Vinos, salinas y atardeceres, así conquista Chiclana de la Frontera

El Atlántico alcanza su máxima belleza en la Costa de la Luz, y eso lo saben bien en este pequeño pueblo de acento gaditano que presume de playas infinitas, sí, pero también de una larga historia, de puro arte y de una rica gastronomía.

Por CRISTINA FERNÁNDEZ

Trimilenaria, viticultora, salinera y artista…, si de algo puede sentirse orgullosa Chiclana de la Frontera es de derrochar magia a raudales. Se percibe al caminar por su casco histórico, repleto de encantadores rincones, al perderse por sus singulares esteros rebosantes de vida y al entregarse a las frescas aguas del Atlántico en cualquiera de sus arenales. 

Dicen que en su territorio se hallaba el templo de Melkart, donde descansó para siempre el eterno Hércules. En su lugar, hoy se alzan los restos de un castillo del siglo XVII que rememora épocas pasadas y protagoniza maravillosas puestas de sol. Situado en medio del mar, visitarlo es tan simple como contratar una de las excursiones guiadas que se organizan a diario desde la barriada de Sancti Petri. De su pequeño puerto deportivo zarpa el barco que, tras un breve trayecto, alcanza la isla.

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De vuelta a tierra firme, no hay nada como dar un paseo entre las decadentes fachadas de lo que un día conformó el barrio almadrabero de la localidad. Poco queda ya de aquel pasado glorioso en el que la pesca y la conserva del atún era el motor de vida. Una industria que alcanzó su punto álgido en el siglo XX, cuando contó hasta con 2000 trabajadores. Tiempo después, el pescado comenzó a escasear, y el negocio se vino abajo. 

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Los muros medio derruidos de aquellas construcciones rememoran, sin embargo, su origen, a través de atractivos murales. Sobre fondos blancos y azul añil aparecen pintados hoy los dibujos de atunes, pero también de ballenas, medusas o tortugas marinas. Junto a ellos, donde en el pasado se halló la casa del encargado de hacer funcionar el faro de la isla de Sancti Petri, ahora se encuentra un restaurante en el que disfrutar de las delicias marinas de la zona: La Casa del Farero (lacasadelfarero.es), cuyos fogones funcionan bajo las directrices de la chef malagueña Meme Rodríguez. 

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También recomendable es el mítico chiringuito Bongo (bongoplaya.com), sobre todo, si uno se anima a darse un baño frente a la Punta del Boquerón, ya perteneciente a San Fernando. Junto a él, incontables empresas de alquiler de kayaks y tablas de pádel surf tientan a practicar algún deporte en sus aguas tranquilas. 

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EL CORAZÓN CHICLANERO SABE A PALOMINO 

Pero para tomarle el pulso a este pueblito sureño, lo mejor es poner rumbo a su casco histórico, dividido por el río Iro en dos barriadas, El Lugar y La Banda, que concentra la esencia chiclanera. Un alma cuyo patrimonio queda patente en la iglesia de San Juan Bautista, ejemplo de neoclasicismo gaditano y una de las joyas arquitectónicas de la localidad, o en la de San Telmo, donde se halla la Virgen de los Remedios, patrona de la localidad.

El alma de Chiclana también se encuentra en sus bodegas, señoriales templos en los que se macera y se da vida a algunos de los caldos más apreciados del sur. La localidad forma parte del Marco de Jerez, y aunque hubo una época en la que llegó a contar con hasta 90 bodegas diferentes, hoy son cuatro las que sobreviven. En el centro, ocupando 11 enormes naves, la Cooperativa Unión de Viticultores Chiclaneros (bodegacooperativa.com), fundada en 1914 y de la que forman parte casi 200 viticultores, continúa apostando fuerte por mantener viva esta tradición.

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Y es que Chiclana presume de tener 250 hectáreas de viñedos en su término municipal. Cultivos en cuyas tierras de barros, arenas y albarizas crecen la uva palomino y la moscatel, variedades insignes de esta D.O. tan apreciada en el mundo entero. Una visita guiada a las instalaciones permitirá conocer todos los pormenores de su cultivo y producción, pero también catar el sabor de este tesoro líquido gaditano. 

