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Georgina y plaza Mayor de Graus, Huesca

HUESCA

Así es la localidad aragonesa donde trabajó Georgina Rodríguez: a las puertas del Pirineo y con una de las plazas más bonitas de España

Ubicada en la entrada a los valles centrales del Pirineo, Graus sorprende con su mezcla de historia, leyenda y sabor.


4 de agosto de 2025 - 7:30 CEST

Al llegar a Graus, el viajero se encuentra con una estampa que jamás olvidará: una basílica al abrigo de la roca desnuda, desafiando al abismo desde las alturas de la Peña del Morral. A sus pies se extiende un caserío de tejados rojizos, portales medievales y plazas porticadas donde parece haberse detenido el tiempo.  Pero esta villa oscense –capital de La Ribagorza– es mucho más que una hermosa postal de montaña. Entre las piedras centenarias de su casco antiguo –declarado conjunto histórico– se conserva un patrimonio extraordinario que relata leyendas de amores prohibidos y recuerda a reyes que murieron en el campo de batalla. 

Basílica de Nuestra Señora de la Peña, Graus, Huesca© Javier García Blanco

 PUERTA DE LOS PIRINEOS

Bendecida por una ubicación privilegiada, Graus fue desde tiempos remotos un lugar de paso, frontera y encrucijada. Su emplazamiento natural, protegido por la Peña del Morral y bañado por las aguas del Ésera y el Isábena, la convirtió en un punto estratégico a lo largo de la historia. Los romanos bautizaron esta zona como “Valle Magna”, y aunque el tiempo ha borrado cualquier vestigio de aquel periodo, su nombre deriva del latín Gradus –paso angosto–, una referencia a su condición de garganta natural entre dos montañas y de umbral a los valles del Pirineo.

Basílica de Nuestra Señora de la Peña, Graus, Huesca© Javier García Blanco

 En la Edad Media, la villa fue un destacado bastión islámico, frontera norte del mundo musulmán. Los cristianos la conquistaron en 1083 de la mano de Sancho Ramírez, pero antes de esa fecha decisiva, la localidad presenció otra batalla: en 1063, Ramiro I, primer monarca de Aragón, intentó tomar la plaza y perdió la vida en el empeño. Según la leyenda, en esa misma batalla combatió un jovencísimo Rodrigo Díaz de Vivar, el futuro Cid, que habría prestado su acero a las tropas musulmanas, aliadas de Sancho II de Castilla.  Desde aquellos días de espadas y alianzas cambiantes, Graus ha preservado celosamente su memoria, convertida hoy en piedra y tradición. Cada recoveco del casco antiguo atesora huellas de ese pasado rico y complejo, que sigue latiendo bajo los cimientos de toda la población.

Casa Barón, Graus, Huesca© Javier García Blanco
Casa Barón.

UNA JOYA REPLETA DE CASAS SOLARIEGAS

Si las calles de Graus son un libro abierto a su historia, el alma de la villa se encuentra en la plaza Mayor, una de las más hermosas de Aragón (y, para muchos, también de España). Porticada, colorida y con un trazado irregular que mantiene cierto sabor medieval, está rodeada por un conjunto de casas nobles que parecen competir entre sí en belleza y personalidad. A lo largo de los siglos, ha sido testigo de ferias, celebraciones, danzas y mercados, manteniéndose como centro vital de la vida social y cultural de Graus.

Entre las casas señoriales que se asoman a la plaza destaca la Casa Barón, un edificio cuyos muros hablan de amor, añoranza y belleza. Asegura la tradición que, cuando el barón de Abella de Conca fijó aquí su residencia, llegado de tierras leridanas, mandó decorar la fachada con vivos colores para aliviar la melancolía de su esposa andaluza, que suspiraba por la luz de su tierra natal. Sus murales, con alegorías de las Artes y las Ciencias, siguen alegrando la vista como entonces. Rojos, amarillos y verdes destacan entre balcones, falsos ventanales y cenefas vegetales que aportan un toque festivo a la sobriedad de la piedra. 

