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PREPÁRATE PARA QUE TODO TE SORPRENDA

Japón por primera vez: todo lo que debes saber en tu visita al país del Sol Naciente


Tradicional y futurista, clásico y transgresor, Japón sorprende al viajero en cada una de sus ciudades, pueblos y paisajes gracias a su patrimonio milenario y su fascinante cultura. Esto es todo lo que no te debes perder cuando hagas tu primer viaje al país.


Otoño en Arashiyama, Kioto, Japón© Blanscape - stock.adobe.com
12 de noviembre de 2025 - 14:00 CET

Deja a un lado tus expectativas, porque ya te lo advertimos: jamás has visto nada igual. Por mucho que hayas leído, visto documentales o dedicado horas a redes sociales contemplando las vivencias de otros... Cuando aterrices en Japón te darás cuenta de que, este país insular del extremo este de Asia, es otra cosa.

Y esa es la mejor parte: prepárate para que todo, absolutamente todo, te sorprenda. Te estimule. Te fascine. Desde su lado más tradicional, el que descubrirás mientras paseas relajadamente por las calles de Kioto o ahondas en la historia de la época feudal en Tsumago, al hipnótico bullicio de Tokio, que deslumbra con sus barrios que laten al ritmo de la moda y la tecnología. No falta su lado más espiritual, el que pervive en los monasterios budistas de Koyasan, o los aromas que emanan de los mercados y puestos de la gastronómica Osaka. Antes de iniciar la ruta, aquí van unos detalles que, seguro, te ayudarán a entender mejor este país que te va a maravillar.

Mujer frente al monte Fuji Japón© Getty Images
Female tourist looking and enjoying Mount Fuji at dusk.

PREPARANDO EL TERRENO

Probablemente, en cuanto aterrices en Japón, comiencen a llamarte la atención esos pequeños detalles, de lo más cotidianos, que dejan patente nuestras diferencias culturales. Te darás cuenta de que la sorpresa no está solo en sus templos y paisajes, sino en los pequeños gestos que marcan la vida diaria. Desde el silencio respetuoso en sus metros o trenes hasta la meticulosa presentación de un simple plato de ramen. Aquí todo, absolutamente todo, parece guiado por una delicadeza casi invisible: es la manera de entender la belleza de los japoneses, que abraza hasta el mínimo detalle de la vida. 

Hay un sentido del orden, de la armonía y del respeto que marca el día a día: nadie alza la voz, nadie empuja, y las colas se forman sin que nadie lo indique. Nadie cruza la calle sin cumplir las reglas, y hasta el saludo más breve se convierte en una muestra de cortesía y respeto. Incluso la ausencia de papeleras en las calles —una rareza para cualquiera de nosotros— se convierte en símbolo de esa conciencia compartida: cada persona se hace responsable de sus propios residuos, como una extensión natural del respeto hacia los demás y hacia el entorno.

Tradicional ceremonia del té de Japón© Getty Images/PhotoAlto

Japón enseña que la belleza puede encontrarse en lo sencillo, en la manera de envolver un regalo, en el aroma del té o en la precisión de un gesto cotidiano. Es un país cuyas primeras impresiones permanecen grabadas mucho después de haber regresado a casa. Y, ahora sí, estás preparado: haz las maletas porque te contamos todo lo que no te puedes perder en tu viaje a Japón.

TOKIO, EL FUTURO YA ESTÁ AQUÍ

En la mayoría de ocasiones, el viaje comienza por la capital, esa ciudad que nunca duerme y donde cada barrio es un universo en sí mismo. Desde el popular cruce de Shibuya —donde saludar a la simpática escultura de Hachiko, claro— y las abrumadoras luces de Shinjuku, hasta la elegancia minimalista de Omotesando —los Campos Elíseos tokiotas— y la calma de los templos de Asakusa. Se mire donde se mire, vayas donde vayas, Tokio es pura energía. 

Tokyo, calles en Shinjuku, Japón© Anthony Shaw - stock.adobe.com

Un lugar único en el que se mezclan los sabores del sushi más refinado con los cafés temáticos y las tiendas de gadgets imposibles. No te olvides de dar un paseo por los jardines imperiales, visitar el Santuario Meiji o alucinar con el universo tecnológico —y el del manga— que se despliega por las calles de Harajuku. Vete de compras y diviértete atesorando todo tipo de curiosidades en negocios como Don Quijote, que hace las delicias de todo viajero. Todo para acabar, cualquier noche, cantando hasta perder la voz en cualquiera de sus karaokes o, por qué no, sentado en alguna de las excepcionales barras de sushi repartidas por la ciudad. 

