Se casó con Kei Komuro el pasado 26 de octubre

Mako de Japón y el precio del amor en la rígida corte imperial

Pocas princesas tuvieron que sortear tantos obstáculos para dar el 'sí quiero' a la persona elegida. Lo consiguió, pero ha tenido un coste

Por L.F.S.

No hay más que echar la vista atrás en la historia para darse cuenta de que el Palacio Imperial de Japón no es un sitio fácil para las princesas. Aún menos, si están enamoradas. Mako de Japón es el vivo ejemplo de que todavía ahora casarse por amor sin tener en cuenta el linaje del contrayente no sale gratis en la Corte. La cantidad de obstáculos que tuvo que sortear la hija de los príncipes Fumihito y Kiko hizo que por un tiempo su boda pareciera imposible. A las polémicas, se unió la pandemia, y tras años postergando la fecha, finalmente Mako y Kei Komuro se dieron el 'sí, quiero'. Eso sí, nada tenía que ver su enlace con las bodas reales a las que estamos acostumbrados. Su vida posterior, tampoco. 

El Palacio Imperial de Japón: una jaula de oro en la que enmudencen las princesas

Las mujeres de la dinastía Yamato deben renunciar a sus funciones cuando se casan con un hombre sin sangre real, como ya ocurrió con Ayako, la tercera hija de la familia imperial Takamado - su padre era primo del emperador Akihito-, pero la norma prevé una compensación por parte del Estado de aproximadamente un millón de euros. Nada de esto recibió Mako, que renunció voluntariamente tanto a esa dote como a su colección de joyas, que ha devuelto a la Corte. No quería ninguna sombra de sospecha, que se pusiera en duda las intenciones de su marido o que pudieran recaer sobre ella más acusaciones de las que había hecho frente durante los cuatro años que estuvo prometida. 

Mako de Japón y Kei Komuro se conocieron en la universidad y en 2017 anunciaron su compromiso. Las nupcias estaban previstas para noviembre de 2018, pero un escándalo financiero de la madre de él puso en riesgo la boda. La disputa se inició cuando recibió un dinero por parte de su expareja que ella creyó que era un regalo y que él le reclamaba como un préstamo para sufragar los estudios de Derecho de su hijo. La fecha quedó entonces en el aire, hasta que en 2020, el príncipe Fumihito dio su aprobación al enlace, aunque poniendo como requisito que el conflicto financiero se resolviese, lo que también fue muy cuestionado por muchos sectores de la sociedad. El 'sí, quiero', no obstante, seguía sin fecha teniendo en cuenta que el país se encontraba ya inmerso en la pandemia global que obligó a postergar este tipo de celebraciones. 

Así es la nueva vida de la 'ciudadana Mako' tras renunciar a la casa imperial por amor

El peso de la tradición en Japón

El escándalo pasó una importante factura a la ya exprincesa, que sufrió un estrés postraumático que le impidió, por ejemplo, hacer frente a las preguntas de los periodistas cuando, junto a Komuro, dio una rueda de prensa tras la boda. Aún así sus palabras fueron reveladoras: “Muchas personas tienen dificultades y dañan sus sentimientos al tratar de proteger sus corazones. Espero sinceramente que nuestra sociedad sea un lugar donde más personas puedan vivir y proteger sus corazones con la ayuda del calor y el apoyo de los demás”. Allí, ante los medios de comunicación y consciente de que afuera le aguardaban detractores con pancartas protestando por su matrimonio, defendió su decisión sin perder las exquisitas formas que caracterizan a la cultura nipona. “Siento los inconvenientes que he causado y estoy agradecida por el apoyo que he recibido. Para mí, Kei es irremplazable, el matrimonio era una opción necesaria para nosotros”, afirmó sentada junto a su marido en una puesta en escena un tanto fría que en nada recordaba a una boda real. 

Una boda tan discreta como su adiós

El enlace tuvo lugar un martes. Mako no lucía el kimono de seda tradicional de doce capas, ni los ropajes que contemplan las milenarias celebraciones de boda imperiales niponas que tienen lugar por el rito sintoísta. Tampoco participó en el ritual de purificación, ni hubo recorrido por las calles de Tokio tras el enlace -sí hizo las pertinentes visitas a los actuales emperadores, Naruhito y Masako, y a los exemperadores, Akihito y Michiko, como manda la tradición, aunque estas han sido a puerta cerrada y de manera privada-. En su lugar, la novia llevó un sencillo traje de con la faldahasta poco más abajo de la rodilla, en un tono verde pálido y un pequeño bouquet de rosas. Hasta la rueda de prensa, como colofón a los trámites en el registro civil, fue pagada del bolsillo de la novia, que no quería más reproches ahora que tenía un futuro desconocido por delante. 

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A mediados de noviembre comenzó una nueva etapa en Nueva York, donde ya residía Kei Komuro. Aterrizó en Estados Unidos ya despojada de sus títulos, como una ciudadana más que deberá hacerse con un permiso de residencia para poder vivir permanentemente en el país. En la gran manzana, el matrimonio vive en un pequeño apartamento de alquiler en un barrio de Manhattan conocido como Hell's Kitchen. Allí, Mako ha sido vista realizando tareas que nunca le hubieran sido requeridas en el Palacio Imperial, como comprar elementos de intendencia para su nuevo hogar: cestas, toallas, perchas, papel de cocina... Y así, ha comenzado a escribir el primer capítulo de su nueva vida normal. 

Mako y Kei Komuro, los “Meghan y Harry” de Japón          

Haz click para ver “Mako y Kei Komuro, los “Meghan y Harry” de Japón”, un documental donde esbozamos un retrato de la princesa Mako, sobrina mayor de Naruhito, actual emperador de Japón, y su pareja Kei Komuro. Una pareja que se comprometió hace cuatro años y que ha tenido que posponer su enlace en varias ocasiones. Tras la boda, la pareja comenzará una vida en Estados Unidos, lejos de su país natal, lo que les ha valido el apodo de los “Meghan y Harry” de Japón.

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