Desde Madrid a Irún hay 473 kilómetros y una carretera que las une: la A-1, conocida como la Autovía del Norte. Se pueden recorrer de un tirón, pero es mucho más interesante ir parando en los desvíos que van apareciendo a lo largo del camino. Dejando a un lado las ciudades de Burgos, Vitoria y San Sebastián, que forman parte de la ruta, estate atento porque harán que el viaje sea mucho más ameno.

BUITRAGO DE LOZOYA (km 74)
La primera parada en este itinerario no podía ser otra que Buitrago, donde hay un museo con 60 obras de Picasso, una iglesia decorada con 26 deslumbrantes iconos pintados y, sobre todo, una muralla medieval de más de 800 metros de longitud, la única que se conserva íntegra en la región. Todas estas obras son asombrosas, pero no pueden compararse con la majestuosa curva que dibuja el Lozoya a su paso por el pueblo. Ofrece a la villa amurallada un foso perfecto y una vista difícil de olvidar a quien contempla, desde el adarve, sus aguas verdes y, a lo lejos, los montes de Somosierra.

CASCADA DE LITUEROS (KM 92)
Se ve desde la misma autovía, pero una parada tranquila merece la cascada más alta de la Comunidad de Madrid, justo antes de abandonar la región camino de Segovia. Para descubrir este deslumbrante espacio natural, también conocido como el Chorro de Somosierra, tienes que dirigirte al pueblo de Somosierra y tomar el sencillo y señalizado sendero conduce hasta su base tras caminar durante una media hora. Al llegar asombran los cuatro saltos consecutivos que dan las aguas del arroyo de la Peña del Chorro, el más alto de unos 50 metros.

RIAZA Y SUS HOCES (KM 103)
La tercera parada en este itinerario es una villa serrana con mucho encanto, llena de rincones, casas solariegas con soportales y calles que confluyen en una plaza Mayor muy singular, porque es ovalada y tiene forma de anfiteatro. No es lo único que atrae de Riaza, también su entorno natural: el puerto de la Quesera –con vistas a la sierra de Ayllón–, el hayedo de la Pedrosa y la maravilla natural de las hoces del río Riaza, unos cañones espectaculares donde vive una gran colonia de buitres leonados. Para una larga parada.

AYLLÓN (KM 103)
Toma la misma salida que lleva a Riaza, y continuando 20 kilómetros más por la SG-145, llegarás a este bonito pueblo segoviano que comienza a mostrarse nada más cruzar el Arco, la única puerta que conserva de su antigua muralla. A poco que empieces a caminar, alcanzarás la plaza Mayor, que guarda todo el sabor de las plazas castellanas, con sus soportales, el ayuntamiento, la iglesia y el pilón. Desde lo alto, la torre vigía de La Martina regala las mejores vistas del entorno.

SEPÚLVEDA Y LAS HOCES DEL DURATÓN (KM 115)
La N-110 enlaza la A-1 con la SG-232 que conduce a Sepúlveda. Una villa medieval con una plaza mayor pintoresca, mucho arte románico en sus iglesias y un buen número de asadores. La vieja cárcel aloja la oficina de turismo y la iglesia románica de Santiago, la Casa del Parque, donde se explica la formación de las hoces del Duratón, el espectacular espacio natural para descubrir después. Hay varios senderos señalizados para caminar junto a las aguas, pero más aventurada es la de navegar en piragua entre acantilados como rascacielos donde, para más vértigo y espectáculo, anida la mayor colonia de buitres leonados del mundo.

SANTO DOMINGO DE SILOS Y LA YECLA (KM 203)
El desvío que va hacia Lerma conduce, en 38 kilómetros por carreteras secundarias, hasta Silos, un pueblo en el Camino del Cid donde todo gira en torno a su monasterio benedictino, con un claustro que es una obra maestra del románico. Además de su botica —una fantasía farmacéutica— y su hospedería masculina, pensada para quienes buscan sosiego y silencio, está la experiencia única de escuchar a los monjes entonando cánticos gregorianos (abadiadesilos.es).
Muy cerca del monasterio, a solo 3 kilómetros en dirección a Caleruega, no puedes perderte el espectacular desfiladero de la Yecla, horadado por las aguas del humilde arroyo El Cauce. Una serie de puentes y una estrecha pasarela colgante permiten recorrer a pie sus 600 metros de longitud entre el estrépito del agua y la aprensión de pensar que las paredes pudieran cerrarse de golpe, pues en algunos tramos apenas superan los dos metros de ancho.

LERMA (KM 203)
Solo le separan 5 kilómetros de la autovía, pero suficiente para intuir que Lerma es un pueblo con empaque. No hay más que ver su perfil. Y así es, porque cuando te acerques a esta villa ducal situada en un altozano y con vistas privilegiadas, va a ir descubriendo un casco urbano del XVII asombroso. Tiene una de las plazas mayores más grandes de España, con soportales, murallas, un palacio ducal, colegiata –dedicada a San Pedro– y un monasterio, el de la Ascensión del Señor, famoso por la repostería que elaboran las monjas clarisas. Y para disfrutar de las vistas o dar un paseo el mirador de los Arcos, asomado al valle del Arlanza, tierra de vinos.

MONTES OBARENES-SAN ZADORNIL (KM 249)
La localidad de Oña, famosa por su impresionante monasterio de San Salvador, es la puerta de entrada a este parque natural al que dedicar no una parada, ¡un par de días!, porque está lleno de senderos para todos los gustos que alcanzan sus altas crestas calizas, sus frondosos hayedos, sabinares y barrancos profundos. Algunos comienzan en Frías –uno de los pueblos más bonitos de España, con su castillo, puente medieval y casas colgadas–, otros en la pequeña aldea de San Zadornil, y la que sigue el desfiladero del Purón, un cañón estrecho y muy escénico, lo hace en Herrán.

TOLOSA (KM 427)
Sea por sus fiestas gastronómicas, sus pinchos o por descubrir su encantador casco histórico, Tolosa es una parada indiscutible. Rodeada por el río Oria y uno de sus afluentes, en cuyas aguas los vecinos hacen piragüismo, de las murallas que se edificaron en la Edad Media para proteger el antiguo burgo queda el trazado de sus seis calles longitudinales y otras más pequeñas transversales, la puerta de Castilla, la del Puente de Navarra, que ofrece la vista más reconocible de la localidad, y también restos que se ven en el suelo del Tinglado (mercado).

HONDARRIBIA (KM 469)
Y rematamos este viaje en el mar, en un pueblo de diez. Con un castillo –el de Carlos V– en lo alto de su casco antiguo desde el que se contempla la bahía de Txingudi, el estuario que separa la playa que comparten este bonito pueblo y Hendaya. El paseo por las calles adoquinadas de la parte vieja, entre murallas, es obligado y acaba en la Marina, el barrio de pescadores, con sus casas de coloridos balcones llenos de flores y sus bares en los que es devoción entregarse al txikiteo. El monte Jaizkibel, una cresta rocosa que se extiende entre el mar y la desembocadura del Bidasoa, espera ahí al lado para excursiones con vistas al Cantábrico.