LOS CINCO LAGOS DE FUJI: HORA DE DEJARSE DESLUMBRAR

Antes de nada, aquí va un aviso: el Fuji es a ratos tímido, y a ratos travieso, le gusta jugar a esconderse entre las nubes. Por lo tanto, tener la oportunidad de contemplar su imponente silueta, es, simplemente, cuestión de suerte. Eso sí: si esta se pone de tu parte, vivirás una experiencia única.

Otoño en el lago Kawaguchiko con el monte Fuji, Japón© Travel mania - stock.adobe.com

A los pies del majestuoso Monte Fuji se extiende una de las zonas más bellas y apacibles de Japón: la región de los Cinco Lagos. Formada por los lagos Kawaguchi, Yamanaka, Sai, Shoji y Motosu, este conjunto de espejos naturales ofrece algunas de las vistas más icónicas del volcán sagrado. Por supuesto, cada lago tiene su carácter, así que escoge el que más se adapte a lo que buscas: Kawaguchi es el más accesible y combina hoteles con onsen y miradores fotogénicos; Yamanaka, el más grande, respira un aire familiar y tranquilo, mientras que Motosu, el más profundo, guarda la silueta perfecta del Fuji que aparece en los billetes de mil yenes. Aquí el Japón rural muestra su rostro más contemplativo. Anímate a subir los casi 400 escalones que te llevarán hasta la Pagoda de Chureito para admirar la estampa más bella. O, mejor aún, sube hasta la 5ª estación del Fuji y contempla las vistas de la región desde las alturas. Comprenderás por qué, más que una montaña, este volcán es para los japoneses un símbolo de belleza, equilibrio y espiritualidad.

NARA, LA CIUDAD DE LOS CIERVOS... Y MUCHO MÁS

Cientos de ciervos sika, considerados mensajeros de los dioses, pululan por las calles, templos y parques de Nara en busca del turista de turno que se apiade y les compre unas galletitas en algún puesto ambulante. Son los protagonistas absolutos de la ciudad que, más allá de ser morada de estos simpáticos animales, conserva la esencia del Japón más ancestral. No en vano, fue la primera capital permanente del país en el siglo VIII y aún hoy respira una serenidad casi monástica. 

Ciervos en Nara, Japón© Martin Capek - stock.adobe.com

En el corazón de la ciudad se alza el imponente templo Tōdai-ji, una joya arquitectónica que guarda en su interior al Gran Buda de bronce, una figura colosal cuya sola presencia impone respeto. Por esto, recorrer las calles y monumentos de Nara es lo más parecido a viajar atrás en el tiempo: entre los senderos arbolados del santuario Kasuga Taisha, iluminado por miles de linternas de piedra, o entre los pabellones de madera que se reflejan en estanques centenarios, percibirás la espiritualidad que dio forma al alma japonesa. 

KIOTO, EL CORAZÓN CULTURAL

En cuanto pongas los pies en Kioto, notarás que estás en un lugar diferente, especial. Para empezar, porque aquí los altos rascacielos y los carteles de neón brillan por su ausencia. Pronto sentirás ese pasado aún presente que refleja a cada uno de los siglos en la que fue capital imperial. Una rica parte de su historia que colmó su patrimonio de increíbles monumentos: hasta seis mil templos y santuarios se reparten por su encantador territorio, que ya es decir. Entre todos ellos, el Kinkaku-ji o Pabellón Dorado destaca sobremanera: ver su reflejo en el estanque es pura belleza. También el Fushimi Inari, con sus miles de toriis rojos flanqueando los senderos que se pierden por el monte. 

Kinkaku-ji o Pabellón Dorado en Kioto, Japón© Mumemories - stock.adobe.com

Deberás recorrer, al atardecer, las calles de Gion, en las que, con suerte, podrás ver alguna geiko o maiko —eso sí, importante: por respeto está prohibido hacerles fotos— vestida con su precioso kimono y su singular caminar. Podrás asistir a una de esas tradicionales ceremonias del té, seguir el ritual con máxima atención mientras los tempos y pasos te invitan a pausar. Porque Kioto es, ante todo, una lección de belleza contenida y armonía. Una joya cultural y una de las ciudades, sin duda, más espectaculares de toda Asia. 

