Desde el pasado febrero, cuando se extendió esta invitación sin precedentes en el protocolo diplomático de la realeza británica, Londres y Washington esperaban este momento: el recibimiento que los reyes Carlos y Camilla y los Príncipes de Gales han brindado al Presidente de los Estados Unidos y a la Primera Dama, Donald y Melania Trump. El Castillo de Windsor, la residencia favorita de Isabel II y el lugar que dio apellido a la Familia Real británica, vuelve a transformarse en un escenario diplomático repleto de simbolismo, tradición y gestos de proximidad personal. La bienvenida de hoy pasará a la historia, y no solo por la excepcionalidad que supone invitar por segunda vez a un mandatario extranjero a una visita de Estado, es que además la monarquía ha reescrito muchas de sus tradiciones con la intención de doblar honores, creando para la ocasión una ceremonia sin precedentes: procesión en carruaje, triple guardia de honor y, al caer la noche, una ceremonia de inédita en visitas de Estado. En un contexto marcado por la necesidad de reafirmar alianzas, Carlos III se luce al máximo y ocupa un papel clave como anfitrión y mediador.
Guillermo y Kate, como futuros reyes, han sido los encargados de la primera toma de contacto
Aunque fue en la noche del martes cuando el Air Force One aterrizó en el aeropuerto de Stansted, los Trump no han llegado a Windsor hasta este miércoles al medio día, ya que han pasado su primera noche en suelo británico en Winfield House, la residencia de 35 habitaciones del embajador estadounidense en Londres, y con una historia que merece la pena recordar. Horas antes, Donald Trump se había encargado de decir que esta segunda visita de Estado tiene la finalidad de encontrarse con su "amigo" Carlos III. "Él representa al país tan bien, es un caballero tan elegante", deslizó el mandatario estadounidense en un momento en el que el gobierno británico tiene los ojos puestos en los nuevos acuerdos de inversión.
Comienza una jornada sin precedentes
Con todas las miradas puestas en el Marine One, el helicoptero que trasportaba a los Trump desde Londres hasta Windsor, comenzaba una jornada sin precedentes. Siguiendo el protocolo que ya vimos el pasado julio con los Macron, la primera toma de contacto ha quedado en manos de los príncipes de Gales, es decir, han sido de nuevo Guillermo y Kate los encargados del recibimiento. En ese momento se ha tomado la primera imagen de Kate Middleton, con un vestido granate de Emilia Wickstead, y Melania Trump, que apostó por un traje gris oscuro de Christian Dior Haute Couture, zapatos de tacón de ante a juego y un sombrero de lana violeta. Hay que recordar que ambas habían coincidido en las visitas anteriores, pero entonces Kate no ocupaba el papel principal que sí tiene ahora como futura reina.
Guillermo y Kate se han encargado de acompañar a la pareja presidencial, en un breve recorrido a pie, al encuentro con los reyes Carlos y Camilla, que les esperaban en la puerta de Victoria House, una de las muchas residencias que hay dentro del Home Park, los terrenos reales de Windsor y donde esperaban alineados los carruajes, que han sido cerrados debido a la amenaza de lluvia y en contra del plan previsto. Hay que recordar que la reina Camilla, de 78 años, ha llegado a este encuentro recuperándose de una dolorosa sinusitis aguda que le hizo ausentarse del funeral de la duquesa de Kent, ceremonia que concentró a la realeza británica y sus satélites este pasado martes en Londres.
Los Reyes han dado la bienvenida oficial al Presidente y a la Primera Dama en el exterior, mientras se disparaban los saludos reales desde el césped oriental del Castillo de Windsor y desde la Torre de Londres, que también ha marcado la llegada de Trump al país, aunque en esta ocasión la agenda ha evitado actos oficiales o encuentros en la capital británica y los entornos urbanitas. Según la BBC, una decisión en parte motivada porque es allí donde han tenido lugar protestas multitudinarias durante los dos viajes anteriores del americano, tanto durante el viaje oficial del 2018, como en la primera visita de Estado que realizó durante su primera legislatura, en el 2019.
Nunca un Presidente de los Estados Unidos había recibido el honor de ser invitado dos veces a una visita de Estado en el Reino Unido
Además, en Windsor, que lleva días blindado con una imagen sin precedentes y bajo una gran operación policial dirigida por drones, se han levantado muros metálicos y portones de madera en torno a los jardines reales que rodean al castillo, que se ha presentado como un entorno más cerrado y controlable que la gran ciudad. Aunque no hay que olvidar que el motivo principal del traslado de los recibimientos de Estado al condado de Berkshire, donde está el Castillo de Windsor, se debe a la extensa renovación al que está siendo sometido el Palacio de Buckingham. Por otro lado, Londres también se ha esquivado para el encuentro entre Trump y el Primer Ministro, ya que Keir Starmer lo recibirá para sus encuentros este jueves en Chequers, su residencia campestre.
Después de la tradicional inspección de las tropas y de que sonaran los himnos nacionales, el Presidente y la Primera Dama se han unido a los Reyes y los Príncipes de Gales, en una procesión en carruaje por la finca de Windsor en dirección al castillo. El Regimiento Montado de la Caballería de la Casa Real ha proporcionado la escolta soberana para la procesión y todo el recorrido ha estado flanqueado por miembros de las Fuerzas Armadas, con tres bandas militares de los Royal Marines, el Ejército y la Royal Air Force.
