Extensos campos de cultivo acompañan en el viaje a la coqueta ciudad de Évora, a la que llegamos en un tranquilo trayecto por carretera. Inmensos, coloridos, repletos de maíz y de trigo, de olivos y de vides —esas con cuya uva se elabora uno de los mejores vinos de todo el país— suponen la antesala perfecta al descubrimiento que está por llegar: la capital del Alentejo, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, espera dispuesta a cautivarnos.
Y lo hace enseguida, en cuanto ponemos un pie en su casco histórico, rodeado de vetustas murallas medievales que llevan protegiendo la ciudad desde el siglo XIV. En sus entrañas, las calles se retuercen en todas direcciones, subiendo y bajando cuestas flanqueadas por fachadas —algunas, encaladas; otras, forradas de azulejos—, en una suerte de laberinto empedrado que regala postales a cada paso. Así, entreteniéndonos en admirar la belleza que nos rodea, alcanzamos una de las plazas más bonitas y emblemáticas de la ciudad: la praça do Giraldo, y el vecino —y espectacular— Templo de Diana, punto de partida ideal al paseo y una invitación a mirar al pasado para entender, un pelín más, la historia de este singular lugar.
Y para ello viajamos en el tiempo hasta época romana: fue el mismísimo emperador Adriano quien mandó construir el que es, sin duda, uno de los grandes símbolos de Évora. En pie desde el siglo II, se considera uno de los templos mejor conservados de toda la península ibérica gracias a que en la Edad Media se tapió para ser utilizado para otros menesteres. Sus 14 columnas corintias se mantienen casi intactas, algo que resulta fascinante. Tras contemplarla desde todos los ángulos posibles, continuamos el camino hasta alcanzar otro de los monumentos que no hay que perderse de la ciudad.
ÉVORA DESDE LAS ALTURAS
Las 40 hectáreas del casco antiguo eborense atesoran en sus calles una joya arquitectónica que entremezcla elementos góticos y románicos: la Sé, considerada la catedral medieval más grande de Portugal. Construida en el siglo XII, escudriñar sus entrañas es admirar el esmerado trabajo realizado en los relieves de los apóstoles esculpidos en su pórtico, sus preciosas capillas y su claustro medieval, aunque la mejor parte llegará al subir a lo más alto de sus cubiertas y contemplar, desde sus torres, los majestuosos tejados de la ciudad desplegados a nuestros pies.
Para seguir tomándole el pulso a la coqueta urbe, nada como pasear por su calle comercial más emblemática, Cinco de Outubro, hoy repleta de negocios entregados al turismo. El lugar perfecto para hacer acopio de alguna que otra vianda o recuerdo —artículos de corcho procedente de los campos de alcornoques alentejanos, vinos locales en Ervideira Wine Shop o algo de artesanía cerámica— que llevar a casa antes de continuar con la ruta histórica.
¿Siguiente parada? A solo 6 minutos de reloj, alcanzamos la histórica Universidad de Évora, inaugurada en 1551 —aunque, posteriormente, permaneció inactiva durante dos siglos—. Un lugar con un aura especial, donde el ambiente académico convive con curiosos y visitantes que merodean por sus patios, pasillos y aulas embriagados por la belleza de sus espacios. Nos fijamos con atención en los azulejos en blanco y azul que decoran las paredes de las clases: cada uno de ellos narra una escena histórica. Junto a ellos, las mesas y pupitres de madera acumulan historias y anécdotas del pasado. La biblioteca, con un espectacular fresco cubriendo el techo, es lugar de paz y silencio, a diferencia de la animada cafetería, mucho más moderna, pero perfecta para tomar un refrigerio entre el ambiente más juvenil antes de continuar.
UNA SORPRESA INESPERADA
O no tanto, porque pocos son ya los que desconocen lo que se oculta tras las paredes del convento de la iglesia de San Francisco. De hecho, las colas de visitantes aguardando su turno para entrar se han convertido en algo de lo más usual. En el interior, la Capilla de los Huesos provoca reacciones de lo más diversas, desde el interés y la curiosidad, al rechazo más absoluto. ¿La razón? Más de 5000 esqueletos fueron recuperados por los monjes franciscanos para forrar paredes, techos, arcos y rincones de una sala de lo más singular. La intención era hacernos reflexionar, a quienes la visitáramos, sobre la transitoriedad de la vida humana y el compromiso de una permanente vivencia cristiana. Una experiencia, cuanto menos, para recordar.
