Hace tres años, la princesa Ingrid de Noruega celebraba su mayoría de edad con la máxima relevancia institucional, un evento que le brindó su abuelo, el rey Harald, y que fue acorde con su papel como futura reina de Noruega. El Palacio Real de Oslo abrió sus puertas para un desfile de tiaras al que acudieron hasta nueve casas reales y las autoridades del país. No faltaron los discursos íntimos, una foto de familia histórica y también las ganas de celebración, ya que se trató del mayor encuentro intergeneracional de miembros de la realeza de este siglo y además porque los fastos se habían retrasado por motivos sanitarios, ya que todavía coleaban los estragos de la pandemia. Entonces parecía el inicio de una era dorada para la Casa Real Noruega y una oportunidad para que diera un paso al frente la nueva generación, sin embargo, esa cita terminó siendo el prólogo de una tormenta institucional y emocional que aún resuena. Tres años, tres tiaras y tres grietas que todavía no se acaban de cerrar.
Desde primera hora de la tarde, el 17 de junio de 2022, Oslo se convirtió en el centro royal del mundo, ya que los invitados de la realeza llegaron al Palacio Real para acudir a una velada que recordó a las que organizaba el Gotha a mediados del siglo XX. Los reyes Harald y Sonia, los príncipes Haakon y Mette-Marit, la princesa Ingrid Alexandra, Marius Borg -el hijo que la princesa heredera tuvo antes de casarse-; el príncipe Sverre Magnus; la princesa Marta Luisa y su entonces prometido Durek Verrett, en la que ha sido su presentación oficial ante las monarquías; Maud Angelica, Leah Isadora y Emma Tallulah, primas de la cumpleañera; la princesa Astrid, hermana del monarca noruego; y Marit Tjessem, abuela materna de la homenajeada se encargaron de recibir a los invitados. Entonces comenzó un desfile sin precedentes para una fiesta de cumpleaños de este siglo.
Las tres tiaras de una nueva generación
La protagonista del día fue la princesa Ingrid, que lució por primera vez en público su tiara, una pieza heredada de la princesa Ingeborg de Suecia, sin embargo, la presencia de Amalia de Holanda y Elisabeth de Bélgica, ambas "coronadas" como futuras jefas de Estado de su país, también causó sensación, ya nunca antes se había dado la ocasión de que ellas, que también habían cumplido la mayoría de edad, se estrenaran con una tiara. La princesa Amalia, con la misma tiara con la que se casó su madre, la de estrellas, y del brazo de Felipe VI, el que luego sería su "protector" en Madrid. Hay que recordar el tiempo que la heredera de la Corona de los Países Bajos se tuvo que trasladar a España por motivos de seguridad y para poder continuar con sus estudios, un tiempo que tanto la princesa como su padre, el rey Guillermo Alejandro agradecerían a los reyes Felipe y Letizia, como padres y como amigos.
Por su parte, la futura reina de los belgas llevó una pieza histórica, pero poco conocida: la princesa Elisabeth debutó con un diseño floral de aire soberano -regia, alta y llamativa, una pieza pensada para el futuro- que le habían regalado sus padres también por su mayoría de edad. En su caso, la sorpresa fue todavía mayor, puesto que Elisabeth será la primera soberana por herencia directa, es decir, las cuatro reinas anteriores fueron consortes y empezaron a llevar tiaras cuando se casaron, no al cumplir los 18 años.
Aunque sin joyas reales, debido a su edad, la presencia en la fotografía oficial de Estelle de Suecia, que en solo tres años ha crecido muchísimo, y del pequeño Charles de Luxemburgo, que acaba de cumplir ahora los cinco años, completó la estampa del futuro de las monarquías europeas. Una cita en la que los grandes ausentes fueron la princesa Leonor y Christian de Dinamarca, que también protagonizó un gran cumpleaño real, al que sí acudió la princesa Ingrid de Noruega, acompañada por sus padres, los príncipes herederos Haakon y Mette-Marit.
