Ir al contenido principalIr al cierre de página
Qué ver en Sitges en 48 horas© Getty Images

Escapadas

Sitges en 48 horas: la localidad catalana con la playa más bonita, según la inteligencia artificial

Destino de festivales, playa, arte e historia. Todo lo que puedes visitar en una ruta de dos días por este paraíso costero, a menos de una hora de Barcelona.


31 de mayo de 2025 - 8:00 CEST

“Pues bien, yo amigos míos, iba caminando por el mundo, siguiendo terreno, saltando torrentes y barrancos, cuando un día vi una tierra donde hacía más sol que en los demás lugares, donde el cielo era más azul, el mar más azul también, las casas eran blancas y sin nieve, y todo era verde y florido, e hice alto…”. Así describía Santiago Rusiñol su primer encuentro con Sitges, una tierra de luz intensa, mediterráneo brillante y belleza serena que aún hoy sigue provocando ese mismo efecto en quienes llegan. 

playa sitges© Getty Images

Tanto es así que, casi un siglo después, un estudio basado en inteligencia artificial realizado por el portal británico CV Villas, la ha coronado como la playa más feliz del mundo: un rincón donde el clima, la arquitectura, el arte y una vibrante vida cultural —siendo afamada por su ambiente LGTBI+, por excelencia— se conjugan en una experiencia única. Mucho se habla de la Costa Brava, pero Sitges no parece que sea solo es un destino; sino más bien un estado de ánimo.

En apenas 48 horas, se puede experimentar esa mezcla de mar, historia, modernismo, gastronomía y libertad que convierte a este enclave catalán en algo difícil de definir, pero fácil de recordar.

sitges calles© Getty Images

DÍA 1: ENTRE CASAS INDIANAS, ARTE MODERNISTA Y CÓCTELES CON VISTAS

El primer contacto con Sitges empieza, casi siempre, con luz. Desde las terrazas frente al Paseo Marítimo, el desayuno se convierte en una suerte de bienvenida panorámica: el Mediterráneo extendiéndose con la brisa cálida abanicando, y ese ritmo pausado que define la costa catalana. 

Luego, la villa invita a caminar sin rumbo fijo. El Pati Blau, que como su nombre indica, es un encantador patio azul entre buganvillas, situado en el casco antiguo de la localidad. Es muy famoso por aparecer en obras de Santiago Rusiñol, y su belleza lleva a pensar que parece pintado para Instagram antes de que existiera. 

En el corazón del centro histórico, la plaza del Cap de la Vila actúa como eje simbólico de la vida en Sitges. Allí, bajo la mirada del reloj que corona la esquina, se levanta la casa de Bartomeu Carbonell, uno de los ejemplos más llamativos del legado de los llamados americanos sitgetanos, aquellos que hicieron fortuna en América y regresaron con nuevas ideas y recursos. 

Firmada por el arquitecto Ignasi Mas i Morell, su fachada despliega una serie de balcones modernistas que parecen esculpidos para el detalle. Hierro forjado, cerámica y líneas curvas se mezclan en una arquitectura que habla de otro tiempo, pero que sigue marcando la identidad estética del pueblo. 

Es una plaza viva, de tránsito constante, donde la historia se cuela en lo cotidiano con la naturalidad de quien siempre ha estado ahí. Cerca, merece la pena caminar por callejuelas como Fonollar, donde las fachadas blancas reflejan el sol con una intensidad casi cinematográfica.

Qué ver en Sitges en 48 horas© @museusdesitges

La herencia artística de Sitges no tarda en aparecer. El Museo del Cau Ferrat, antigua casa-taller del pintor y dramaturgo Santiago Rusiñol, conserva esa atmósfera de refugio bohemio. Muy cerca, el Museo de Maricel alberga una colección que abarca del arte medieval al siglo XX. Ambos espacios forman un eje cultural excepcional, pero no es necesario verlos todos en una mañana. Una visita pausada a uno de ellos combinada con una parada en la Playa de Sant Sebastià, justo a unos pasos, ofrece un equilibrio perfecto entre cultura y descanso.

