Encaramadas en los Dolomitas Lucanos –una cordillera perteneciente a los Apeninos– y conectadas por mucho más que un territorio común, Castelmezzano y Pietrapertosa son dos poblaciones amparadas por el perfil rocoso de la región de Basilicata y dentro del listado de pueblos más bellos de Italia. Entre las dos apenas suman 2.000 habitantes unidos por una carretera de 20 minutos y un paisaje infinito de montañas y valles que también. Y aunque cada una mantiene su propia esencia, no hay excusa para visitar una sin la otra, sobre todo sabiendo que puedes conectarlas en un vuelo de 1,4 km en tirolina a toda velocidad. Una experiencia única que suma su historia, su arquitectura, sus costumbres y naturaleza a 120 km/h.
Castelmezzano, una joya medieval
Fundado oficialmente por los normandos como Castrum Medianum en el siglo XI, no fue ajeno a los asentamientos griegos y romanos de épocas anteriores. Tras el dominio de angevinos, aragoneses y la prosperidad bajo el gobierno de familias nobles como De Leonardis o De Lerma, la localidad cayó en la decadencia del feudalismo y el yugo de los bandidos y de la mafia, que supieron ver en esta encrucijada de caminos entre Sicilia y Calabria un refugio para sus tejemanejes.
A poco más de 700 metros sobre el mar y más o menos con el mismo número de habitantes, se encuentra en el corazón del Parque Gallipoli Cognato, Piccole Dolomiti Lucane, conocido así por el parecido, a pequeña escala, con la famosa cadena montañosa del norte del país. Esta joya medieval de empinadas calles, escaleras estrechas, calles con vistas y casas de piedra aferradas a la roca de arenisca que las rodean es todo un espectáculo costumbrista. Las grandes montañas muestran formas de animales y figuras gracias a la acción modeladora del viento y las lluvias.
Acceder al pueblo también es poesía, y es que para ello hay que atravesar un túnel excavado en la piedra abierto a un pequeño desfiladero que enmarca el paisaje. Al otro lado, un conjunto de viviendas y plazas, con una de las más bonitas -sobre todo por ser un mirador espectacular-, la Caizzo. En ella sobresale la Iglesia Matriz de Santa María dell’Olmo, construida en estilo románico en el siglo XIII y con el impresionante lienzo de la Sagrada Familia de Giovanni De Gregorio, principal exponente de la cultura pictórica lucana.
Y más allá de los templos religiosos, como la Iglesia del Santo Sepulcro de Nuestra Señora de la Ascensión o la Capilla de Santa María Regina Coeli -con una hermosa panorámica-, Castelmezzano también muestra construcciones civiles de gran importancia, como el Palacio Ducal de la familia De Lerma, el Palacio de Coiro o el recuerdo del castillo normando-sarraceno en ruinas. Uno de sus puestos de vigilancia se ha convertido en una gran atracción, puesto que, para acceder a él, se ha de subir una escalera tallada en la roca de 54 escalones, la Gradinata Normanna, que se aboca a los valles circundantes en una experiencia única.
Pietrapertosa, un pueblo vertiginoso
Cruzando el valle Caperrino se alcanza esta localidad montañosa, muchas veces e injustamente eclipsada por Castelmezzano. Con orígenes inciertos -aunque se cree que habitó en ella la tribu Utiana del cercano valle de Basento- sus primeras referencias sitúan en el lugar una aldea fortificada en el siglo X a manos de los sarracenos liderados por Luca, un griego converso al islam que fue expulsado más tarde por los normandos, quienes ampliaron el castillo para resguardarse de posibles invasores. Esta fortaleza, posiblemente del siglo VIII, aún conserva el arco de entrada, la torre de vigilancia y el ‘trono de la reina’, excavado en las paredes, donde se cree que se sentaba Costanza d’Altavilla, madre de Federico II.
Descendiendo por la localidad es posible enamorarse tanto de ella como de su vecina. Se cree que su nombre deriva de la palabra ‘pietraperciata’ (piedra perforada), que responde al acantilado o depresión que se observa desde lo más alto del lugar. El pueblo más vertiginoso de la Basilicata, con unos 1.020 metros de altitud, tiene calles tan estrechas, iglesias tan coquetas y plazas tan animadas como las de Castelmezzano, pero con su propio ambiente.
Su aspecto medieval, especialmente en la parte que está a los pies del castillo, se vislumbra en las casas dispuestas en hileras que siguen la forma del terreno y se integran con el entorno, tanto que algunas de las viviendas tienen la roca como pared. La parte alta corresponde al barrio más antiguo, Arabat, de origen árabe, donde puede verse la huella de su arquitectura. Balcones floridos, portales decorados, edificios señoriales, inscripciones y emblemas se van escalonando en todas direcciones y cuesta abajo por toda la localidad.
Entre el laberinto de callejones con vistas se puede admirar la Iglesia de San Giacomo. En su interior, varias muestras de arte lucano, que van del siglo XV al XVIII, como los frescos del Juicio Final y la Serie Cristológica de Giovanni Luce o los lienzos de Pietro Antonio Ferro. A las afueras existe otro templo de gran devoción, el de el Convento de San Francisco de Asís, fundado en el siglo XV, y también rico en obras de arte de pintores como Antonello Palumbo o Nicola da Novi.
Un vuelo entre patrimonio
Entre estas dos localidades que se tiñen de colores en las puestas de sol y supuran un aura de pesebre cuando las luces se encienden, hay mucho más en común de lo que pueda parecer. Conectadas por senderos que recorren el valle de Caperrino, salpicado de puentes y antiguos molinos de piedra seca -conocidos en el dialecto local como ‘chiang’-, gargantas y arroyos permiten disfrutar de un retiro natural a pocos minutos de ambas.
Otro camino conecta también las localidades, el Sendero de las Siete Piedras, un proyecto que recupera un antiguo sendero campesino de 2 km inspirado en las historias transmitidas oralmente de generación en generación y que cuenta con instalaciones visuales y sonoras. Por si fuera poco, los dos pueblos cuentan también con su propia vía ferrata, de longitud y desnivel muy parecidos, cuyos puntos de partida están unidos por el puente nepalí de los Dolomitas Lucanos.
Sin embargo, la forma más divertida, rápida y alucinante de cruzar de Castelmezzano a Pietrapertosa es realizando el Volo dell’Angelo, una tirolina de aproximadamente 1,4 km de longitud a una altitud de entre 800 y 1100 metros que conecta con un cable de acero ambas localidades. Entre los picos rocosos de los Dolomitas Lucanos, esta alucinante aventura pone a los amantes de la adrenalina a 120 km/h sobre uno de los paisajes más bellos de Italia.