Seguro que ha oído hablar de este problema o, incluso, lo ha padecido. La popularmente conocida retención de líquidos es un término impreciso que no tiene un uso habitual en medicina. Podríamos decir que el término técnico que normalmente se usa es el de edema.
Desde un punto de vista médico, se define como el aumento anormal del líquido intersticial que rellena los espacios entre las células. El líquido, por lo tanto, se encuentra fuera de las células de la región edematosa: para que nos entendamos, el edema es la acumulación de líquido en los tejidos.
Existen diferentes tipos de edema, de tal forma que se pueden clasificar según diferentes criterios. Uno de ellos y a efectos prácticos el más utilizado, es la clasificación por el grado de extensión: localizado (hinchazón en una pierna) o generalizado (hinchazón difusa que afecta a todo el cuerpo, el llamado anasarca).
La retención de líquidos popularmente conocida suele hacer referencia a algunos tipos de edemas localizados. Estos se deben principalmente a la disminución de la circulación linfática y al aumento de la presión venosa en el segmento corporal afectado. Estos edemas que se producen por causas principalmente mecánicas se denominan edemas mecánicos. Otro tipo muy común de edema localizado, que también se encuadraría en la popular retención de líquidos, es el inflamatorio, que está producido por un aumento de la permeabilidad capilar.
Causas. Entre las principales causas del edema encuadrado en la popular retención de líquidos, cabe destacar:
Cuidados especiales. En las personas que, por la causa que sea, tengan tendencia a desarrollar edemas, es recomendable seguir las siguientes pautas y cuidados:
Tratamiento. Ante la aparición de edemas se debe acudir al médico de cabecera en cuanto sea posible. Tras el estudio del problema y la realización de las pruebas que se consideren oportunas para una adecuada orientación diagnóstica, se planteará una estrategia terapéutica. En cualquier caso, se recomendaran los cuidados especiales, pero, en ocasiones, será además necesario iniciar un tratamiento farmacológico asociado o no a una dieta específica.
Consejos nutricionales. Para evitar la retención de líquidos hay que seguir una dieta baja en sodio, por tanto la primera medida a adoptar es reducir la sal en las comidas. Para que las comidas no resulten insípidas y realzar el sabor de los alimentos se pueden usar como sustitutivo hierbas aromáticas, vinagre, limón, ajo o cebolla.
Pero no todo el sodio se ingiere a través de la sal de mesa. Todos los alimentos lo contienen en mayor o menor proporción, por eso, es necesario también evitar aquellos que contengan mayor cantidad: embutidos, conservas, quesos (excepto los quesos sin sal), ahumados, curados, biscotes, pan con sal, pastillas de caldo, sopas y purés comerciales, aguas minerales con gas, alcohol, etc.
Lo mejor es seguir una dieta rica en verduras, hortalizas, fruta, legumbres e hidratos de carbono complejos (pasta, arroz) y alimentos ricos en potasio en general. Entre las verduras y hortalizas más recomendadas se encuentran las patatas, calabaza, tomate, calabacín, berenjena, espárragos, setas y alcachofas. Y de las frutas la más aconsejable es el plátano, por su alto contenido en potasio. Por otro lado, también es importante beber agua (aproximadamente dos litros al día) y, preferiblemente, fuera de las comidas.