Liv Tyler comenzó su carrera en plena adolescencia. Con catorce años, su madre y ella hicieron las maletas, dijeron adiós a Maine y entraron en la ciudad de Nueva York con el deseo formal de conquistarla rápidamente.
Su madre le enseñó los primeros pasos y giros. Ella, alumna precoz, caminó por la pasarela con todo el arte que, años después, demostró que llevaba dentro. Liv tiene una hermana por parte de padre, Mia, que también se ha dedicado a la moda y la publicidad, de la mano de Lane Bryant. Ambas desfilan con el ritmo derivado de los genes de un padre rockero por excelencia. Nada menos que Steven Tyler, de Aerosmith.
Sin embargo, el paso de Liv por las pasarelas fue breve. Muy pronto descubrió que su verdadera pasión era la interpretación. Entre 1993 y 1996 su carrera despegó con siete películas de calidad desigual. Tal vez, el verdadero descubridor de la mirada transgresora de Liv Tyler fue el genial Bertolucci. En Belleza robada Bertolucci canta a la magia de la juventud que descubre los misterios, los placeres y dolores de una vida que le queda por delante, en una villa de la Toscana. Un argumento que contó con el voto a favor de muchos espectadores que buscan en la pantalla posibles historias de un pasado por reconstruir.
Bertolucci la impulsó a los brazos de directores de la talla de Pat O'Conor, Robert Altman o Peter Jackson. Y ella, en cuanto a los revoloteos sentimentales, vivió arropada bajo los brazos de Joaquin Phoenix, hasta noviembre de 1998. En febrero del 2001 pareció confirmarse su relación con el músico Royston Langdon. Música, moda, cine y belleza parece ser el cuadrado perfecto en el que habita aquella que dejó radicalmente la moda "para concentrarme únicamente en mi carrera como actriz".
