Pamplona será solo la primera y rápida parada de la ruta que este viernes y sábado harán los Reyes Felipe y Letizia junto a la princesa Leonor por Navarra. Un viaje muy especial para ella, que por fin estrena el histórico título de Princesa de Viana, coincidiendo con su 600 aniversario. Tras pisar esta ciudad, el recorrido continuará por algunos de los rincones más monumentales y con más encanto de la región: el Monasterio de Leyre, Olite y Tudela. Una ruta perfecta también para cualquier viajero que quiera combinar historia, paisajes y buena gastronomía en apenas dos días.
PRIMERA PARADA: VIANA
Media hora se tarda en llegar en coche desde Pamplona a esta ciudad que acoge por primera vez en mucho tiempo a quien ostenta el título de princesa de Viana. Por su corazón, que late en la plaza de los Fueros, y el entorno de la iglesia de Santa María, que tiene aires de catedral, verás peregrinos, pues esta es la última parada en el Camino de San Santiago en su tramo navarro. Por aquí merodean también los que siguen la ruta de César Borgia, ese intrigante noble y guerrero, hijo del Papa Rodrigo Borgia, pues el templo acoge su tumba.
Lo que sí visitarán los Reyes y la princesa de Viana son las evocadoras ruinas de San Pedro, reconvertidas en un espacio cultural, y rodeadas de los Jardines de Serrat, dedicados al cantautor que pasaba aquí su infancia y es Hijo Adoptivo de la ciudad.
En Viana también quedan restos de las antiguas murallas medievales que protegían en tiempos pasados esta plaza fronteriza, como la Puerta de San Felices, por la que hoy se cruza para llegar a la calle Navarro Villoslada y ver sus casas con escudos y la plaza del Coso, con soportales, un edificio histórico conocido como Balcón de Toros y animada por sus comercios y terrazas, donde sentarse a coger fuerzas para continuar el itinerario.
MONASTERIO DE LEYRE
Siguiendo la ruta de los reyes y la princesa de Viana, la siguiente parada es este monasterio milenario donde se dan cita la espiritualidad, la historia, el arte y la naturaleza y sigue latiendo la vida monástica al ritmo del ora et labora, según lo estableció San Benito en el siglo VI. Merece la pena acercarse al atardecer para contemplar desde sus alturas, con una luz dorada, las aguas turquesa del embalse de Yesa y todo lo que se abarca con la mirada de este enclave del Prepirineo.
En la iglesia abacial del monasterio milenario descansan eternamente los primeros reyes de Navarra
Luego será el momento de adentrarse en la penumbra misteriosa de su originalísima cripta, muestra del arte románico más antiguo de la península. Un recinto oscuro y sobrecogedor de pequeñas columnas y capiteles gigantes que son los que sostiene la iglesia abacial que se levanta encima, y en la que, a su vez, descansan eternamente los diez primeros reyes de Navarra. Si permaneces en el templo hasta las 19.00 admirando con calma sus ábsides, su torre y la Porta Speciosa, tendrás la oportunidad de oír a la veintena de monjes benedictinos de Leyre cantar las vísperas en gregoriano y viajar así a la Edad Media (monasteriodeleyre.com).
OLITE
Y de Leyre, la princesa Leonor y sus padres llegarán a esta ciudad de poco más de 3000 habitantes que tiene un casco antiguo encantador, empedrado y resguardado por murallas –el recinto más completo y mejor conservado de Navarra– por el que pasear sin prisas y un castillo de cuento que llegó a ser uno de los más lujosos de Europa, pues fue residencia real. Se levantó como fortaleza romana, y sería Carlos III El Noble, un rey nacido en Francia y acostumbrado a la estética y lujos de su país de origen, quien lo transformó en un refinado palacio en el que se celebraban grandes fiestas, además de torneos de caballería y hasta corridos de toros. Conquistar hoy el castillo es admirar sus torres almenadas, cruzar sus estrechos pasillos y amplias salas, descubrir el jardín colgante de la reina, recorrer sus patios y jardines y contemplar, al caer la tarde, cómo los rayos del sol juegan con las elegantes tracerías góticas de sus galerías.
Visto el palacio, hay que sentarse en una terraza de la plaza de Carlos III para tomar un vino, disfrutar del ambiente y luego seguir el paseo por la calle Mayor descubriendo casonas nobles con enormes escudos en las fachadas.
A espaldas de la plaza y adosada al castillo verás la iglesia de Santa María, donde se celebraban las ceremonias y actos solemnes de la corte. Te fascinará su bellísima fachada gótica con relieves que representan escenas bíblicas y un gran rosetón y el atrio con arquerías que la precede.
En la misma plaza de Teobaldos, adosado a la iglesia, está el Palacio Viejo, que ahora acoge el Parador de Turismo, con un buen restaurante donde puedes probar las delicias de la huerta y la tierra navarra en las antiguas estancias del castillo. Espárragos, verduras salteadas, alcachofas o pochas acompañan a los pimientos de piquillo, la chistorra, el cordero al chilindrón o los quesos del Roncal se saborean a la mesa junto a buen vino de la D.O. Navarra.
Y hablando de vinos, en este mismo espacio urbano, abre sus puertas el Museo de la Viña y el Vino de Navarra. Cuatro plantas con salas de proyecciones, paneles explicativos y salas de exposiciones donde podrás descubrir todo sobre las cinco zonas de producción de la región, la diversidad de paisajes y climas y luego acercarte a visitar alguna de las nueve bodegas de Olite (Marco Real, Ochoa, Piedemonte, Pagos de Araiz…) que hacen actividades de enoturismo.
TUDELA, LA CAPITAL DE LA RIBERA... Y DE LAS VERDURAS
Como harán los Reyes y la princesa de Viana el sábado, la última parada de la visita real a Navarra es la capital de la comarca de La Ribera. Para conocer su rica herencia cultural hay que visitar la catedral de Santa María, una joya gótica con un claustro románico excepcional, sus numerosos palacios –Marqués de Huarte, Marqués de San Adrián o el Decanal, que acoge el museo de la ciudad– y cruzar una y otra vez por la plaza de los Fueros, punto de encuentro de los tudelanos. En las calles medievales del casco histórico también verás iglesias monumentales y llegarás al que fue el barrio judío más importante de Navarra, que discurre por las actuales calles de Benjamín, de Tudela, plaza de la Judería y Fuente del Obispo, aunque otra judería más nueva se articuló en torno al actual paseo del Castillo.
Pero a Tudela se va, sobre todo, a entregarse a los sabores de la huerta, sobre todo de las verduras que crecen a orillas del Ebro y ha dado origen a una fiesta gastronómica en su honor. Difícil no encontrar un restaurante que no haga de estas su bandera. ¿Apuesta segura? La Posada de la Rubia, Remigio –que también es hotel–, Mesón Julián, Restaurante 33, Topero, … Direcciones infalibles y perfectas para poner el punto y final a esta ruta con buen sabor de boca.