Detalle Plaza Mayor, Graus, Huesca© Javier García Blanco

Este escenario pintoresco se completa con otras joyas igualmente admirables: el ayuntamiento, con su galería de arquillos en ladrillo mudéjar, se eleva sobre un doble porche de piedra. No es casualidad que este edificio tenga réplica en el Pueblo Español de Barcelona, como muestra de su valor arquitectónico. A unos pasos, la elegante Casa Heredia destaca por las pinturas alegóricas de su alero, donde se representa la parábola del hijo pródigo entre escenas costumbristas del siglo XIX. La fachada está decorada con motivos florales, un reloj de sol y columnas pintadas que enmarcan los balcones.

La más sobria del conjunto es la Casa Bardaxí, ejemplo de equilibrio neoclásico. Perteneciente a una familia aragonesa de abolengo, el edificio conserva su estructura original, con frontones triangulares y aleros de madera. Entre sus muros nacieron personajes clave en la historia de Aragón y de España, como Eusebio de Bardaxí y Azara, que presidió brevemente el Gobierno en 1837, y sus hermanos Dionisio y Anselmo, quienes destacaron en el ámbito eclesiástico y en la exploración marítima, respectivamente.

Basílica de Nuestra Señora de la Peña, Graus, Huesca© Javier García Blanco

BASÍLICA DE NUESTRA SEÑORA DE LA PEÑA

Dominando la localidad desde las alturas, la basílica de Nuestra Señora de la Peña es el gran símbolo espiritual de Graus. Su silueta gótico-renacentista parece brotar de la roca, como si hubiese sido tallada directamente en la Peña del Morral, fundiéndose con el paisaje que la rodea. Esta ubicación privilegiada la convierte en una atalaya desde la que se contemplan magníficas vistas de los valles del Ésera e Isábena, especialmente desde su patio porticado, que hace las veces de mirador.

El templo, construido en el siglo XVI sobre una edificación anterior, destaca por su armonía y su integración con el entorno. La portada renacentista y la torre contribuyen a esa imagen majestuosa que ha hecho de la basílica un símbolo indiscutible de la villa. El interior, sobrio y elegante, guarda aún el eco de siglos pasados, cuando los pasos del obispo Esteban de Esmir –mecenas de la obra– resonaban por el templo. Junto al complejo religioso, se descubre otra joya inesperada: el Museo de Iconos. Instalado en la antigua casa-hospital, este espacio acoge una notable colección de arte sacro ortodoxo. Iconos de Rusia, Grecia, Ucrania o Chipre ofrecen una muestra estética y espiritual poco común en estas latitudes. 

Casa Mur, Graus, Huesca
Casa Mur.

BARRICHÓS: HOGAR DE LOS AMANTES DE GRAUS

Los edificios con solera no son exclusivos de la plaza Mayor. El antiguo barrio del Barrichós, núcleo original de la villa, es un laberinto de palacetes del siglo XVI que conservan toda la esencia del Graus más antiguo. En la plaza Coreche se levanta la Casa Mur, otra prueba de que los grausinos son unos románticos empedernidos. En la fachada del edificio puede leerse la inscripción «Rodrigo ama a Marica», que dio pie a una leyenda tan hermosa como la de los Amantes de Teruel, aunque con un desenlace más feliz. Este barrio acoge también las casas Oliván y Solano, junto a antiguas calles que invitan a perderse y escuchar lo que las piedras aún tienen que contarnos. 

Calle Mayor, Graus, Huesca© Javier García Blanco
Calle Mayor.

En la antigua posada de Juan Tallada, también en el Barrichós, se hospedó san Vicente Ferrer en su camino a Francia, y en la iglesia de San Miguel, de origen románico, se venera el crucifijo que el santo donó a la villa durante su visita. En otra iglesia histórica, la de la Compañía, reconvertida hoy en el centro cultural Espacio Pirineos, se organizan exposiciones, conferencias y actividades que abren una ventana al conocimiento y la divulgación del territorio pirenaico.

Y ya que hablamos de personajes ilustres, resulta obligado recordar a Joaquín Costa. El célebre político e historiador vivió 33 años en Graus, donde se conserva la casa en la que murió (situada en la calle que lleva su nombre). Aunque aún no existe un museo dedicado a su figura, su presencia sigue muy viva en la memoria local.

