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Isabel II© Getty Images

Impactante revelación sobre la reina Isabel II: sale a la luz un dato desconocido de su biografía

La doble de la Reina Isabel II de Inglaterra trabajaba en una fábrica de muñecas


16 de julio de 2025 - 12:45 CEST

¿Es o no es una fantasía de titular? Ahora, ¿es cierto? Pues… Chi lo sa… Con la política del no al desmentido de las Casas Reales —para no dar pábulo a la locura de la elucubración—, todo es posible (o no) porque no por guardar silencio los demás van a callarse. El caso es que la polémica vuelve a estar servida en el Reino Unido por un lado y la imaginación empieza a tomar el poder, por el otro, claro. Que ¿de qué hablamos? Pues de eso. Que la doble de la Reina Isabel II de Inglaterra trabajaba en una fábrica de muñecas y ya (porque no hay más). Desarrollado sería que a la Reina Isabel le sustituía en los actos públicos una mujer que fue encontraba en una factoría londinense de muñecas en línea porque (todavía) no había desarrollado el don de la ubicuidad. Y que, a esa señora, que los servicios de inteligencia y la propia cabeza coronada de los Windsor, descubrieron en una de sus visitas oficiales a los centros productivos de un país en la postguerra, está por descubrir. La historia es golosa, ¿o no? Porque ¿Quién era? ¿Cómo la “reclutaron”? ¿Quién era su familia? ¿Cómo vivió en Palacio? ¿Cómo era su relación con la verdadera reina? ¿Cómo era ella en realidad? ¿Qué privilegios tuvo y cuáles fueron sus renuncias? ¿Volvió a tener relación con su familia? ¿Pudo formar una propia? ¿Alguien supo de su existencia? ¿Qué fue de ella? ¿Hubo más sustitutas? Todo apasionante; todo de película; pero todo, quizás, inventado. Lo que sí que es cierto es que la joven existió, que la fábrica también, que hay una foto que lo atestigua y que la reina Isabel II de Inglaterra visitó el hangar pero ¿y todo lo demás? Todo lo demás es un sueño… O una ensoñación. La foto es de 1937 pero la reina entonces tenía 11 años. O sea, con un parecido muy razonable pero de teenager.

La reina Isabel II de Inglaterra , en ese momento, princesa Isabel© Getty Images
La reina Isabel II de Inglaterra , en ese momento, princesa Isabel

A ver. Que historias sobre dobles hay mil. Legendarias y míticas desde griegos y romanos, y menos romantizadas con dictadores y genocidas, en el siglo XX, con Hitler y Stalin por ejemplo. Hasta en España las hay. Que la película de Mercero Espérame en el cielo tenía origen en un rumor que corría por el Madrid de la epoca, o sea, que Francisco Franco tuvo un sosias. Otra cosa es que luego el argumento de la película devenga en una de las comedias de amor más tiernas y castizas del cine español entre Chus Lampreave y Pepe Soriano. ¿Cómo es esa declaración de amor del Generalísimo fake a su mujer a través del NO-DO tocándose la oreja a la que la actriz y musa de Almodóvar responde, década tras década: “Yo también te quiero, Paulino”? Ya se lo digo yo a ustedes, una genialidad

Pero que no son cosas solo del cine ni tampoco son nuevas en el seno de la Familia Real inglesa. Las leyendas sobre los dobles en el trono británico circulan por Londres desde antes de su nacimiento. Mucho antes. Siglos. Cinco. El que estuvo vinculado a su antecesora Isabel I fue un rumor tan bien atado que hasta Bram Stoker, el autor de Drácula, se lo creyó a pies juntillas. Y es que de la reina Virgen y pesadilla de nuestro Felipe II se decía que, cuando aún no había llegado ni a cumplir el año, murió de una misteriosa enfermedad mientras estaba escondida en el condado de Bisley, por alejarla de una epidemia de peste bubónica que asolaba las islas y Europa. Y que para no ser castigada por el rey Enrique VIII, padre de la criatura y muy dado a eso de cortar cabezas, la institutriz encargada de su cuidado y formación, sustituyó a la futura reina por un niño de la misma edad al que cuidó y trató como si fuera una niña desde su más tierna infancia. Un niño tan pelirrojo y delgadito como ella. Ese niño que bien pudiera haber sido un castrati habría reinado en la Pérfida Albión durante 44 años, obviamente, sin casarse jamás para que nadie descubriera el engaño. ¿Y la barba? ¿Y la complexión física? Lo segundo, con fajas, vendas y corsés y lo primero, cubriendo la piel con un pesadísimo maquillaje de plomo blanco que dio origen a una moda de maquillaje que duraría siglos y que también le causaría la muerte porque envenenó vivo a la Reina. La historia nos ha revelado después que Isabel I utilizaba ese fond du teint níveo —mortal y rudimentario— para tapar sus cicatrices de viruela y que aquel rumor sobre la masculinidad oculta de la reina nacía del prejuicio machista de que una mujer al mando, con mano de hierro y pocos escrúpulos solo era posible si en realidad era un hombre.

