Navidad

Las tensiones familiares en las comidas de Navidad con niños delante, según los expertos: “Es importante favorecer que puedan mantener sus vínculos con esos familiares”


Es fundamental saber cómo gestionar la situación de desencuentro o confrontación con otros miembros de la familia cuando se dan delante de niños y adolescentes


Image© Getty Images
29 de diciembre de 2025 - 13:00 CET

En Navidades, son múltiples los reencuentros con miembros de la familia que no se ven a menudo. Y, por mucho que el reencuentro se organice con ilusión, a veces se hacen patentes ciertas desavenencias o tensiones familiares que pueden ser difíciles de gestionar, más aún si hay niños o adolescentes delante. Por eso, y ante la proximidad de fechas señaladas como Nochevieja y Año Nuevo, tan proclive a este tipo de comidas y cenas familiares, hemos consultado a expertos, para tener claro cómo proceder ante estas situaciones. Lo aclaran Ainara Aguirre, Patricia Alfonso y Javier Vilches, psicoterapeutas familiares acreditados por la FEATF (Federación Española de Asociaciones de Terapia Familiar) y psicólogos, quienes dan pautas muy concretas al respecto.

La Navidad es época de reencuentros, pero no todos son siempre recibidos con ilusión… ¿Qué hacer cuando vamos a una comida navideña en la que hay uno o varios familiares con los que hemos discutido? ¿Cómo evitar tensiones cuando hay niños y no queremos que sean testigos de situaciones incómodas en ese sentido?

Reencontrarnos con ciertos familiares después de tiempo hace que se reactiven conflictos pasados. La distancia física y emocional nos da la oportunidad de construir una identidad propia diferenciada de nuestra familia de origen, con cierta independencia y nos permite definir una forma de estar en el mundo. La vuelta nos recoloca en nuestros roles originales y se produce un conflicto entre la nueva imagen que hemos generado de nosotros mismos y la mirada que la familia conserva de nosotros. Para poder manejar esto es importante que nosotros mismos seamos conscientes de esta diferencia entre cómo somos y cómo nos ve el otro y que seamos capaces de transmitirlo de manera asertiva: “Me parece bien lo que estás diciendo, pero yo lo hago así”, o “esta es mi manera”, o “a nosotros nos gusta hacer las cosas de esta forma”. 

Poder gestionar las diferencias con las personas que queremos delante de nuestros hijos les da la oportunidad de observar cómo manejar estas situaciones de manera respetuosa y que se pueda discutir sin que dé lugar a una situación de tensión. Esto es más fácil de decir que de hacer, la clave no está en qué decimos y cómo lo decimos, si no en haber hecho ese trabajo de afirmación de nosotros mismos que hace que podamos colocarnos frente al otro defendiendo nuestra posición de una manera serena, sin esperar que el otro tenga que darnos permiso para ser como somos. 

Hay que tener en cuenta que, cuando accedemos a reencontrarnos con los nuestros, es porque creemos que los conflictos son salvables. Si no lo entendiéramos así, como a veces pasa, habría un corte. Cuando hay personas que deciden cortar con sus familiares es porque sienten que sus límites son traspasados o por no sentirse con las herramientas suficientes para lidiar con esos conflictos.

Poder gestionar las diferencias con las personas que queremos delante de nuestros hijos les da la oportunidad de observar cómo manejar estas situaciones de manera respetuosa.

Ainara Aguirre, Patricia Alfonso y Javier Vilches, psicoterapeutas familiares acreditados por la FEATF

Si además esos familiares pertenecen a la familia política, puede resultar más difícil. ¿Qué hacer en estos casos?

Pieza fundamental en esta cuestión es la relación de pareja y si la misma ha sido capaz de construir un sistema familiar propio, diferenciado de la familia de origen. Es habitual que las familias de donde provenimos nos atraigan con fuerza a actuar como habitualmente y que nos sintamos impedidos a ocupar nuestros lugares habituales por lealtad. Si algún miembro de la pareja se siente ofendido por la familia política del otro, seguramente podremos observar que esa persona está más conectada con su familia de origen que con su pareja, generando un sentimiento de desplazamiento y malestar agudo, que alimentará y será el combustible del resentimiento hacia la familia política del otro, al sentirla como un rival que le ha arrebatado a su pareja. 

