En las estribaciones del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche, allí donde las montañas de Sierra Morena van perdiendo altura hacia los territorios de la vecina Portugal, la naturaleza explota en forma de infinitas dehesas pobladas de encinas, alcornoques y castañares. Un paisaje único que sirve de hogar al cerdo ibérico, pero que durante siglos atrajo también por su riqueza a todo tipo de pueblos: fenicios y tartesios, romanos, musulmanes y cristianos, pasaron por estos lares dejando su impronta en forma de un patrimonio de gran riqueza que ha persistido hasta hoy.
Una manera inigualable de arrancar el viaje a este deslumbrante destino es, precisamente, perdiéndonos por ese paisaje tan identitario. El Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche es el segundo más extenso de toda Andalucía, aunque el 97% de sus fincas son privadas. Los constantes conflictos entre España y Portugal a lo largo de los siglos, incluida la Guerra de Restauración Portuguesa, propiciaron siempre su despoblación, lo que le otorgó de una naturaleza prodigiosa.
Nos perdemos por sus senderos decididos a disfrutar de la naturaleza en estado puro, y para ello escogemos la ruta que atraviesa la Finca de La Contienda, por la que se despliegan 12 kilómetros de sendero que nos llevan hasta la famosa Atalaya, a 710 metros de altura, desde donde nos dejamos embaucar por lo abrupto del paisaje. Aunque la panorámica onubense es la protagonista, también logramos vislumbrar a lo lejos los blancos caseríos de los pueblos extremeños más cercanos. Un poco más allá, algunos vecinos lusos como Beja o Serpa. La comunión entre culturas fronterizas se siente más que nunca aquí, en este enclave que ha sido testigo de la historia.
Cara a cara con el pasado
Tras un merecido —y maravilloso— baño de naturaleza, llega el momento de visitar un lugar clave en este destino. Un rincón que nos permita entender la grandeza del lugar. A los pies del pueblo, en una zona conocida como los Llanos de la Belleza, nos aguarda la ciudad hispanorromana de Arucci-Turobriga, a la cual accedemos tras atravesar la histórica ermita de San Mamés. Compuesta por tres naves principales, ábside, y varios añadidos posteriores, se trata de una de las más importantes de Huelva y fue construida sobre la base de una antiguo basílica romana tras expulsar a los árabes de la zona.
Resulta abrumador contemplar los frescos del siglo XIV y XV que aún se conservan en sus paredes, aunque, entre las pinturas más antiguas, destaca la del muro sur, que responde a una visión alegórica de la expulsión de los árabes del territorio. Solo tras dedicarles su tiempo estaremos preparados para lo que viene a continuación: en cuanto regresamos al exterior, experimentamos un nuevo y genuino viaje en el tiempo al contemplar los restos de la antigua ciudad.
Arucci-Turobriga, el único yacimiento romano que se puede visitar en toda la provincia, resulta un lugar cargado de historia que confirma que Aroche es uno de los pueblos con mayor patrimonio arqueológico de Huelva. La ciudad fue fundada en época de Augusto, en torno a los años 10-15 a. de C., y se ubica en una zona que los romanos bautizaron como la Centuria céltica. Recorremos sus pasarelas mientras aparecen ante nosotros los restos del antiguo foro, donde estaban depositados los poderes judiciales, administrativos y religiosos —estos últimos, con un templo dedicado a Apolo y a Diana—. Descubrimos la antigua muralla que rodeaba el perímetro de la ciudad, las termas o la necrópolis. También —no podían faltar— grandes domus como la del peristilo que, con sus 18 habitaciones, apunta a que perteneció a un personaje noble. Sin embargo, Arucci-Turobriga es un yacimiento vivo, y cada año las excavaciones van descubriendo innumerables novedades.
Un centro urbano que es Conjunto Histórico-Artístico
El pueblo de Aroche se abraza al cerro sobre el que se alza, rodeado por los picos a los que cedió su nombre y por extensas dehesas: es hora de perdernos por sus retorcidas y empedradas callejuelas. Las paseamos de manera pausada, sin prisas, dejándonos conquistar por su coqueto entramado urbano y también por sus cuestas; por los gatos que nos saludan desde los jardines y por los vecinos que dan los buenos días al forastero. Al torcer cada esquina, o al admirar sus casas solariegas y vetustos edificios, la historia nos atrapa sin remedio.
Es curioso que muchos materiales de la ciudad de Arucci-Turobriga fueron reutilizados tiempo después en la construcción del castillo de Aroche, a donde nos dirigimos. Se trata de la parte más antigua de la localidad, ubicada en la parte más alta del núcleo urbano. Construido en el siglo XII, en torno a él continuó levantándose, en círculos, el resto del pueblo. La fortaleza cuenta con hasta 10 torres a su alrededor, ya que en sus orígenes tuvo un fin militar. Cuando en 1804 esta funcionalidad quedó en desuso, se decidió construir en su interior, para sorpresa de los visitantes, una plaza de toros. ¿La razón de tan peculiar ubicación? Se trataba, cuentan, de la única parte llana de todo el lugar.
Nos asomamos a las almenas del castillo para admirar Aroche a nuestros pies. Se otea la torre de la iglesia de la Asunción, que aúna los estilos mudéjar, gótico y renacentista. También la Torre de San Ginés, una torre de vigilancia de la época levantada con mampuestos y mortero de cal. En la distancia, los imponentes Picos de Aroche nos vigilan, bellos e imponentes, permitiéndonos abrazar, una vez más, la inmensidad, e impregnándonos de la autenticidad de la sierra.
El sabor de la sierra
Aroche es uno de los pueblos incluidos en la Denominación de Origen Jabugo, por lo que nuestra siguiente parada es muy clara: ¿cómo no vivir la experiencia de visitar un secadero de jamones? Así que nos acercamos hasta Ibéricos Velázquez (ibericosvelazquez.com), un verdadero templo al rey de los productos autóctonos. Un lugar idóneo para entender, en una visita guiada, qué convierte al cerdo ibérico en un manjar tan especial.
Y lo comprendemos tan pronto recorremos sus salas de despiece, las de salado y los secaderos. Observamos a los trabajadores tratar el producto con enorme pericia, preparando las patas y paletillas o produciendo embutidos de todo tipo. Aprendemos que los jamones ibéricos pueden tener un proceso de hasta cinco años desde que el cerdo nace hasta que está listo para su consumo; que existen deferentes calidades, dependiendo de los orígenes del cerdo, marcados en su etiqueta —blanca para cebo ibérico, verde para cebo de campo ibérico, roja para bellota ibérico y negra para ibérico 1’’% de bellota—. Sin embargo, uno de los embutidos que más éxito cosechan entre lugareños y visitantes, es la tradicional salchicha arochena, elaborada con aguardiente.
Para hincarle el diente, no es mala idea hacer acopio de diversas delicatesen que llevarnos a casa. También es buen plan catarlo in situ, por ejemplo, en el restaurante del Hotel Conde del Álamo (hotelcondedelalamo.com), donde proponen una carta colmada de deliciosas recetas locales en las que el cerdo ibérico es el protagonista. El alojamiento en sí, un coqueto hotel boutique que ocupa una antigua casa del siglo XVIII en pleno casco histórico de Aroche, es de gestión pública y fue construido, también, con piedras de la antigua ciudad romana de Arucci-Turobriga.
El placer de desconectar en sus cómodas habitaciones, unido al de respirar el aire puro de Aroche y su entorno, convierten a este rincón en el destino perfecto para impregnarse del alma más natural de Huelva.