Isabel II de Inglaterra© Getty Images
Isabel II de Inglaterra

Dicho esto, volvamos a Isabel II. Porque la leyenda de la joven de la fábrica de muñecas tenía su base científica. O sea, real. O como dicen los abogados de las películas, indicios que dan verosimilitud al relato. Por un lado porque, la princesa Ana reveló que su madre guardaba en el castillo de Balmoral una mano de pega para saludar al pueblo en sus actos oficiales cuando se le cansaba en antebrazo¿por qué no iba a tener más cosas fakeY segundo porque, entre bastidores, Isabel II efectivamente tenía una doble, que trabajó con ella durante más de 30 años… E-so-es-ver-dad. 

Y no, no sean malpensados. No era quien se hacía el viajecito de tres meses y marras a Papúa Nueva Guinea en barco mientras la reina verdadera se iba a cazar unos corzos por Invernes, abandonada a su suerte y los Océanos como si fuera una Orange errante. En todo caso, una Hannover… 1) Porque la Reina Isabel, tal y como vimos en The Crown, tenía un especial empeño en mantener la mancomunidad de naciones bajo su cetro y piel de armiño, y 2) porque lo de salir al balcón, ya fuera de Buckingham o del town hall de Port Moresby, se lo tomaba muy pero que muy en serio. Por eso precisamente contaba con Mrs. Ella Slack, que así se llamaba la doble. Una mujer que, aunque no se parecía a ella ni en el blanco de los ojos, envejecía sin embargo a su mismo ritmo y mantenía, como ella, las mismas medidas para “rellenar” con precisión los espacios asignados a la Reina en los ensayos generales de… Cualquier cosa. O lo que es lo mismo, que ella era quien, una vez que la televisión entró en todos los hogares, servía de modelo de luces para optimizar la imagen de la Reina bajo los focos. Que no es raro si pensamos que también Buckingham contaba con un señor —con más kilos— pero de igual planta (de pie) que se calzaba los zapatos nuevos de la reina para “domarlos” durante un par de días antes de que la reina los “estrenara”. E iba taconeando por todos los saloncitos del palacio… Eso, perdonen, no lo sabemos, es una licencia literaria porque nos hace gracia la imagen.

Isabel II de Inglaterra © Getty Images
Isabel II de Inglaterra

Mrs. Slack tenía 20 años menos que la reina, pero su misma complexión física a lo largo del tiempo, su gestualidad y su mismo movimiento para que así, en los ensayos, que casi nunca se cuenta con la protagonista accidental del evento, todo estuviera previsto y controlado al milímetro. Y Mrs. Slack no era ni actriz, ni servicio oficial, ni parte del elenco de doncellas de Palacio… Por no ser, no era ni empleada, porque la señora trabajaba por amor al arte. Lo suyo era un “honor”. Un honor del que comenzó a gozar en 1988 cuando trabajaba en la BBC y un productor que estaba cubriendo el homenaje a los caídos en el Día del Arminsticio en El Cenotafio de Londres, se le acercó y le comentó discretamente que a la reina le molestaba el sol en los ojos. Su respuesta fue inmediata: "¿Le gustaría que vaya yo y la reemplace? Ese día subí al carruaje real y di un paseo en barco hasta la Torre de Londres", declaró en su momento a la TV pública la entregada suplente. Y ese sería el primero de otros muchos otros actos en los que Slack fue protagonista granjeándose el apelativo de “reina de los ensayos”. Por ejemplo, la apertura del Parlamento y el Trooping the Color. En total, en su vida, en más de 50 ocasiones ella fue “la primer”. Pero "nunca me dejaron sentarme en el trono de la Cámara de los Lords. Es una regla muy estricta”. Y aunque nadie se lo pidió, ella fue adaptando su melena al impertérrito peinado de la reina para facilitar los ensayos, se compró un pillbox y un vestidito de cada color del arco iris (en pastel o no) como la reina.