ALPES JAPONESES, OTRO MUNDO

Imagina por un momento que viajas al Japón del siglo XVII, cuando el país estaba gobernado por los shogunes Tokugawa y recorrer largas distancias era un privilegio reservado a samuráis, mercaderes y mensajeros del gobierno. Sería una experiencia indescriptible, ¿no crees? En aquella época existían cinco grandes rutas que conectaban Edo —la actual Tokio— con el resto del país, y una de ellas era la Nakasendo, el 'camino del centro de las montañas'. En el recorrido, los viajeros encontraban aldeas donde paraban a descansar, a comer o a dormir, y dos de las más destacadas eran Tsumago y Magome, pueblos que parecen haber quedado anclados en aquel tiempo, conservando la atmósfera y la arquitectura del antiguo Japón feudal. 

hirakawa-go, la aldea japonesa declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.© jpskenn - stock.adobe.com

Sin embargo, si hay una aldea de los llamados Alpes japoneses que conquista a propios y extraños —y que te hará llenar de fotos la memoria de tu teléfono móvil— es Shirakawa-go, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Una aldea de cuento cuyas protagonistas indiscutibles son las casas tradicionales gashho-zukuri, llamada así por sus peculiares tejados, que parecen dos manos unidas rezando. Existe un museo al aire libre en el que visitar algunas de ellas, construidas a partir de vigas de madera encajadas y sin clavos, aunque no hay nada mejor que aprovechar para pasear por el pueblo real y admirar cómo la vida aún se desarrolla en este rinconcito de postal. 

KOYASAN, LA OPORTUNIDAD ÚNICA DE DORMIR EN UN MONASTERIO 

Las carreteras se retuercen hasta el infinito rodeadas de cedros milenarios mientras ascienden hasta Koyasan, un pequeño mundo aparte envuelto en neblina escondido en las montañas de Wakayama. Koyasan fue fundado en el año 816 por Kōbō Daishi, uno de los monjes más importantes de la historia de Japón. Fue él quien trajo desde China una rama del budismo llamada Shingon, una escuela esotérica que combina meditación, rituales y símbolos para alcanzar la iluminación. Él buscaba un lugar apartado, tranquilo y protegido por la naturaleza, y eligió este valle sagrado, rodeado por ocho picos que, según la tradición, forman el loto perfecto, símbolo de la pureza espiritual.

Monges en Koyasan, Japón© JULIA POSSOZ - stock.adobe.com

Sin embargo, lo mejor es que, este peculiar pueblo, acoge un conjunto de más de cien templos que forman una pequeña ciudad monástica, y muchos de ellos, además, ofrecen alojamiento a los viajeros. Es decir, que aquí tendrás la oportunidad de vivir en primera persona la experiencia de dormir en futones sobre tatamis, probar su singular gastronomía, e incluso acudir a la ceremonia de oración a primera hora de la mañana. Si te quedan fuerzas, no dudes en dar un paseo por Okunoin, el cementerio más hermoso que habrás visto jamás. 

OSAKA, ¡HORA DE COMER!

Tercera ciudad del país y corazón económico del oeste, Osaka vibra con una personalidad propia: extrovertida, luminosa y deliciosamente caótica. Sus calles están llenas de vida a cualquier hora, especialmente en Dotonbori: en la zona los neones se reflejan sobre los canales y los carteles luminosos, incluido el mitiquísimo Glico, anuncian un festín de sabores. Porque si hay algo que define a Osaka es su pasión por la comida. Aquí nació el okonomiyaki —una suerte de tortilla japonesa a la plancha— y los deliciosos takoyaki —bolitas de pulpo preparadas al momento en puestos callejeros—. Para disfrutar del festín, nada como acudir al Mercado de Kuromon, un auténtico festival de olores, sabores y colores. Al grito de kampai —¡salud!—, podrás brindar por la vida, por este viaje y por los simpáticos vecinos de Osaka, famosos por su humor y su carácter abierto. 

Cocinanto takoyaki en la ciudad de Osaka, Japón© martinhosmart083 - stock.adobe.com
Cocinanto takoyaki en la ciudad de Osaka, Japón

Pero espera, porque más allá del bullicio, la ciudad ofrece también historia y belleza, ¿o qué te creías? No dejes de admirar el imponente Castillo de Osaka, rodeado de cerezos, estanques y frondosos jardines, y el moderno distrito de Umeda Sky Building, con su mirador panorámico, donde gozarás al contemplar el perfecto equilibrio entre tradición y modernidad. 

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