Emotivos discursos para el prólogo de un terremoto institucional
La parte más emotiva de la velada llegó con el turno de los discursos. El rey Harald le dijo a su nieta: "Te lo he dicho varias veces, pero a un abuelo se le permite repetir su consejo más importante una y otra vez: sé tú misma. Y confía en que es suficiente". Cuando llegó el turno de la princesa Ingrid salieron a la luz muchos detalles familiares, ya que habló de los reyes Harald y Sonia como los mejores "niñeros" que se puede tener, antes de continuar destapando otras curiosidades de la vida familiar. "Queridos mamá y papá, muchas gracias por todo lo que me habéis dado. Mamá, podemos hablar de cualquier cosa. Gracias por recostarnos juntas en el sofá y ver series como Sexo en Nueva York. Realmente aprecio todo lo que haces por mí. Papá, gracias por llevarnos a esquiar y surfear. Tú lo arreglas todo y estás tranquilo cuando los demás no lo estamos. Estoy muy agradecida de que me apoyes y sé que siempre lo harás. Te tengo mucho cariño. Queridos Marius y Magnus, sois mi red de seguridad", dijo la princesa Ingrid, unas palabras que, después de saltar el caso Marius Borg, han sido muy analizadas, ya que algunos se preguntaban por la posible influencia que tendría el hermano mayor en la futura reina.
Lo que pareció el comienzo de una época dorada para la Familia Real noruega, sobre todo por la buena aceptación de la princesa Ingrid, heredera del heredero, ya que hay que recordar que la joven que actualmente tiene 21 años, ha completado su formación militar y pronto comenzará sus estudios universitarios en Australia, comenzó a torcerse justo después. Si bien el 18º cumpleaños de la princesa se presentó como el momento idóneo para que la princesa Marta Luisa de Noruega presentara de forma oficial a su entonces prometido, el chamán Durek Verrett, el resultado no fue el esperado. Las controversias, tanto por determinadas declaraciones como por negocios privados, llegaron a tal punto que la única hija del rey Harald decidió dar un paso atrás y salir de la institución para poder llevar una vida independiente y también tener su boda de ensueño.
A la boda de la princesa Marta Luisa, que tuvo lugar el 31 de agosto del 2024, no acudió Marius Borg, ya que ese mismo mes se produjo la primera detención policial del hijo de la princesa Mette-Marit, que fue solo el inicio de una investigación que todavía está en marcha. Así que el 18º cumpleaños de la princesa Ingrid, también pasó a la historia como el último acto oficial al que asistió Marius, que entró en la Familia Real de Noruega con cuatro años.
No tuvo una adolescencia y juventud exentas de polémicas, pero su caída en desgracia comenzó el 4 de agosto del pasado año cuando el hijo mayor de Mette-Marit fue detenido en una intervención policial acusado de causar lesiones "físicas y psicológicas" a una mujer. Poco después, él mismo reconoció los cargos que le imputaban, pidió perdón a su pareja y a su familia y se comprometió a someterse a un tratamiento para superar sus adicciones. La búsqueda de redención fue en vano, ya que el caso Marius no ha hecho más que crecer. Nuevas acusaciones, otros dos arrestos, y varios delitos imputados podrían hacer que Marius se enfrente hasta 10 años de prisión.
Una situación extremadamente complicada para la familia real o como el propio Harald de Noruega expresó en un discurso: "A veces la vida es simplemente difícil". Unas palabras cautas pero significativas las del Rey que, tras sus problemas de salud, anunció hace meses su intención de dar un paso a un lado, lo que implicaría un mayor protagonismo de la pareja heredera. Vivía entonces la princesa Mette-Marit un gran momento. Su salud le estaba dando una tregua -padece fibrosis quística, lo que desde 2018 limita su presencia pública- y su agenda parecía más nutrida de lo habitual. La casa real distribuyó entonces varios retratos oficiales de los príncipes herederos que parecía ilustrar la nueva era de la monarquía noruega.
El gran batacazo para Mette-Marit fue la detención de su hijo, no solo por el lógico dolor de una madre, sino también porque se llegó a cuestionar si la Princesa había tratado de influir en la investigación al ponerse en contacto con la denunciante, es decir, la que era su nuera. A todo esto hay que sumar un empeoramiento de su enfermedad que mermó sustancialmente su actividad pública. Con la baja intermitente de la Princesa, los planes del rey Harald de bajar el ritmo en sus últimos años de reinado van a tener que esperar y lejos de abrir una nueva era, el monarca trata de mantener a flote la actual. Bajarse del barco no es una opción para él, que siempre ha descartado la posibilidad de abdicar, por lo que solo le queda capear el temporal y proteger al futuro de la monarquía: Ingrid de Noruega. Tres años después de aquel inolvidable cumpleaños resiste los envites de las polémicas familiares y mantiene las cotas de popularidad más altas de la familia.