La infanta Elena, 'profe' de guardería

Por hola.com

Como antaño, la infanta Elena ha regresado a las aulas. Y es que la Duquesa de Lugo se ha convertido en la nueva profe de inglés de la guardería Micos, mi primer cole, una escuela, situada en la distinguida urbanización de El Viso (en el centro de Madrid), que acaba de abrir sus puertas en la capital y en la que, como no podía ser de otra forma, desde el pasado lunes, han empezado a asistir a clase sus hijos, Felipe Juan Froilán y Victoria Federica.

Diecisiete años después...
La vocación, como los dones, nunca se pierde. Y, en este sentido, tampoco la Infanta ha sido una excepción. Su amor por los niños y por la enseñanza nunca la abandonaron, y por eso ahora, cuando su marido, don Jaime de Marichalar, está prácticamente recuperado de la isquemia cerebral que sufrió en las navidades de 2001 y la familia, al parecer, establecida finalmente en Madrid, doña Elena ha decidido ejercer la profesión que estudió siendo universitaria -se graduó en Magisterio en 1986 y, tras varios cursos de especialización y apoyo a sus estudios universitarios, se licenció en Ciencias de la Educación en 1993-. Labor que llegó incluso a desempeñar en prácticas, durante nueve meses -desde septiembre de 1986 a junio de 1987-, en el que fuera su colegio, Nuestra Señora del Camino.

Maestra en el Bronx
Diecisiete años han transcurrido desde entonces. Casi dos décadas desde aquellas imágenes en las que una clase repleta de babis escuchaba atenta las explicaciones de doña Elena quien, con una vara apuntando a la pizarra, enseñaba inglés y humanidades a sus alumnos. Un paréntesis, no obstante, no tan largo como pudiera parecer a priori, pues la Infanta nunca se ha desvinculado completamente de la enseñanza. No en vano, durante su estancia en Estados Unidos -decidieron trasladarse a la ciudad de los rascacielos para que don Jaime pudiera recuperarse más rápidamente-, cuando sus hijos se encontraban en el colegio y [doña Elena] tenía más tiempo libre, se dedicó a enseñar a niños desfavorecidos del Bronx. Y es que el lugar no hace al monje.