construcción de un lujoso palacio-hotel para sus estancias en la villa termal que compitiese con los grandes balnearios europeos. Aunque el monarca fue asesinado antes de ver su sueño cumplido, el proyecto continuó adelante y, meses después, el opulento Vidago Palace abría sus puertas. Su arquitectura, su fachada de color salmón, sus jardines geométricos y su salón de baile inspirado en Versalles lo convirtieron en un icono del lujo internacional y hoy ese porte aristocrático lo mantiene (vidagopalace.com).

Hotel Vidago Palace, Portugal
Hotel Vidago Palace, Portugal© Hotel Vidago Palace

UN PALACIO CENTENARIO PARA REYES

Tras décadas de esplendor, decadencia y renacimiento, el Vidago Palace resurgió en 2010 con una rehabilitación que combinó artesanía portuguesa, diseño contemporáneo y respeto absoluto por su herencia histórica. El hotel, que conserva su áurea nostálgica, sigue siendo punto de encuentro de los que buscan relax y los beneficios de las aguas termales.

Hotel Vidago Palace, Portugal© Hotel Vidago Palace

Descubrir su interior es adentrarse en una sucesión de espacios elegantes: lámparas de cristal, mármoles centenarios, salones que recuerdan al glamur de la Belle Époque y habitaciones donde domina un refinamiento sin estridencias. Recorrer sus estancias es como hacerlo por un escenario cinematográfico.

Pabellón modernista de Vidago, Chaves, Portugal© @vidagopalacehotel
Pabellón modernista.
Pabellón modernista de Vidago, Chaves, Portugal© @vidagopalacehotel

AGUAS TERMALES, UN TESORO

Las aguas que hicieron famosa a la localidad siguen siendo, más de un siglo después, su mayor tesoro. Pero ahora se disfrutan en un moderno spa termal, diseñado por el prestigioso arquitecto Álvaro Siza e integrado delicadamente en el entorno natural. Un oasis minimalista, de atmósfera zen donde predomina el mármol blanco que contrasta intencionadamente con el clasicismo del palacio. En este, las aguas carbonatadas emergen a temperaturas constantes y se utilizan en tratamientos que combinan tradición médica y técnicas de bienestar actuales: baños de inmersión, masajes con jets, duchas Vichy… para salir de allí como nuevo.

Jardines de Vidago, Chaves, Portugal© Vector - stock.adobe.com

Junto a las termas se creó a comienzos del siglo XX un entorno natural y botánico que se puede visitar gratuitamente, aunque no estés alojado en él. Un espacio verde concebido como un espacio termal, con árboles centenarios –magnolios, plátanos, camelios, acebos, pinos…–, plantas exóticas, senderos, estanques, lagos y cuatro fuentes históricas ubicadas en pequeños pabellones, llamados buvettes, que permiten probar las aguas minerales donde brotan.

Y si en épocas pasadas, Vidago conquistó a la realeza por sus aguas, ahora conquista también a los amantes del golf, gracias a su campo de 250 hectáreas rediseñado por el británico Cameron & Powell, que alberga campeonatos internacionales y está considerado uno de los mejores del país.

iglesia de Nossa Senhora da Conceição, Vidago, Chaves, Portugal© anammarques - stock.adobe.com
Iglesia de Nossa Senhora da Conceição.

MÁS ALLÁ DEL BALNEARIO

Pero Vidago no es solo un complejo termal: es una localidad pequeña (1800 habitantes), tranquila y rodeada de naturaleza. Si en el pasado llegó a tener 5 grandes hoteles, hoy sus calles muestran la calma de las localidades del norte portugués, con casas solariegas, comercios tradicionales y algún edificio de interés, como la iglesia de Nossa Senhora da Conceição, la Torre del Reloj, la capilla de Santa Eugénia y la Casa Museo João Vieira, que conserva el legado de uno de los mayores artistas plásticos portugueses del siglo XX.

Torre del Reloj, de Vidago, Chaves, Portugal© Jorge Anastacio - stock.adobe.com

La llegada de la línea del ferrocarril en 1910 a Vidago, que conectaba varias localidades del interior de Trá-os-Montes facilitó en aquella época la llegada a los balnearios, y ahora por su antiguo trazado se puede caminar imaginando los trenes que atravesaban los valles del río Támega y del Corgo mientras se disfruta de la naturaleza circundante. Una opción más para esta escapada con esencia aristocrática que continúa ofreciendo lo que la hizo célebre hace más de un siglo: silencio, naturaleza, bienestar y elegancia.

Quien visita Vidago pasa también por Chaves, que queda a 18 kilómetros. La antigua Aquae Flaviae romana, cuyos restos asoman junto a las Termas (termasdechaves.com). Célebre también por sus aguas, que llegan a alcanzar temperaturas de hasta 73 ºC y por su puente romano que salva el Támega.

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