Antes de abandonar el edificio, nos animamos a subir las escaleras que llevan hasta el Museo del belén del convento, en el que varias salas repletas de vitrinas exponen decenas de estos misterios, de todo tipo de tamaños, colores y formas, llegados desde los rincones más asombrosos del mundo. Desde su terraza, es posible admirar unas nuevas vistas de la ciudad: las que nos muestran el vecino Jardim Publico, un spot perfecto por el que pasear entre frondosos parterres, pavos reales y el bonito Palácio de Dom Manuel.
Desde tascas clásicas a modernos restaurantes, Évora no escatima en propuestas gastronómicas para probar la cocina alentejana
DE MESA Y MANTEL
No escatima Évora en propuestas gastronómicas con las que descubrir y, por supuesto, catar, las bases de la cocina alentejana. Desde tascas clásicas a modernos restaurantes de corte vanguardista, restaurantes familiares o cafeterías de especialidad pueblan las calles de su casco urbano tentándonos a cada paso.
En Dom Joaquim (restaurantedomjoaquim.pt), a un salto del convento de San Francisco, el aroma a carne asada atrapa nada más entrar en el local: aquí el porco preto y el bacalao protagonizan gran parte de la oferta de su carta, aunque no es solo su fidelidad a las recetas alentejanas lo que destaca, sino también un servicio caracterizado por su esfuerzo en hacer sentir a los clientes como en casa. Otro de los restaurantes que simbolizan esa idiosincrasia tan lusa es Botequim de Mouraria, en el que el matrimonio formado por Domingo y su esposa despliegan sus habilidades en cocina y hospitalidad en la pequeña barra de su restaurante, donde los comensales están contados: deberemos de ir temprano si queremos asegurarnos hueco entre sus 9 plazas.
La propuesta más alternativa la encontramos en Origens (origensrestaurante.com), el proyecto del chef Gonçalo Quieroz, que nos adentra en los sabores de la región a través de las reinterpretaciones que tan brillantemente realiza de sus recetas de toda la vida. Una experiencia gastro de lo más recomendada.
Y PARA DORMIR... MEJOR ENTRE VIÑEDOS
Los bellos paisajes que rodean la hermosa Évora nos reclaman de nuevo para tentarnos con fuerza a darnos el capricho de dormir entre idílicos viñedos, así que, ¿por qué no ceder al placer? Y resulta que la oferta es extensa, aunque hay dos proyectos muy especiales a los que resulta difícil decir que no. Uno de ellos se halla en el camino de Lisboa a Évora: L´and Vineyards (l-and.co) es un coqueto y estiloso hotel boutique al amparo del sello Relais & Chateaux que cuenta con 37 suites y lujosas villas en las que la naturaleza combina a la perfección con el diseño arquitectónico y el vino. ¿De qué manera? Gracias a que se encuentra abrazado por 6 hectáreas de viñedos que dotan a la bodega del propio hotel de la uva con la que elabora sus caldos, algo que nos permite, además, participar de interesantísimas catas guiadas e, incluso, elaborar nuestro vino.
El arquitecto brasileño Márcio Kogan se encargó de dar forma a su diseño inspirándose en la artesanía local, mientras que Michael Biberstein aportó su obra artística. Para dotar a la experiencia de aún más atractivos, L´and Vineyards cuenta también con un exclusivo restaurante, Mapa, gestionado por el reputado chef David Jesús y enfocado a llevar de la mano a sus comensales a través de los sabores de aquellos territorios alcanzados por los navegantes portugueses a lo largo de la historia. Su spa, además, está especializado en todo tipo de tratamientos con el vino y sus derivados como elemento principal.
Otro de los alojamientos que bien merecen la pena ser elegidos es Octant Évora (evora.octanthotels.com), desplegado a lo largo y ancho de las 11 hectáreas que ocupa Herdade de Perdiganito, la finca en la que se encuentra Este verdadero abrazo a la naturaleza más sublime, esa que tanto y tan bien caracteriza al Alentejo, se compone de 56 exclusivas habitaciones y 16 villas de estilo contemporáneo en las que no faltan los materiales orgánicos autóctonos ni constantes guiños a las tradiciones más presentes en la zona. Dos piscinas al aire libre complementan la extensa oferta de los servicios ofrecidos a sus huéspedes, que son invitados a disponer con total libertad horaria de todas esas prestaciones: aquí no hay límites en el reloj para desayunar, ni para usar el gimnasio, ni tan siquiera para darse un chapuzón. Así podremos disfrutar hasta embriagarnos a no poder más de esa esencia única que destila el Alentejo. Un paraíso del que siempre será difícil despedirse.