Para continuar aprendiéndolo todo sobre sus raíces –gastronómicas y culturales–, será buena idea dar el salto hasta el Centro de Interpretación del Vino y la Sal (vinoysal.es), situado junto al siempre ambientado mercado de abastos. Allí, entre paneles y pantallas interactivas, se descubrirán los detalles no solo de los caldos chiclaneros, sino también de uno de sus paisajes más descriptivos: las salinas, en cuyas aguas se desarrolla un arte muy peculiar: la pesca de estero.

Para rematar la visita, el centro cuenta con un espacio expositivo dedicado a la Colección Marín, a su mítica muñeca y a la fábrica que situó en el mapa de España, durante muchos años, este pequeño enclave gaditano. 

CHICLANA TAMBIÉN ES BLANCA

Las singulares salinas se han encargado de colorear el paisaje. Por eso, es obligado  hacer una parada en algunas de ellas, como las Salinas de Chiclana (salinasdechiclana.es), las únicas artesanales. Tan peculiar es este universo, que incluso cuentan con un centro de interpretación donde conocer el funcionamiento de este arte. Una visita guiada por sus diferentes vueltas –las de periquillo, las de retenida–, como se denomina a los pasillos por los que transcurre el agua desde las marismas hasta las salinas para alcanzar los calentadores o cristalizadores, nos permitirá descubrir in situ todo tipo de curiosidades, ¿por ejemplo? Que al calor del verano los 37 gramos de sal por litro de agua alcanzan los 300, obteniendo así los diferentes tipos de sal: la flor de sal, la sal virgen y la de escamas.

Pero la industria salinera abarca también un aspecto más: la pesca del estero. ¿Y en qué consiste? En que el agua del mar llega hasta las piscinas a través de diferentes compuertas por las que se cuelan también miles de peces. Lubinas, doradas o lenguados son algunas de las especies que continúan su crecimiento de manera salvaje en sus aguas, alimentándose de los microrganismos y algas que en ellas crecen. El proceso se desarrolla de esta forma hasta finales de cada año, cuando se produce el despesque, la técnica artesanal por la que, a través de redes, es capturado todo aquel pescado que haya alcanzado el tamaño óptimo para su consumo. En las propias instalaciones hay un restaurante donde se puede degustar este producto en sus diferentes variedades. 

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Y para culminar la experiencia a lo grande, durante los meses de verano el complejo salinero se transforma también en un spa natural para disfrutar de masajes, baños de barro y piscinas con alto contenido en minerales beneficiosos para la salud. ¿Se puede pedir más?

LA DESPEDIDA, FRENTE AL MAR

Toca decirle adiós a esta encantadora localidad y para ello nos acercamos a la zona más moderna de Chiclana. En Novo Sancti Petri se concentran extensos campos de golf y algunos de los hoteles más lujosos de la Costa de la Luz. Aquí, en primera línea de la playa de la Barrosa, se encuentran el mítico Royal Hideaway Sancti Petri (barcelo.com), con sus elegantes y modernas habitaciones, o el Gran Meliá Sancti Petri (melia.com), donde la exclusividad marida a la perfección con el trato más íntimo. Entre sus cinco propuestas gastronómicas está Alevante (alevanteangelleon.com), liderado por Ángel León, el «chef del mar».  

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El broche final lo pone el chiringuito que lleva siendo, desde su apertura en 2020, el nuevo place to be de Cádiz: El Cuartel del Mar (elcuarteldelmar.com). Este espacio gastronómico a los mandos del joven chef Manuel Berganza tiene el producto local como protagonista y conquista con propuestas tan tentadoras como las alcachofas a la brasa y queso Payoyo, o el tarantelo en tataki sobre escabeche.  

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El moderno diseño de este espacio que ocupa un antiguo cuartel de la Guardia Civil frente a la Torre del Puerco, en plena playa de la Barrosa, le ha valido ya varios premios de arquitectura. ¿La mejor manera de comprobar su éxito? Disfrutando de sus diferentes escenarios, como su patio interior, su terraza o su sala dedicada a exposiciones. Por último, y siempre con un exquisito cóctel en la mano obra del maestro Luca Anastasio, llegará el momento de contemplar la deslumbrante puesta de sol desde su azotea. Un recuerdo único con el que regresar a casa.  

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