La reina Alejandra, la última soberana de Yugoslavia

Por hola.com

Probablemente sea la biografía de Alejandra de Yugoslavia (1921-1993) una de las más tristes de los miembros de las casas reales europeas durante el siglo XX. Nacida sin derechos dinásticos, al ser hija de un matrimonio morganático, obligada a contraer matrimonio con un hombre al que nunca amó, el rey Pedro II de Yugoslavia (1923-1970), y con el que protagonizaría un amargo divorcio que ocuparía las portadas de todas las revistas de la época, apenas encontró refugio la reina Alejandra en la literatura – fue una escritora notable, especialmente en el género biográfico – y en la crianza de su hijo, el príncipe Alejandro (1945). Hoy, pues, repasamos la vida de la que fue la última Reina de Yugoslavia, Alejandra.

Nace la futura Reina de Yugoslavia en Atenas el 25 de marzo de 1921, siendo hija del rey Alejandro de Grecia (1893-1920) y de su esposa, Aspasia Manos (1896-1972), una aristócrata helena. Se da la circunstancia de que la princesa Alejandra, única descendiente de sus padres, nació cinco meses después de la muerte de su padre, quien murió con apenas veintisiete años de edad a causa de una grave infección derivada del mordisco de un mono que el Soberano tenía como mascota en su palacio de Tatoi. La súbita muerte del Monarca no solo ocasionó una enorme conmoción en el país heleno, sino que además provocó un problema de carácter dinástico. El matrimonio del Rey era morganático – de hecho, su padre, el rey Constantino (1868-1923) se había negado a aceptarlo – por lo que oficialmente Alejandra era una hija ilegítima. No sería hasta el verano de 1922 en que la hija del Rey fuera legitimada a través de un decreto, si bien se le negaba cualquier derecho a reclamar para sí o sus descendientes el trono de Atenas.

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FOTO A FOTO: LA VIDA DE ALEJANDRA DE YUGOSLAVIA

EL EXILIO, UNA CONSTANTE EN LA VIDA DE LA REINA ALEJANDRA
El exilio llegaría por primera vez en 1924, cuando Grecia pasó a convertirse en una República y los miembros de la Casa Real fueron expulsados del territorio nacional. La Princesa, acompañada de su madre, se instaló inicialmente en Italia, después en Francia y, finalmente, en el Reino Unido, concretamente en el hotel Crillon de Londres. La adolescencia de la Princesa en la capital británica fue, según ella misma lo recordaría años más tarde, muy infeliz, una vez que fue educada en un estricto internado, que llegó a provocarle un trastorno alimenticio.

Llegada la juventud la Princesa comenzó a ser considerada como posible consorte de diversos reyes y príncipes casaderos. Entre ellos destacaría el rey Zog de Albania (1895-1961), quien llegó a presentar una solicitud formal ante la corte helena en el exilio después de haberse enamorado perdidamente de la joven al ver una fotografía en un periódico. La madre de la Princesa se negó a aceptar la oferta, alegando la gran diferencia de edad entre los contrayentes, más de veinticinco años.

SU MATRIMONIO, UNA ESTRATEGIA POLÍTICA
No sería hasta bien entrada la Segunda Guerra Mundial, en marzo de 1944, cuando la princesa Alejandra diera el “sí, quiero” a su primo el rey Pedro II de Yugoslavia. Mucho se ha escrito sobre este matrimonio, aludiendo algunas fuentes a que se trató de una mera operación estratégica ideada por el primer ministro Winston Churchill (1874-1965) con el objeto de evitar que los comunistas llegaran al poder en Yugoslavia y, otras, a que en realidad fue una suerte de compensación al Rey yugoslavo por la inminente pérdida de su influencia en su nación, que se materializaría en noviembre de 1945 cuando la Monarquía fuera oficialmente abolida en Yugoslavia.

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Era el rey Pedro un hombre sombrío, que había llegado al trono tras el asesinato de su padre, el rey Alejandro I (1888-1934), en Marsella, a manos de un extremista búlgaro. Lleno de amargura y resquemor, el Rey nunca superó su estatus de exiliado, lo que afectó sobremanera a su matrimonio, lejos de ser feliz. Sin apenas recursos económicos – sus propiedades habían sido confiscadas por el nuevo gobierno yugoslavo -, los Reyes pasaron no pocos apuros, teniendo que ser apoyados económicamente en habitualmente por la Familia Real inglesa. Pese a las dificultades y el escaso cariño que se profesaban, Pedro y Alejandra fueron padres de un niño al año de casar, el heredero Alejandro, nacido en Londres el 17 de julio de 1945.

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El rey Pedro decidió entonces mudarse a los Estados Unidos para intentar progresar en el mundo de los negocios – su idea era poner en marcha una fábrica de plásticos -. Si bien su esposa y su hijo le acompañaron en primera instancia, al poco tiempo la relación marital se había deteriorado tanto que la Reina regresó a Europa con su hijo. Prácticamente separados de facto, no pocos amigos de la pareja intentaron buscar una reconciliación. Sin embargo, a los oídos de la Reina llegó la noticia de que su marido tenía varias amantes en los Estados Unidos, por lo que se negó en redondo a cualquier acercamiento. El divorcio, impulsado por la propia Reina, se llevaría a cabo en 1953. El escándalo en toda Europa fue mayúsculo.

EL TRISTE FINAL DE LA REINA
La antigua Soberana, sola y sin recursos económicos – tuvo que empeñar muchas de sus joyas -, cae entonces en una grave depresión, que le lleva a intentar quitarse la vida. Solo la milagrosa intervención de un médico consigue salvarle. El episodio provoca el regreso a Europa de su exmarido, quien intenta sin éxito reiniciar la relación. El Rey marcha definitivamente a América, donde comienza una espiral de autodestrucción que le lleva a morir de forma prematura en 1970 a causa de una cirrosis provocada por un alcoholismo agudo.

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La Reina, convertida prácticamente en una ciudadana anónima, se instala en una pequeña casa en el condado inglés de Sussex, donde se dedica a escribir, su gran pasión. Sus obras más conocidas serán unas memorias y una biografía de su primo el príncipe Felipe, Duque de Edimburgo (1921).

Cuando su hijo alcanza la edad adulta, la Reina intenta promocionarle como posible alternativa al poder en Yugoslavia, si bien todos sus intentos fueron en vano – actualmente el Príncipe aboga para que Serbia se convierta en una Monarquía constitucional, con un apoyo creciente entre la población -. En los últimos años de vida, la salud de la Reina se deteriora, sufriendo varios cánceres. Finalmente, el 30 de enero de 1993, la Reina muere en Inglaterra. Curiosamente, pese a ser su Soberana, la reina Alejandra jamás pisó territorio yugoslavo. Los restos mortales de la Reina descansan desde mayo de 2013 en el Mausoleo Real de Oplenac, en Serbia, al lado de los de su marido.