Y EL DE CUÉLLAR
Después de dejar atrás Aguilafuente, en 40 minutos se alcanza Cuéllar, que es también un conjunto monumental impresionante que sorprende de un vistazo por sus dos torres góticas y siete románicas, aparte de esa especie de ciudadela con restos de murallas y una puerta en torno al castillo-palacio del Duque de Alburquerque. El castillo fue usurpado por Enrique IV a su hermanastra Isabel (la futura reina Católica) y concedido a su favorito don Beltrán de la Cueva, primer Duque de Alburquerque. Este construyó un nuevo y suntuoso palacio que fue rematado por sus sucesores.
El patio de armas es espléndido, de lo mejor que el Renacimiento ha dejado en España. También es renacentista la galería de la fachada suroeste. Aunque la fábrica del castillo es dominantemente gótica y mudéjar, la mayoría de las ventanas son renacentistas, algunas platerescas, y quitan hierro a la mole militar, dando finura de palacio. Fue utilizado como cárcel y, aunque actualmente sigue perteneciendo a la casa de Alburquerque, lo ha cedido al Ministerio de Educación para su uso como instituto de enseñanza secundaria.
Hay visitas guiadas todos los días y teatralizadas los fines de semana y festivos.
Después de ver su rico patrimonio, como la antigua judería, el hospital de Santa María Magdalena y, sobre todo, el Centro de Interpretación del Arte Mudéjar, ubicado en la iglesia de San Martín, la parada gastronómica hay que hacerla en San Francisco (sanfrancisco.com), la primera fonda que abrió en Cuéllar, o en San Pedro Refectorio (refectoriodesanpedro.es). Aunque si lo que se quiere es probar la carne de buey, la dirección es la Brasería de Cuéllar (labraseriadecuellar.es).