La creación de un espacio propio de pareja y hacer respetar los acuerdos a los que la misma haya llegado frente a las personas externas, en este caso las familias de origen, se vuelven indispensables como forma de evitar estas tensiones. Poder utilizar el nosotros frente a nuestros familiares: “nosotros lo hacemos así”, “nosotros hemos tomado esta decisión”, define un espacio propio y pone límites a los otros sobre ese espacio. De cara a la relación con la pareja, es importante tener claras las prioridades y conocer los límites de cada uno y del otro. Respetar los aspectos que sean importantes para cada uno dentro de su familia de origen y reforzar los puntos de unión, definir lo que quiere cada pareja como equipo, los aspectos de encuentro a la hora de educar y plantearlos con asertividad a los otros.

Cuando nuestro hijo es ya adolescente, ¿es buena idea hacerle partícipe de los problemas que los padres puedan tener con otro familiar?

Es importante no negar lo que ellos ven y poder explicarles la situación en la medida en la que van siendo más conscientes y se dan cuenta de lo que ocurre a su alrededor. Que puedan conocer nuestra posición frente a determinados temas puede hacerlos sentir que confiamos en ellos, siempre y cuando respetemos que ellos puedan tener su propio criterio. Ponerles al tanto de una situación que ya perciben no significa ponerles en la tesitura de tomar parte o de buscar su aprobación o apoyo frente a los demás. Es una guerra que no es suya y nuestra necesidad de reconocimiento no debe colocarlos a ellos en una posición incómoda. 

Hay que tener en cuenta que nuestros hijos mantienen una relación independiente con aquellos familiares con los que nosotros podemos estar en conflicto y es importante favorecer que ellos puedan mantener sus vínculos propios con esos familiares. Estas relaciones siempre les va a venir bien. Los niños y adolescentes necesitan la red, “su tribu” y tenemos que ser capaces de protegerla y protegerlos de las disputas que forman parte de los adultos y que no son suyas. Cuando ellos sean adultos, serán capaces de valorar y tomar decisiones sobre sus relaciones.

¿Por qué las celebraciones navideñas pueden activar tensiones familiares?

Las celebraciones navideñas suponen la vuelta a las tradiciones. Se configuran como rituales de pertenencia que favorecen un punto de encuentro familiar, que nos ayuda a conectar con nuestras raíces, identidad familiar, costumbres y mitología de nuestra familia de origen. Estos reseñables objetivos a veces colisionan con otros más conflictivos. Las expectativas con las que podemos encarar estas fiestas chocan a veces frontalmente con la realidad, cuando estos encuentros no se dan de la manera amorosa y respetuosa que esperamos. 

A veces esto puede ocurrir porque hemos generado idealizaciones que son difíciles de cumplir. Estas fantasías están alimentadas, a su vez, por las redes sociales y la televisión que transmiten toda una mística navideña basadas en la perfección y la unión familiar configurando en nuestro imaginario colectivo una suerte de postales navideñas con familias de anuncio que no coinciden con la realidad, derivando en una profunda insatisfacción que será más grande cuanto mayor sea la distancia entre la fantasía y la realidad. 

También es el momento donde se avivan viejos resentimientos, por ejemplo, si alguno de los miembros ha cumplido o no con lo que se esperaba de ellos, si uno ha estado especialmente alejado de casa, o distanciado emocionalmente, el momento de encuentro puede ser el caldo de cultivo donde surjan los reproches. La vuelta al hogar provoca también una discrepancia entre cómo nos siguen viendo nuestros padres y en qué nos hemos convertido, no siendo esto coincidente en muchos casos, especialmente si la familia no acepta la independencia de sus miembros. El tener que defender nuestra nueva posición en el mundo, nuestra identidad y nuestras opiniones provoca muchos roces con los otros, que nos siguen tratando como si el tiempo no hubiera pasado. 

Otro motivo importante de tensión lo constituyen las pérdidas vividas, cuyas ausencias se hacen más presentes en las navidades, ya que, al reunir a toda la familia, es inevitable pensar en los que no están. Esto puede reactivar procesos de duelo difíciles no resueltos y hacer que se encare estos días de manera dolorosa y melancólica. También se echa de menos a aquellos que, por alguna razón, han cortado lazos con la familia, pues en estas fechas se levantan las heridas de estas rupturas, por hacerse más evidentes.

La flexibilidad y la comprensión son clave para mantener la convivencia. Mantener un buen equilibrio entre tradición e innovaciones. Ser capaces de ser respetuosos con lo de siempre, y proponer cambios y modificaciones en las cuestiones que ya no nos vienen bien, con la voluntad de que aporten algo bueno. Es importante mantener algunos rituales de pertenencia, especialmente para los niños y los adolescentes. A éstos les aporta mucha seguridad y les queda para siempre. Es algo que marca, tienen mucha potencia. Y aunque seas mayor y ya no los hagas, siempre quedan en ti.