Isabel II de Inglaterra© Getty Images
Isabel II de Inglaterra

Para Jeannete Charles y Mary Reynolds, en cambio, sí fue condictio sine qua non: llevar su pelo, llevar sus gafas y si podían, también tooodo lo demás. Y lo que en un principio comenzó siendo un calvario, al menos para Charles, al final, se convirtió en su fuente de ingresos. Porque a diferencia de Mrs. Slack tanto Charles como Reynolds sí eran actrices o, terminaron llegándolo a ser por las circunstancias y éstas eran su parecido abrumador con la reina, hasta el punto que parecerse a ella se convirtió en su profesión y fueron invitadas a programas y series de televisión y participaron en películas como dobles oficiales de la monarca. 

Jeannette Charles era un año menor que la reina y, desde pequeñita, incluso en las funciones del colegio, interpreta a la entonces princesa. “Interpretaba” porque ésa era su vocación frustrada: ser actriz. Pero siendo hija de inmigrantes, no podía pagarse la matrícula en la Real Academia de Arte Dramático. La vida la llevó a Texas, se casó paradójicamente con un británico y en 1969 regresó al Reino Unido. Y allí, en su tierra otra vez, fue cuando de manera fortuíta y pequeñoburguesa sonó la flauta: encargó un retrato a un pintor local y, en lugar de presidir el living room de casa, el lienzo acabó expuesto por error en la Royal Academy de Londres. Cuando el malentendido se hizo público en periódicos y magazines radiofónicos, Jeannette pudo cumplir su sueño de juventud: convertirse en actriz porque ya era una celebridad. Era la doble exacta de la Reina. Empezó a recibir ofertas para hacerse pasar por la Reina en anuncios publicitarios, estudió bien su voz y sus ademanes, aprendió protocolo y empezó a hacer apariciones disfrazada en los actos en los que la contrataban. Hasta que, finalmente, se codeó con estrellas de Hollywood de los 80’s, 90s y 2000s como Mike Myers, Chevy Chase y Leslie Nielsen en varias películas, como Una bala perdida, Agárralo como puedas y Austin Powers. Algunos gobiernos extranjeros llegaron incluso contratarla para sustituir a la Reina real durante los preparativos de visitas de Estado y ensayar el protocolo, —porque Mrs. Slack solo había una y estaba en Reino Unido—, entregó un disco de platino a The Queen e incluso pisó el mítico Un, dos, tres de la mano de Chicho Ibáñez Serrador… Murió el año pasado, dos años después de que lo hiciera la verdadera Reina. Tenía 97 años y una vida fascinante aunque nunca nadie la tomara en serio como actriz. 

Jeannette Charles© Getty Images
Jeannette Charles
Mary Reynolds© Getty Images
Mary Reynolds

Mary Reynolds se retiró del showbiz cuando la Reina nos dejaba también para siempre. Lo hizo, dijo, “por respetodespués de 34 años condenada a ser la soberana porque era tal su parecido que nadie la veía en otro papel que no fuera el que la genética le había regalado caprichosamente. De hecho su primer papel —y el único— fue el de dar vida a la reina en un spot publicitario de un repelente antipulgas para perros corgis… Su gran interpretación llegaría más tarde, con Doctor Who y a la serie, le seguirían otras como Saturday Live y Birds of a Feather y películas como La rubia y el sheriff, Christmas in Dreamland o Atraco a falda armada, que protagonizó el actor Roger Moore, por cierto, siete veces James Bond, ya saben el agente 007 al servicio de la Reina y el Imperio Británico. Reynolds llevaría el personaje a su vida diría, tanto como que para comprar el yorkshire pudding en la beer tavern de al lado de casa, también iba vestida como Isabel II. Cuando murió la reina, y aún no había estallado la guerra de Ucrania, la invitaron en una televisión rusa como si hubiera sido, como poco, una autoridad experta en la monarca, eso sí, volviéndose a vestir como ella. Pero Reynolds se negó. "Y si volviera a vestirme de la reina, solo lo haría con un traje negro".

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