Las Navidades son unas fechas muy especiales para los niños, muchas de sus tradiciones y muchos de sus acontecimientos están muy unidos a la vida en familia y a los niños y por ello, son estos precisamente, los protagonistas de estos días. Es por ello que estas circunstancias hacen de estas fechas un periodo complicado para manejar adecuadamente a los pequeños.
En muchas ocasiones, toda la educación previamente recibida y todo lo conseguido anteriormente se viene abajo en los días de vacaciones en Navidad, en los cuales la improvisación, la excitación, la convivencia íntima, la relación con otros familiares y otros niños o la falta de autoridad y de orden, hacen que se produzcan situaciones que nos impiden actuar con la disciplina de siempre o con el criterio que siempre tuvimos para resolver conflictos, rabietas o desobediencias.
Además, los trastornos en el comportamiento o los síntomas de enfermedad en estas fechas adquieren mayor significación y crean más ansiedad en la familia, debido a las celebraciones y al interés en que el niño disfrute y sea partícipe de ellas.
Trastornos de los horarios y del sueño en Navidad
La excitación, la ilusión y las emociones hacen que los niños, en estos días, duerman menos, coman a deshora, generalmente alimentos inadecuados, se acuesten tarde y cambien de actitud y a veces de carácter, teniendo mayor propensión a las rabietas, las desobediencias y los enfrentamientos.
Los trastornos en el comportamiento o los síntomas de enfermedad en Navidades adquieren mayor significación y crean más ansiedad en la familia.
En días tan señalados debemos tener la suficiente habilidad para evitar problemas, fabricar un clima de tranquilidad, cariño e íntima relación y conseguir que los niños disfruten, cumplan con sus horarios, no alteren en exceso su régimen de vida y pasen así unas felices vacaciones.
Las celebraciones de la Navidad son muy proclives a acostarse tarde y, por tanto, a disminuir las horas de sueño. Los niños pequeños nunca deben alterar su ritmo de sueño y deben mantener la hora de irse a la cama. A los niños más mayores se les pueden permitir ciertos excesos pero avisándoles de la excepcionalidad. Siguiendo estos consejos, mejorarás su descanso:
- Acostarles en cuanto notéis síntomas de sueño.
- No debéis permitir que el niño acabe durmiéndose fuera de su cama.
- No debéis nunca meterle en vuestra cama; es sentar un peligroso precedente.
- No debéis darle nunca medicamentos que induzcan el sueño, si no es por consejo médico.
Trastornos digestivos propios de los excesos navideños
Los días de Navidad son propensos a los cambios de dieta, exceso de alimentos inadecuados, mayor cantidad de azúcares y de grasas, bebidas gaseosas, chucherías, alimentos fríos y en algunas ocasiones ingestión de alcohol.
Comer en exceso, sin reposo, masticando poco y mal alimentos que nunca antes habían probado pueden producir en niños nerviosos o con un aparato digestivo sensible a lo que los adultos interpretan como un “empacho” y que no es más que un cólico intestinal con retención gástrica que da lugar a vómitos y dolor abdominal. Igualmente y debido a estos excesos, en estos días pueden presentarse cuadros diarreicos en los niños, que tienen un origen similar. La dieta, el reposo y un protector de la mucosa gástrica, resolverán la situación.
Mención aparte merece un comentario, el consumo de alcohol. El ejemplo de los adultos sobre los niños en estos días, no es nada beneficioso. En estas fechas se consume más alcohol, en la mesa y en el hogar en presencia de los niños. El niño nunca debe beber bebidas alcohólicas; beber alcohol en estas edades, aunque sea en pequeñas o mínimas cantidades, es siempre nocivo para su salud y, si lo hacen, puede favorecer el hábito y la costumbre de beber en la edad adulta.
Infecciones. ¿Qué hacer si tiene fiebre alta?
Las infecciones, sobre todo las respiratorias, pueden ser más frecuentes en estos días de Navidad, sobre todo si el niño frecuenta lugares de adultos como, cines, teatros, comercios, tiendas y almacenes, pues estadísticamente sus posibilidades de contagio aumentan notablemente, y los cambios bruscos de temperatura y humedad en invierno pueden favorecerlos.
Las infecciones agudas víricas y bacterianas son las que producen con más frecuencia fiebre en el niño, siendo en muchas ocasiones el único síntoma en el inicio de la enfermedad.
Los niños pequeños nunca deben alterar su ritmo de sueño y deben mantener la hora de irse a la cama.
La fiebre en el niño es un síntoma que produce afectación del estado general, llanto, decaimiento, a veces excitación, aumento del número de respiraciones, aumento de la frecuencia cardiaca, aumento de pérdida de líquidos y tendencia a la deshidratación. A estos síntomas se suman los de la enfermedad que la originó y se pueden acompañar de vómitos, diarrea, tos, dificultad respiratoria, irritabilidad, dolor, etc.
-¿Qué debemos hacer?
- Ponéos en contacto con vuestro pediatra lo antes posible.
- Mantenerle desabrigado, con poca ropa.
- Ofrecer pequeñas cantidades de líquidos con frecuencia.
- No forzar a comer y ofrecerle solo si la fiebre ha descendido.
- Mantenerle en lugar fresco y seco, a ser posible encamado y en penumbra.
- Medicarle con antitérmicos (Paracetamol, Ibuprofeno y Metamizol) de forma pautada, según recomendaciones de vuestro pediatra.
Rabietas en Navidad
Las rabietas son comportamientos emocionales explosivos de llanto fuerte, intenso e incontinencia psicomotriz causadas por la frustración en respuesta a deseos o necesidades insatisfechas, al no poder expresar sus necesidades, o no controlar el entorno, en niños entre 18 meses y 3 años de edad. Están relacionadas con la personalidad y el carácter del niño, son más frecuentes cuando el niño está cansado, hambriento o enfermo y en algunos casos se pueden provocar daño o autolesiones.
Las rabietas que se repiten con frecuencia son comportamientos para llamar la atención, para intimidar y dominar a los adultos y para conseguir sus propósitos y deseos.
-¿Cómo debemos actuar?
- Intentar prevenirlas evitando situaciones ya conocidas, propicias para su aparición.
- Intentar distraerle al inicio con algo que le guste.
- Mantener la calma. No gritar. Hablar bajo y lentamente, pero no ceder en sus pretensiones.
- Ignorar su comportamiento, no demostrar ansiedad. Mantenerle protegido y seguro hasta que la rabieta haya terminado.
- No regañarle ni castigarle y, una vez terminada, hacerle ver que nunca conseguirá lo que pretende con ese comportamiento.
- Si las rabietas empeoran y van más allá de los 4 años, consultar con expertos para recibir consejo.





