Solo quienes pueden recostarse bajo las montañas y, al mismo tiempo, mojar los pies en el mar, saben del privilegio con el que una fuerza divina les ha venido a agraciar. Así es Benissa, un pequeño pueblo de Alicante perteneciente a la comarca de la Marina Alta. Una pintoresca localidad que está protegida por la Sierra de Bernia y que, a su vez, se empapa de lleno en el Mediterráneo más puro.
Benissa es el último de los pueblos de La Vall del Pop, el valle refrescado por un río que goza de dos nombres, Gorgos y Jalón (o Xaló en valenciano). Un valle que justo se abre en este municipio para desembocar en una costa abrupta de barrancos cortantes, bajo los que se esconden playas salvajes y calas recoletas que se cuentan entre las mejores de la Costa Blanca.
Pero antes de llegar a esta deslumbrante fachada litoral, antes de inundarnos de sol y salitre, conviene explorar la discreta belleza de un entramado urbano que permite dar agradables paseos y descubrir, a cada paso, monumentos en los que se han escrito capítulos de la historia.
UN VIAJE AL PASADO
Es momento de pasear sin rumbo por el que está considerado uno de los cogollos históricos mejor conservados de la provincia, donde, sobre las casas encaladas y las calles tortuosas, se cierne un aire medieval con ciertos toques renacentistas. Un decorado en el que nada desentona la típica imagen de los vecinos que sacan la silla a la puerta de su casa para charlar a la frescoreta.
A su paso, se van descubriendo joyas realmente sorprendentes como el antiguo Hospital de Pobres (actual Ayuntamiento), en la plaza del Portal, o la iglesia-fortaleza de San Pedro (construida en el siglo XVI sobre los restos de una mezquita árabe del siglo XIV), en la placeta de l’Església Vella. Cuentan de esta última que, más allá de su función de culto, sirvió también como escondite para los benisseros, que a menudo se protegían en su interior contra los ataques de piratas y bucaneros.
El casco histórico de Benissa está salpicado de bellas casas solariegas del siglo XVIII, que aún conservan su porte señorial. También de balcones enrejados y de fachadas que contrastan su blancura con la piedra tosca del lugar. Pero su gran hito arquitectónico, amén del convento de los Franciscanos, es la basílica de la Puríssima Xiqueta que marca la silueta del pueblo desde cualquier punto de vista. Un imponente templo de estilo neogótico, que se construyó con el esfuerzo de la población desde 1902 hasta 1929. Tal es su magnificencia, que se le conoce como la “catedral de la Marina”.
AL AGUA PATOS
Este bello patrimonio rehabilitado adquiere muchas veces un carácter cultural, como muestra el palacio de los Torres-Orduña (que hoy es un centro de arte y una biblioteca), o el palacete del antiguo linaje de los Abargues (que se ha transformado en una casa-museo con su mobiliario y azulejos de época). Pero ya van entrando ganas de abandonar el asfalto y aventurarse hacia el Mediterráneo.
Es el gran reclamo de la localidad: 4 kilómetros de costa con playas que combinan la arena con la roca, pequeñas calas y tranquilas bahías. Hermosos paisajes que se suceden a lo largo del llamado Paseo Ecológico de Benissa, que es un sendero señalizado con paneles que desgranan la flora y la fauna, el origen geológico y la cultura local.
En la cala Les Bassetes, cuyo fondo alfombrado de posidonia confiere a las aguas una increíble transparencia, da comienzo este escénico recorrido en el que también salen al paso merenderos y pequeños puertos deportivos. Así pasamos a la playa de La Fustera, la más grande y conocida, a la que vienen las familias para tenderse en su arena fina o para comer un rico arroz en el chiringuito Mandala Beach Bar (mandalagroup.es/mandala-beach-bar).
CON VISTAS AL COLOSO DE PIEDRA
A partir de aquí, ya todo serán pequeñas calas, a las que se puede acceder a pie desde el paseo. Cala Pinets, resguardada del oleaje por unas rocas, y cala Llobella, en forma de media luna y con cantos rodados que contrastan con el verde de los pinos, son las más apetecibles, tanto por la inmersión en el Mediterráneo prístino como por la belleza de su entorno. Al final, aparece la cala del Advocat, con aguas tan calmas como en una piscina que hacen las delicias de los más pequeños.
Aunque es en verano, con los chapuzones, la época más propicia para abordarlo, el Paseo Ecológico de Benissa puede hacerse durante todo el año, admirando la magia que adquiere el mar en cada una de las estaciones. En el trayecto estará siempre presente el peñón de Ifach, símbolo de la vecina localidad de Calpe y acaso de toda la Costa Blanca. Este cíclope calcáreo que, según el escritor alicantino Gabriel Miró, “sale de las aguas como si el día iluminase por primera vez sus hermosuras”, domina el horizonte en este tramo de la costa.