En el corazón del sur de Francia, allí donde se despliega la región de Occitania, entre viñedos infinitos y colinas bañadas por el sol, Pézenas conserva intacto el encanto de las ciudades que parecen detenidas en el tiempo. Esta pequeña joya del Hérault seduce con su luz dorada y su atmósfera serena, donde cada fachada cuenta una historia. Por eso, para explorarla, es menester entregarse a ellas sin contemplaciones. Porque será la propia localidad la que nos marque el ritmo, siempre pausado, en nuestro paseo. El casco histórico, perfectamente conservado, invita precisamente a ello: según avanzamos, las mansiones renacentistas brotan sin cesar luciendo balcones de hierro forjado y portones monumentales. La tranquilidad es la que guía el día a día hasta que llegan los sábados, jornada del mercado semanal. Es entonces cuando todas las plazas se colman de aromas mediterráneos: aceitunas, miel, quesos y vinos del cercano Languedoc no faltan en la oferta.
UN PASEO DE ARTE
El alma de Pézenas está en su centro antiguo, un laberinto de calles y mansiones renacentistas construidas entre los siglos XVI y XVIII. Sus vetustas fachadas, balcones de hierro forjado y patios escondidos invitan a perderse sin rumbo. Un paseo que puede iniciarse por las populares rue de la Foire y la rue des Chevaliers, peatonales y repletas de atractivos.
Fue en el siglo XVII cuando la ciudad alcanzó su máximo apogeo, coincidiendo con la etapa en la que Molière, el dramaturgo francés, eligió el lugar para pasar unos años (entre 1645 y 1657) con su compañía itinerante. Se trata de un honor que Pézenas celebra con orgullo: existen repartidas por su entramado urbano placas conmemorativas que no hacen más que alimentar el espíritu creativo que impera en cada rincón. Además, cada año se celebra en el pueblo un festival en su nombre que colma las calles de interpretaciones de sus obras. No es casualidad que, inspirados por el ambiente artístico, tantos artesanos y diseñadores hayan elegido este lugar para instalar sus talleres. Desde joyeros y ebanistas hasta diseñadores, la creatividad vibra con la energía calma, tranquila, de quienes trabajan con las manos.
Huella de aquel resplandeciente pasado es el edificio del siglo XVII que alberga el Musée de Vulliod Saint-Germain. Su elegante colección de mobiliario, tapices y objetos evocan la vida aristocrática de antaño: se dice, se cuenta, que incluso una de sus salas se conserva una silla en la que se sentó Molière. Más majestuosidad renacentista aparece a nuestro paso: ahí está el Hôtel de Lacoste, una mansión privada construida por el Sr. Lacoste a comienzos del siglo XVI y única en Pézenas. Con un vestíbulo de cuatro tramos con bóvedas de crucería, y una de las escaleras más bonitas de toda la localidad, hoy sus espacios acogen galerías de arte de obligada visita.
¿Más lugares en los que parar? Sin duda, apuntemos: el Hôtel d’Alfonce y el Hôtel de Landes de Saint-Palais son todo un must. A nuestro paso por la plaza Gambetta miraremos hacia arriba: la resplandeciente fachada de la casa consular alberga la Maison des Métiers d´Art. Algo más allá, en el antiguo convento de las Ursulinas, se reúne el trabajo de más de 40 artesanos contemporáneos, convirtiéndolo en un lugar imprescindible para descubrir la creatividad que distingue a Pézenas: cerámica, joyería, escultura, vidrio, cuero o textiles nos tentarán desde las vitrinas. Y el que avisa...
Para finalizar la ruta —o tal vez, no—, el Petit Teatre Pézenas es de obligada visita. Un templo al arte que, tras permanecer cerrado durante más de medio siglo, fue recuperado para protagonizar de nuevo la escena cultural de la localidad. Construido en el siglo XIX, se trata de una joya íntima de solo 200 butacas y un decorado de época. No es mala idea echar un vistazo a su programación, pues cuenta con obras clásicas, conciertos y espectáculos locales durante todo el año.
SABORES Y RECUERDOS
No nos vamos a engañar: en recorrer calles comerciales rebosantes de encanto, en adentrarnos en negocios locales y pequeñas boutiques cargadas de identidad, también se halla el placer de viajar. Así que no nos lo pensamos dos veces y nos lanzamos a pasear las calles de la Foire, Triperie Vieille, Conti y Château. Aquí no faltan —una vez más— los talleres artesanos, las tiendas de diseño y de decoración y moda como Le Nid o Zouzou La Sardine, Ceramik´Arts o La Masion du Savod de Marseille.
En Le Petit Pâté de Pézenas (petitpatepezenas.com) pararemos para probar uno de los icónicos dulces creados, según la leyenda, por el cocinero hindú de Lord Clive, un británico que llegó en 1766 hasta Montpellier para curarse y se instaló en un castillo cercano. Una especie de empanada de paté dorada, rellena de picadillo de cordero dulce y salado que es muy apreciada como entrante, pero también, sorprendentemente, como postre por su sabor dulzón. La limonada, artesanal y con historia, en Maison Aubert (maison-aubert.f), donde la misma familia lleva elaborando esta delicia desde 1876. Aunque el vinito, por qué no, mejor en Le Wet State, en cuyo exterior brindar por las cosas bellas de la vida. Una previa perfecta a una velada tranquila que podremos disfrutar en cualquiera de sus restaurantes más destacados. ¿Por ejemplo? El elegante Le Pré Saint Jean (restaurant-leprestjean.fr) o L’Entre-Pots (restaurantentrepots.fr).
Al caer la tarde, cuando el sol acaricia las piedras color miel y las terrazas se llenan de conversaciones, es cuando Pézenas despliega su magia más sutil. Y entonces, no hace falta mucho más: esa copa de vino que reposa sobre la mesa, ese ambiente calmado, y ese rumor del viento al rozar las buganvillas. Qué le vamos a hacer, si nos enamora la belleza de las cosas sencillas.













