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El acceso a la residencia de los Reyes se realiza atravesando un sencillo jardín con un estanque de tres surtidores. Ondeando sobre el porche, el guion de Felipe VI con su escudo de arma. Se llega al vestíbulo y al hall de la vivienda, el espacio desde el que se distribuyen todas las estancias de la casa y desde el que sale la escalera de caracol que conduce directamente al piso donde se encuentra el reducto privado del matrimonio y de sus hijas: dormitorio principal, con dos vestidores, dos cuartos de baño y una sala de estar con chimenea aproximadamente; tres dormitorios más —ocupados por la princesa Leonor y la infanta Sofía— con dos baños y una pequeña sala de estar, un despacho, un antedespacho, destinados al gabinete del Rey, y una gran terraza. En la imagen, sonrientes, felices y relajados... La imagen más familiar de don Felipe y doña Letizia con sus hijas en el salón de su casa.

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No hay ni una sola decisión que no fuera tomada en su momento por el Rey en lo que a la construcción y decoración de su hogar se refiere, desde el lugar donde había de ser edificado a cada detalle de cada estancia, como la biblioteca de la imagen. La estancia, de estilo gustaviano, está presidida por un retrato de la reina Sofía (1988) de Alcaraz. Doña Letizia no tocó nada a su llegada, solo se preocupó de rellenar los huecos libres con sus libros y de adaptarse a una existencia que jamás imaginó. 

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La residencia de los Reyes, de estilo renacentista castellano y decorada con muebles portugueses heredados de los Condes de Barcelona, tiene grandes ventanales de teca oscura y una diminuta terraza sobre el porche.

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Si marcó su entrada a los cuarenta abriéndonos las puertas de su residencia en la Zarzuela y compartiendo un momento de su intimidad familiar, en la que don Felipe y doña Letizia leían cuentos a sus pequeñas en la zona de estar de su comedor, en la llegada a los cincuenta convidó a los españoles a su mesa en un almuerzo de los Reyes y sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, de un festivo cualquiera. La mesa de más tamaño de la estancia, que se encuentra bajo una lámpara de araña antigua, se reserva para ocasiones extraordinarias y para un mayor número de comensales, pero el común de los días la Familia Real prefiere ser simplemente familia y almorzar en una mesa redonda de pequeñas dimensiones con inmejorables vistas.

FOTO: Casa Real

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 Federido y Mary de Dinamarca abrían en 2016 las puertas del palacio de Amalienborg, su residencia oficial, con motivo de una cena con el comité asesor del Foro Global Green Growth. Gracias a este compromiso, descubrimos la sobriedad y el gusto por lo clásico de una de las dependencias de palacio.

Los interiores de estilo neoclásico, se caracterizan por las líneas rectas, las pilastras y su simetría. También destaca la elección de colores – algunos un poco atrevidos para los estándares de la época. Una decoración cuidada al detalle en la que impera el color azul de las paredes, a juego con las grandes cortinas. Las puertas de la estancia contrastan en blanco con detalles en oro. Lacados en oro también están los marcos del espejo y los dos cuadros que adornan la estancia. Uno de ellos es de temática bélica, mientras que el segundo refleja un paisaje nevado.

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Federico y Mary de Dinamarca residen en el pabellón de Federico VIII situado al noreste del complejo palaciego de Amalienborg. Este palacio fue la residencia de la reina Íngrid de Suecia hasta el año 2000. Reina en la estancia de la imagen una gran lámpara de araña de cristal y se aprecia el gusto por la cerámica como elementos decorativos. Dos lámparas de porcelana, sobre mesas de cristal, una a cada lado del sofá, decoran la habitación. Sobre la consola situada frente al espejo se sitúa un gran jarrón, que se intuye de porcelana china antigua, y otros más pequeños junto a diversas vasijas encima de otra de las consolas. La estancia está presidida por dos sofás, de tres plazas, en color beige y un par de butacas Luis XV, lacadas en oro y con un tapizado a juego con los sofás.

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Victoria y Daniel de Suecia invitaron al palacio de Haga, su residencia familiar, a los Duques de Cambridge durante su visita a Escandinavia de la pasada semana. La bonita villa, de estilo italiano, en la que crecen la princesa Estelle y el príncipe Oscar es como un sueño para la princesa Victoria, según confesó en una entrevista concedida a Radio de Suecia (SR, Sveriges Radio): “Haga supone un sentimiento especial para mi familia y para mí. Mis abuelos paternos, el príncipe Gustavo Adolfo y la princesa Sibila, vivieron en Haga con sus hijos. Y mi padre, el actual Rey, nació aquí. Puede parecer raro, pero nunca he tenido la posibilidad de conocer a mis abuelos, y vivir en Haga me da una sensación de estar más cerca de ellos. Siento como que el círculo se ha cerrado”.