Cuando cae la tarde, el paseo continúa con una caminata lenta por el paseo de la Ribera, donde la luz dorada del atardecer tiñe de cobre las fachadas y los reflejos del mar invitan a detenerse sin prisa. Es el momento perfecto para volver a conectar con el litoral, ya sea con un baño rápido en Balmins, más tranquila y discreta, o simplemente sentándose a observar cómo la vida fluye frente al Mediterráneo. Desde allí, el camino hacia el puerto de Aiguadolç es casi inevitable.

sitges paseo maritimo© Getty Images

El puerto de Aiguadolç se llena de luces tenues y promesas gastronómicas.  Suma 11 restaurantes, varios sus bares y cafeterías, dos hoteles junto al mar y el poblado marinero… donde no hay que irse sin probar algunos de sus pescados, arroces o fideuás

Si algo caracteriza a Sitges esto es, también, su oferta nocturna. La noche encuentra su propio pulso entre los bares del centro, sobre todo en los de la calle Dos de mayo, establecimientos que desde hace décadas sitúan a la localidad en un centro neurálgico de ocio y disfrute. 

ayuntamiento sitges© Getty Images

DÍA 2: ENTRE MERCADO, HERENCIA COLONIAL Y UN ÚLTIMO BAÑO DORADO

Con el nuevo día llega la dualidad: hay quienes eligen perderse temprano entre los puestos del Mercado Municipal, donde la vida cotidiana late en cada conversación y el aroma del marisco fresco se mezcla con frutas de temporada. O bien, quienes prefieren relajarse tras la noche de fiesta en una propuesta más tranquila, recorriendo las tiendas de diseño y artesanía de la Calle Mayor y sus alrededores, donde la moda local convive con objetos de autor.

calle dos mayo sitges© Getty Images

El itinerario se abre paso hacia la historia indiana de Sitges. Uno de los más curiosos entretenimientos es su Casa Bacardí, que se encuentra ubicada en plena plaza del Ayuntamiento. Sin embargo, no todo el mundo conoce su historia, pues lo cierto es que la marca Bacardí tiene una relación histórica con Sitges, ya que Facundo Bacardí Massó, el fundador de la empresa, nació en esta ciudad catalana. Aunque ahora la familia vive en Bahamas, por antaño, su emigración a Cuba en 1830 marcó el inicio de la historia de la empresa y su famoso ron. 

Así, Sitges ha honrado a Bacardí con un monumento en el Paseo de la Ribera y ha acogido en esta casa un espacio museístico dedicado a su fundador y al ron. Es posible realizar visitas guiadas a este espacio y hasta algunas privadas, así como disfrutar de mixologías enseñadas por verdaderos expertos que conocen bien a fondo el arte de la coctelería.

calles sitges© Getty Images

La tarde, ya sin prisa, es momento para detenerse frente al arte contemporáneo de la Fundación Stämpfli, donde más de 90 obras de artistas europeos dialogan con el Mediterráneo cercano. Desde ahí, se puede seguir caminando hacia las calas menos transitadas, como Balmins, perfectas para un último baño mientras la luz dorada del atardecer convierte el agua en espejo.

Como despedida, el Cementerio de Sant Sebastià, con esculturas modernistas entre cipreses y vistas abiertas al mar, ofrece una calma serena que condensa la esencia de Sitges: belleza, historia, arte, y horizonte.

desfile orgullo gay sitges© Getty Images

FIESTAS, CINE Y MÁS RAZONES PARA VOLVER

Pese a su tamaño contenido, Sitges ha logrado convertirse en una referencia internacional. Su Festival de Cine Fantástico, conocido como Festival de Cine de Sitges, se celebra cada octubre y convoca a los amantes del género con una intensidad que recuerda a Cannes en versión gótica. 

El Desfile del Orgullo Gay llena el paseo marítimo de color y reivindicación cada primavera. El Carnaval desata una energía irreverente y sofisticada a partes iguales. Y, en junio, las calles se cubren con alfombras florales durante el Corpus, recordando que la belleza aquí también se pisa.

Apenas a una hora de Barcelona, y en un trayecto precioso donde se conjuga el verde de su paisaje natural con el azul del mar, Sitges se erige como mucho más que una escapada. Es un lugar donde la luz tiene personalidad propia, donde el tiempo se curva entre lo bohemio y lo elegante, y donde, según la inteligencia artificial, la felicidad parece haber encontrado su playa favorita.

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.