Los valles siempre verdes de los ríos Pas, Pisueña y Miera componen un paisaje singular no tan conocido en Cantabria, y, sin embargo, estos pasos naturales de la cordillera que separa esta región de Castilla son todo un secreto para descubrir, con pastos que se pierden tras las lomas de las montañas y pueblos tranquilos con un estilo de vida tradicional. Aquí tienes los más bonitos y recomendados para explorar:
LIÉRGANES (MIERA)
La "Santillana pasiega", como le dicen al pueblo más visitado del valle de Miera y uno de los "más bonitos de España”, con un precioso centro histórico de calles empedradas y casonas con escudos. El río atraviesa el casco urbano y bajo su emblemático puente de piedra, está la estatua del Hombre Pez, protagonista de una leyenda local. Al fondo, dos montes gemelos –conocidos como “las tetas de Liérganes”– le dan al paisaje una silueta inconfundible. Aquí todo invita a tomarse las cosas con calma: pasear sin rumbo, parar a tomar un chocolate con picatostes, visitar el antiguo balneario o, simplemente, disfrutar del entorno natural que lo rodea.
Naturaleza extraordinaria, aguas termales, historia prehistórica… esta apacible villa que cruza el río Pas tiene mucho que presumir, pero su mayor tesoro son las famosas cuevas del Monte Castillo, declaradas Patrimonio de la Humanidad, donde se conservan pinturas rupestres de hace más de 40.000 años. En el nuevo Centro de Arte Rupestre 'Alberto I de Mónaco, junto a la carretera que sube hasta las cuevas, se descubren todos sus secretos antes de acceder a las cavidades de El Castillo y Las Monedas. A sus pies, se encuentra elbalneario y la antigua estación de tren, punto de partida de laVía Verde del Pas, una ruta perfecta para recorrer en bici o a pie.
Quien pasa por Villacarriedo queda impresionado ante la fachada del Palacio de Soñanes, un imponente edificio señorial del siglo XVIII que refleja la historia noble del valle del Pisueña. En Villacarriedo, a 15 kilómetros de Selaya, también se pueden encontrar otras casonas montañesas menos vistosas, pero con mucho encanto, y el templo de Santa María de la Asunción, un ejemplo destacado de la arquitectura local. El pueblo, rodeado de prados y bosques, se sitúa en el corazón del valle del Pisueña, cuyo río desemboca en la ría de Cubas, conectando finalmente con el mar Cantábrico.
Apenas 300 vecinos viven en este pequeño y tranquilo pueblo del valle del Pas rodeado de verdes praderas salpicadas de cabañas pastoriles que hablan de un modo de vida trashumante. Aquí se conserva intacta la esencia de la cultura pasiega: vida ganadera, arquitectura de piedra y un ritmo tranquilo. En el núcleo urbano destacan su iglesia barroca y varias casonas centenarias, pero lo mejor está en el entorno natural: las rutas que ascienden hacia el puerto de la Braguía, que conecta con el vecino valle del Miera.
La plaza de La Colina es el centro de este pueblo de poco más de 1000 habitantes, ‘capital’ del valle del Pisueña y famoso por su rica tradición repostera. Gran parte de su fama se la debe al histórico obrador Joselín, que desde hace más de setenta años elabora algunos de los mejores sobaos y quesadas de la región. Junto al obrador, un moderno museo muestra la historia y secretos de estos dulces típicos; además, en sus instalaciones se organizan talleres y se pueden degustar. Selaya también alberga el Museo de las Amas de Cría, un espacio dedicado a preservar la cultura y tradiciones pasiegas, centrado en la figura de las mujeres que cuidaban a los niños en las casas rurales mientras sus madres trabajaban en el campo.
Mucha naturaleza y cultura ganadera definen a Vega de Pas, que es tanto municipio —que incluye varias localidades y caseríos— como el nombre del pueblo principal. Allí se conserva la arquitectura típica con casas de piedra y balcones de madera. En el pueblo, todo gira en torno a la iglesia del siglo XVII dedicada a San Miguel y a la plaza principal, punto de encuentro para los vecinos. En el Museo Etnográfico de las Tres Villas Pasiegas se muestra la cultura, tradiciones y forma de vida del valle, con exposiciones sobre ganadería, arquitectura, costumbres y oficios tradicionales.
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SAN ROQUE DE RIOMIERA (MIERA)
A17 kilómetros de Liérganes y rodead de montañas y prados infinitos, está otro de los pueblos más bonitos del valle del Miera, donde la vida sigue el ritmo del ganado y de las estaciones. En su pequeño núcleo urbano, lo más destacado es la iglesia parroquial y varias casas de arquitectura tradicional, pero lo que realmente atrapa está en el paisaje: verdes laderas salpicadas de cabañas pasiegas y senderos con vistas espectaculares que suben hacia puertos como el del Caracol o Lunada. A los pies de este último, a más de 1000 metros de altitud, nace el río Miera, que en su descenso hacia el pueblo forma pozas, pequeños saltos de agua y rincones de belleza intacta.