La procesión oficial comenzó con Carlos III y Donald Trump, quienes encabezaron el desfile a bordo de la Irish State Coach, símbolo de la alianza entre ambas naciones, dos de las cuatro que constituyen el Reino Unido. Justo detrás, en la Scottish State Coach, viajaron la reina Camila y Melania Trump. En el tercer carruaje, en un landau semi estatal se unieron el Príncipe y la Princesa de Gales junto al embajador de Estados Unidos y su esposa, reforzando el vínculo entre las dos casas. El cuarto vehículo, un Ascot Landau, transportó a figuras clave de la administración Trump, entre ellos el secretario de Estado, Marco Rubio, y el enviado especial Steve Witkoff. Cerrando la comitiva, un segundo Ascot Landau llevó a los asistentes de mayor rango del presidente y la primera dama, completando una secuencia ceremonial sin precedentes en los jardines de Windsor.
Triple guardia de honor para Donald Trump
A su llegada al patio central del Castillo de Windsor, una Guardia de Honor, con los colores estatales de los Grenadier Guards, Coldstream Guards y Scots Guards (tres de los cinco regimientos de infantería de los Foot Guards del Ejército Británico) ha recibido a la comitiva. Este despliegue encierra otro gesto con el que agasajar al mandatario y marcar la diferencia, ya que es la primera vez en una ocasión de este tipo en la que han participado tres regimientos, normalmente se escoge uno. Además, la Guardia de Honor ha estado acompañada por una gran banda de los Foot Guards que han ofrecido un saludo real y han vuelto a interpretar los himnos nacionales con sus gaitas y tambores.
Con los cuatro en pie en el estrado real, el rey Carlos III ha invitado a Donald Trump a inspeccionar con la Guardia de Honor. Se ha repetido entonces la imagen del 2018, entonces fue Isabel II la que con un gesto directo indicó a Trump donde tenía que ponerse, a su izquierda. Esta vez no ha hecho falta, ya que el magnate y presidente neoyorquino ya ha cogido tablas en este tipo de encuentros. A esto le ha seguido un desfile militar de las Tropas del Rey, la Caballería de la Casa Real y la Guardia de Honor. Al finalizar ese último desfile de la mañana, ya que el despliegue de hoy no termina ni mucho menos aquí, los Reyes han invitado al Presidente y a la Primera Dama al interior del Castillo.
Ha comenzado entonces, ya a puerta cerrada, un almuerzo al que se han sumado otros miembros de la Familia Real y que ha tenido lugar en el Comedor de Estado del Castillo de Windsor, que no hay que confundir con el Salón de San Jorge que será el que se abra esta noche para el gran banquete de Estado y consecuente desfile de tiaras y alta costura que se espera. A esta comida le seguira un básico de los encuentros de Estado, la visita a una exposición especial de objetos de la Colección Real relacionados con Estados Unidos, en el Salón Verde.
Carlos III consolida una nueva tradición diplomática y doblará los honores al caer la noche
Y ya será por la tarde, cuando los Trump se desplacen a la Capilla de San Jorge, que está dentro de los muros del Castillo de Windsor, para depositar en privado una corona en la tumba de la reina Isabel II, algo que también hicieron durante su visita de Estado de julio el matrimonio Macron. Así que, aunque no forme parte del protocolo, todo indica que Carlos III está consolidando esta práctica como una nueva tradición diplomática cuidadosamente integrada entre los actos más formales. La visita a la tumba, en un entorno íntimo y solemne, permite a los mandatarios expresar respeto por la monarquía británica y por la figura de Isabel II, que sigue siendo un referente internacional incluso tras su fallecimiento.
Más tarde, los Reyes, la pareja presidencial y el Primer Ministro británico y su mujer se unirán en el césped oriental del Castillo de Windsor a familias militares británicas y estadounidenses para presenciar una ceremonia de Beating Retreat y aquí otro gesto excepcional con el que se quiere realzar la visita de Trump y doblar los honores. Ya que esta tradición militar antigua (data de la Inglaterra del siglo XVII) y solemne, normalmente se reserva a ocasiones muy especiales como los aniversarios de los propios regimientos, celebraciones nacionales o eventos con fuerte carga simbólica.
En el caso de la visita de Donald Trump, su inclusión ha sido cuidadosamente diseñada para reforzar la narrativa de cooperación militar entre Reino Unido y Estados Unidos. Según los medios británicos, contará con la participación de 1.300 efectivos militares, incluyendo 120 caballos y 200 músicos de las Fuerzas Armadas británicas. La ceremonia culminará con una exhibición aérea de cazas F-35 británicos y estadounidenses, en una demostración de fuerza aérea compartida y se espera un espectáculo de enorme potencia visual, ya que han sido convocados los Red Arrows, el equipo acrobático de la Real Fuerza Aérea. Esta es la primera vez que se realiza un vuelo conjunto de militares británicos y estadounidenses durante una visita de estado, un despliegue que no se vio, por ejemplo, en la reciente visita de Emmanuel Macron, lo que confirma que Carlos III lógicamente está utilizando elementos ceremoniales selectivos para marcar el tono de cada visita según el perfil del mandatario y el contexto diplomático.
En solo dos días, el reinado de Carlos III ha hecho historia y ha reescrito muchas de las tradiciones. Si ayer el soberano asistía al primer funeral real católico en 400 años, el de la duquesa de Kent, marcando un hito entre las relaciones de la Corona Británica con la Iglesia Católica, el recibimiento de hoy será recordado como la mayor bienvenida militar en una visita de Estado al Reino Unido de la historia reciente.