Discusión familiar en Navidad© JackF - Adobe Stock

Cuando se produce una discusión en una comida navideña y los niños están delante, ¿qué hacer en ese momento? ¿Apartarlos directamente de la sala o irnos con ellos del lugar en el que estemos?

Que se queden solos en otra sala nunca es buena idea, ya que puede favorecer fantasías catastróficas. Los niños no saben lo que ocurre y tienen mucha imaginación. Si la discusión es moderada, tratar de que no escale y, si no puede evitarse que suba la tensión, salir de la escena con ellos, o que puedan ir a otro sitio acompañados de otros familiares. 

Es importante que lo perciban como una distracción y no como una expulsión. Si tú estás involucrado, intentar no entrar y dejarlo para otro momento en que los niños no estén presentes.

¿Qué decirles a posteriori para que entiendan que no es la manera de resolver los problemas, para que no lo normalicen ni sigan el ejemplo de esos adultos de su familia?

Explicarles con un lenguaje sencillo, acorde a su edad. Se pueden utilizar frase como: “Hay veces que entre los mayores no nos ponemos de acuerdo”, o explicarles qué es lo que piensa cada uno. Y decirles que lo que ocurre no tiene que ver con ellos. Evitar negar las situaciones, porque lo único que produce es más confusión, ya que hay una discrepancia entre lo que él está percibiendo y lo que se le está diciendo de manera verbal. Es siempre más positivo que sus percepciones sean confirmadas y que, además, puedan vivenciar que las personas pueden enfadarse como algo natural. 

Los conflictos están en la vida. Negarlos lleva a que ellos sientan que hay algo que ocurre, pero de lo que no se puede hablar. Poder permitirnos enfadarnos y que después las cosas vuelven a su cauce. Que me puedo enfadar con la abuela, por ejemplo, y luego volvemos a estar bien, igual que los niños se pelean con sus hermanos y luego juegan tan normal. Que puedan entender que los desacuerdos forman parte de las relaciones es un regalo, siempre que se gestionen de manera no violenta. De esta forma, todo es más real, no se genera una situación edulcorada en la que ellos sienten que algo no va bien, pero que no puede ser expresado. Las cosas que quedan no dichas, se quedan bajo la piel, como un malestar, algo que no puede ser destapado.

Hay que tener en cuenta que nuestros hijos mantienen una relación independiente con aquellos familiares con los que nosotros podemos estar en conflicto.

Ainara Aguirre, Patricia Alfonso y Javier Vilches, psicoterapeutas familiares acreditados por la FEATF

¿Y en caso de uno de sus progenitores haya formado parte de la trifulca familiar? ¿Qué decirles y qué hacer? 

Que seamos capaces de reconocerlo y pidamos disculpas. Nuevamente, explicarles que lo que ocurre no tiene que ver con ellos. Los niños tienen fantasías autoreferenciales y piensan a menudo que ellos provocan lo que ocurre a su alrededor. Poder explicarles que ellos no tienen nada que ver, que es algo de los mayores, que a veces pensamos diferente. Decirles que tanto nosotros, como la otra persona en disputa: la abuela, el abuelo, o la tía o el tío, los siguen queriendo.

¿Qué se puede hacer cuando otro adulto de la familia riñe mucho a un niño de malas maneras?

Esta cuestión es complicada, pues, hoy en día, hay una tendencia generalizada a retirar la autoridad de otro adulto, como ocurre, por ejemplo, con la autoridad de los profesores. Lo que deja al niño en una situación donde las normas no están claras y donde lo que percibe es una falta de acuerdo de las personas al cargo sobre lo que se debe y no se debe hacer. Por eso es importante refrendar la autoridad en la medida de lo posible. 

Si la riña tiene fundamento, debemos aceptarla, y confirmarla delante del niño. Si sentimos que está siendo injustamente tratado o que las formas no son adecuadas, se puede intentar suavizar lo que la otra persona ha dicho, cambiando el tono, respetando el fondo, aunque no las formas. Si la expresión es violenta, entonces sí poner límites y proteger al niño, cuestionando al adulto que puede estar sobrereaccionando a algo. A veces, dependiendo de la relación y la confianza, un gesto puede ser suficiente para que el otro entiende que no son las maneras.

¿Qué decirle después al niño?

Explicar con palabras sencillas, acordes a la edad del niño. Acompañando y conteniendo los sentimientos que este tenga, no negándolos y explicándole que las personas a veces pierden los nervios y que no tiene que ver con ellos.

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