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El palacio de Haga, conocido antiguamente como Pabellón de la Reina, se ubica en el impresionante parque —de estilo inglés— de Haga (Solna), a las afueras de Estocolmo. Tiene 41 habitaciones y una superficie de 3.000 metros cuadrados. Las obras de restauración llevadas a cabo para habilitar la casa han sido valoradas en más de cinco millones de euros. Los príncipes Victoria y Daniel costearon la parte privada —16 habitaciones del edificio—, y la renovación del resto corrió a cargo de la Agencia de Propiedad Estatal, teniendo en cuenta que Haga debe tener también funciones de representación. Los Príncipes participaron desde el principio en el proyecto de restauración de su hogar y contaron con el apoyo de la princesa Magdalena, que les ayudó con algunos detalles de la decoración y se ocupó de elegir toda la tapicería. En la imagen, las sillas doradas con tapicería de color naranja dan el toque de color a la estancia, en la que predominan el blanco y el gris.

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Victoria de Suecia abrió las puertas de su residencia en Haga con ocasión de su 40º cumpleaños. En la imagen, la princesa Victoria, impecable de blanco, posa sentada en el respaldo del inmaculado sofá de diseño moderno de la estancia, ante la chimenea del gran salón con las armas de las familias Bernadotte y Sahsen-Cobug-Gotha.

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La luz, ese bien tan preciado en los países nórdicos, donde en invierno anochece alrededor de las 3 de la tarde, se potencia en la residencia familiar de Victoria de Suecia con paredes, alfombras y puertas blancas.

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En la imagen, la biblioteca. La princesa Victoria conservó parte del mobiliario de sus abuelos, el príncipe Gustavo Adolfo y la princesa Sibila —incluyendo la lámpara de araña— y restauró la chimenea construida en 1930. El cuadro que preside la estancia es una vista del palacio de Haga en la época de Gustavo IV Adolfo, obra de Louis Belanger. 

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En el libro que salió publicado después de celebrarse su matrimonio, titulado Nuestra boda, la Princesa dejó claro que quería usar "lo que los abuelos tenían para reproducir el ambiente que había en Haga". El comedor, sobre estas líneas, que ha vuelto a tapizarse en azul, está dominado por una mesa ovalada que puede dar cabida a 36 comensales y tres ventanas desde las que se divisa la bahía de Brunnsviken.

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La invitación se había mantenido celosamente en secreto. El viernes 22 de abril de 2015 a las 19:15 horas, Barack y Michelle Obama se presentaron en el apartamento 1A del Palacio de Kensington. A los invitados de los Duques de Cambridge pronto se les unió un vecino, el príncipe Harry. Hoy, a compromiso pasado, volvemos a echar la mirada atrás y nos detenemos en los objetos de decoración de su residencia de Kensington y les conocemos un poco más a través de su hogar.

Reina en el salón de los Duques de Cambridge un ambiente acogedor y cálido. Los muebles antiguos de la estancia no perturban la sensación de intimidad, proporcionada por las numerosas lámparas de sobremesa, por los sofás y las butacas que aíslan la zona de estar, por los colores tenues de los elementos decorativos, por las alfombras… La librería lacada en blanco o la mesa de cristal de los sillones contextualiza el salón de palacio en las tendecias actuales de decoración de interiores.

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Las fotografías de la familia ocupan un lugar destacado en la antigua consola y otros muebles del salón. 

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Ni en el palacio de Kensington se desaprovechan los metros cuadros. Los Duques de Cambridge dedican uno de los balcones del salón como rincón de juego del príncipe George, donde durante un tiempo colocaron su caballito balancín y decoraron con varios almohadones el cubrerradiador a modo de banco.

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Los anfitriones brindaron al Presidente y la Primera Dama de Estados Unidos, entre cuestiones de relevancia y acuerdos a tratar, un momento de feliz intimidad con la familia cuando apareció el pequeño George a darles las buenas noches con su pijama de cuadros vichí y su albornoz bordado con su nombre. El principito se mostró impresionado al estrechar la mano del hombre más poderoso del mundo, pero fue el pequeño quien en realidad eclipsó al señor Presidente. Tras el príncipe George, el mueble librería blanco de los Duques, la mejor baza para rejuvenecer una estancia.

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Haakon y Mette-Marit de Noruega no iban a dispensar a sus invitados un recibimiento menor que el que obsequiaron Victoria y Daniel de Suecia a la pareja e invitaron también a su residencia a los Duques de Cambridge durante su estancia en el país nórdico. Anfitriones e invitados se sentaron en sofás blancos de diseño moderno, colocados uno frente al otro y separados por una mesa de centro de tela, junto a la chimenea de mármol que preside el salón. Al fondo, una librería verde menta decorada con varias fotografías de la familia.

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Carlos Felipe y Sofía de Suecia posaron por primera vez como familia con el príncipe Alexander en sus brazos con motivo del 37º cumpleaños del flamante papá. Eligieron como escenario para la sesión fotográfica el palacio de Drottningholm. Los colores pasteles (rosa y verde menta) consiguen que la palaciega estancia parezca dulce y liviana, convirtiéndola en la opción perfecta para los primeros retratos oficiales de un bebé.

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Máxima de Holanda es máxima. También lo son sus centros de mesa de flores. El rosa tiñe de optimismo con una pincelada aquí (el sillón de damasco), otra allá (el sofá de tres plazas), el salón de la idílica Villa Eikenhorst, en Wassenaar. Como no podía ser de otra manera, por otra parte, para la que es conocida como la Sonrisa de Holanda.

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