El Papa se confesó con un 'mendigo' en Nueva York

Por hola.com

El Papa Juan Pablo II cumplirá, el próximo 18 de mayo, 83 años. Más de ocho décadas de existencia virtuosa, y sin descanso, dedicada a los demás: desamparados, pobres, misericordiosos... A Dios y al prójimo. Y así seguirá siendo, pues el Papa ha manifestado su intención de continuar, como hasta ahora, su labor pastoral al frente de la Iglesia Católica.

También, haciendo pequeños milagros de la vida, de los que rara vez dan cuenta en los medios de comunicación. Excepcionalmente, en esta ocasión, los fieles seguidores del Papa han relatado en un programa de la televisión norteamericana un episodio inédito de la vida de Juan Pablo II, que da muestras de su espiritualidad. Hola.com, con motivo de su aniversario le rinde un homenaje, y descubre a sus lectores una historia llena de amor y fe.

‘Una vez sacerdote, sacerdote siempre’
Un sacerdote de la archidiócesis de Nueva York se encontró en una de las parroquias de Roma con un mendigo. Después de observarlo durante un rato, se dio cuenta de que aquel harapiento era un compañero del seminario, ordenado sacerdote el mismo día que él. Ahora mendigaba por las calles.

Le saludó y escuchó horrorizado cómo el mendigo había perdido su fe y su vocación. Al día siguiente, el sacerdote tenía oportunidad de asistir a una misa privada del Papa, tras la cual, como suele ser la costumbre, podría saludarle. Durante su encuentro le pidió que rezara por su compañero.

Recibió el sacerdote, un días después, una invitación a una cena con el Pontífice a la que debería acompañarle el mendigo. Hechos los trámites pertinentes, cuando el Papa y el mendigo estuvieron a solas, Juan Pablo II pidió a su invitado que escuchara su confesión. El hombre, impresionado, respondió que él ya no era sacerdote a lo que el Papa le respondió: "Una vez sacerdote, sacerdote siempre". Tras la confesión, el hombre lloró amargamente. Después, el Papa le designó asistente de párroco y encargado del cuidado de los mendigos.

Perder a un Papa excepcional
Esta historia es un claro ejemplo de cómo es verdaderamente Juan Pablo II, esa persona bañada en multitudes, que, al parecer, según dos cardenales, podría abandonar su misión cuando se sientiera incapacitado. Sin embargo, sus últimas palabras vienen a descartar sutilmente esa posibilidad.

"Confío en vuestro apoyo espiritual para proseguir con lealtad en el ministerio que el Señor me ha encomendado", dijo el Papa el pasado año amainando todos los rumores que circulaban sobre su posible retiro, a los 15.000 peregrinos congregados en la plaza de San Pedro de Roma, durante la audiencia general que, como cada miércoles, allí se celebraba.

Contrariamente a lo que muchos pensaban, dada la progresiva pérdida de movilidad del Papa, Juan Pablo II, fiel a sus principios -"una vez sacerdote, sacerdote siempre"-, seguirá desempeñando su apostolado. De hecho, el Papa, que se vio obligado a disminuir sus oficios en la Semana Santa del pasado año debido a sus crisis de salud, volvió rápidamente a desempeñar muchas de las tareas que había interrumpido y, tras una pausa de ocho meses, reanudó también los viajes internacionales. Una gira que arrancó con sendas visitas a Azerbaiyán y Bulgaria.

Aunque en las leyes eclesiásticas existe una cláusula que permite la renuncia de un Papa, no existe ninguna que recoja la posibilidad, factible por los avances en la medicina moderna, de que éste pueda estar incapacitado sólo por un periodo de tiempo. No obstante, y aunque hasta ahora era impensable que un pontífice se retirara antes de su muerte, actualmente algunos prominentes católicos sugieren que los papas se retiren a los 75 años, como los obispos, especialmente si tienen problemas de salud.