Entrada al monasterio budista Dag Shang Kagyu de Panillo.© pedro - stock.adobe.com
Entrada al monasterio budista Dag Shang Kagyu de Panillo.

 MÁS ALLÁ DE LA VILLA: RUTAS POR EL MUNICIPIO

El término municipal de la capital de La Ribagorza es tan extenso como diverso: 26 núcleos de población tejen una red de aldeas, pueblos y paisajes que merece la pena descubrir con calma. Una parada obligada es Panillo, donde las piedras del antiguo castillo conviven con la espiritualidad tibetana del monasterio budista Dag Shang Kagyu, el primero de estas características que se estableció en España. Allí, entre banderas de oración y estupas, se celebra cada año el Losar, el Año Nuevo tibetano. Este pedacito del Tíbet en Aragón está abierto a las visitas turísticas, pero también ofrece retiros espirituales y cuenta con una cafetería en la que se pueden degustar platos típicos del Himalaya.

A menos de 20 kilómetros, al otro lado del Ésera, aparece la silueta de La Puebla de Fantova, con su imponente castillo del siglo XI y la iglesia de Santa Cecilia, ambas obras levantadas por maestros lombardos. Desde aquí se puede continuar hasta el embalse de Barasona, un rincón ideal para practicar deportes acuáticos o para desconectar disfrutando del paisaje.

Los aficionados al senderismo tienen también en Graus un punto de partida excelente para recorrer rutas señalizadas –como el GR-1 o el PR-HU 49– que atraviesan bosques, sierras y miradores. Y para los más atrevidos, la vía ferrata de la Peña del Morral, de vistas vertiginosas, ofrece una experiencia de altura en todos los sentidos.

Fiesta de Graus, Huesca© @hotellleida.graus

 TRADICIÓN QUE SE BAILA Y SE COME

Del 12 al 15 de septiembre, Graus vive sus fiestas patronales en honor al Santo Cristo y a san Vicente Ferrer. Dances de espadas y cintas, albadas al amanecer, procesiones con gaiteros y la sátira de la Mojiganga tiñen las calles de color, música y tradición. En estos días, el muñeco del Furtaperas gira en la fachada del Ayuntamiento recordando a todos –con una sonrisa– que la fiesta también es memoria compartida.

No menos singular es la Fiesta de la Longanizadeclarada de interés turístico, que se celebra el último fin de semana de julio. En la Plaza Mayor –dónde si no– se cocinan la parrillada y la longaniza más grande del mundo (un hito acreditado por el Guinness) y su aroma lo inunda todo.

Pizza con longaniza de Graus, Huesca© @hotellleida.com
Pizza con longaniza de Graus, Huesca
Hotel restaurante Lleida, Graus, Huesca© @hotellleida.graus
Georgina Rodríguez trabajó en el restaurante del hotel Lleida.

Y es que la gastronomía de Graus es tan rica como su historia: longaniza, tortetas, ternasco (a la brasa, al horno o guisado), chiretas (tripas de cordero rellenas) y trucha del Ésera son algunos de los sabores que definen su cocina. Y en temporada, la trufa negra –protagonista de un animado mercado invernal– añade un toque de lujo y aroma a la mesa. 

El hostal-restaurante Lleida, distinguido con un Solete Repsol, figura entre los establecimientos grausinos especializados en trufa y, además, guarda un “secreto” que pocos conocen: la hoy modelo y empresaria Georgina Rodríguez trabajó allí un tiempo como camarera. Fue una etapa breve, antes de trasladarse a Madrid, pero que dejó huella en la hispano-argentina, como ella misma ha confesado en el documental de Netflix Soy Georgina, donde explica que la secallona –un embutido típico de la zona– está entre sus manjares favoritos. 

Otro rincón de visita obligada para los paladares exigentes es el restaurante El Criticón. Instalado en un palacete del siglo XVII del Berrichós, el establecimiento forma parte del hotel Palacio del Obispo ((hotelpalaciodelobispo.com) y propone una experiencia gastronómica que conjuga tradición y elegancia. Su cuidada propuesta y el ambiente singular del edificio lo han convertido en referente para quienes buscan una comida memorable en un marco cargado de historia.

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