Cuando cuerpo y mente se conectan, nada vuelve a ser como antes. No es fácil que ocurra, pero si tienes la fortuna de vivirlo te conoces a alguien con suerte. Desde el universo de leyendas y belleza en el que he pasado 24 horas, el Parador de Mazagón , todo se ve distinto. Allí, inmersa en el espacio protegido del Parque Natural de Doñana entre pinares, marismas, cañas y lagunas, solo pensaba en el tiempo que llevaba esperando para liberar mi mente, sin más preocupación que disfrutar de este paraje sin igual.
El sabor andaluz tampoco se me fue de la cabeza. Tanto fue así, que comencé a encadenar recuerdos de mi infancia, de mis raíces, de esos platos que llenan en todos los sentidos -sobre todo, después de disfrutar de un masaje relajante-, de la tradicional cocina marinera, pero también del tapeo y las raciones que tanto me gustan. Pocas cosas adoro más que unas gambas blancas de Huelva, las coquinas originarias de la zona o las fresas y frutos rojos de Palos de la Frontera. Aquí todos los platos de mar y montaña , que varían según la estación y se sirven tanto en su restaurante como en La Zalema del Atlántico, se elaboran con productos de primera calidad criados en tierra onubense ; de esos tan bien tratados que despiertan nuestro lado más auténtico sin necesidad de artificios.
Un festín bajo las estrellas con distinción Starlight
Al deleite saboreado sin prisa en este Parador integrado desde 1989 dentro del espacio protegido del parque natural se le suma un plus que me sorprendió al caer la noche: el cielo se abre ante tus ojos para regalarte un abanico de estrellas que parece interminable . Y es que este centinela del Atlántico que es hogar del lince ibérico cuenta con la distinción Starlight por su atmósfera limpia , un cielo despejado y libre de contaminación lumínica, lo que hizo que disfrutara como nunca antes de mirarlo y dejarme cautivar por la magia nocturna antes de acostarme.
Paisaje de película con acceso a una playa virgen que destila serenidad y abanico de actividades.
Me desperté escuchando a las golondrinas y experimentando una sensación de relajado bienestar. Hay que tener en cuenta que este oasis de 63 habitaciones está pensado para eso, para ofrecer descanso y desconexión. Ahora siento que este diario de 24 horas dura 24 minutos, ¿segundos, quizás? Caí rendida a los colores vibrantes del Parador, abrazado por palmeras y pinos piñoneros -que olían un bosque-, a la playa de arenas vírgenes e imponentes acantilados , inconfundible telón de fondo, a su situación privilegiada en la que me quedaría a vivir. Ahora entiendo que David Lean escogiera este lugar para rodar algunas de las escenas del emblemático filme Lawrence de Arabia . Aquí il dolce far niente -apreciar la serenidad y la belleza de la vida cotidiana- cobra sentido. Aquí reconectar con lo esencial es obligatorio. Y eso que muy cerca de aquí, en Sanlúcar de Barrameda, puedes subir a bordo del buque Real Fernando y conocer Doñana desde el agua de forma activa.
La aldea de El Rocío , la natal Moguer de Juan Ramón Jiménez -escenario de Platero y yo- o hacer rutas de senderismo lejos del ruido son otras de las actividades que me cautivaron. Pero me quedo con contemplar los flamencos que despliegan su 'alfombra rosa' en las aguas de las marismas o la “saca de yeguas”. Desde hace más de 500 años, los ganaderos de Almonte llegan al pueblo con las yeguas y los potros que pastan en el Parque Nacional; una tradición que también merece la pena vivir, de igual forma que contemplar las réplicas de La Pinta, La Niña y La Santa María , naves con las que Colón zarpó en 1492 desde el Puerto de Palos de la Frontera, a pocos kilómetros del Parador. Ligado al hallazgo de América también me impresionó el Monasterio de La Rábida, donde el descubridor del Nuevo Mundo se refugió buscando apoyo tras el rechazo inicial de su proyecto.
Mis recomendaciones en pos de satisfacer los cinco sentidos.
Satisfechos el sentido de la vista, el paladar y el oído con el sonido del mar y de las golondrinas al despertar o los movimientos de la fauna y flora del entorno, el olfato y el tacto no podían ser menos. El verbo respirar de un modo consciente cobra todo su sentido en el Parador de Mazagón. Recomiendo practicar yoga en la arena o bajo la luz de la luna , darte un chapuzón en la piscina de temporada, relajarte en la sauna y jacuzzi o elegir alguno de los tratamientos disponibles en el área de bienestar -faciales, corporales, envolturas o masajes, de cuya carta probé uno que me dejó como nueva-. Y quedarte con ganas de regresar, eso también.