Crianza

Amaya de Miguel, experta en crianza respetuosa, sobre cómo lograr que los niños sean felices: “Tienen que tener la sensación de que pueden salir adelante, a pesar de las dificultades”


La búsqueda de la felicidad de los niños y los adolescentes no requiere de grandes complicaciones, sino que se basa en transmitirles amor y confianza


Amaya de Miguel, experta en crianza respetuosa© Amaya de Miguel
26 de diciembre de 2025 - 13:00 CET

Lograr que nuestros hijos sean felices. Ese es el objetivo de todo padre y de toda madre y a veces, por qué no decirlo, nos volvemos locos en esa búsqueda de la felicidad de niños y adolescentes. ¿Qué hacer para encontrarla? ¿Dónde hemos de buscar? Se lo hemos preguntado a Amaya de Miguel, experta en crianza respetuosa, formadora, conferenciante y fundadora de la escuela online para familias “Relájate y educa”. Y la respuesta es mucho más tranquilizadora de lo que cabría imaginar porque está al alcance de todos.

¿Qué es lo más importante para lograr que los niños sean felices?

Primero tenemos que pensar qué sentido le damos a la palabra “feliz”. Para mí, ser feliz no es estar siempre alegre, sin sufrir, en una burbuja. Ser feliz es conseguir vivir una vida satisfactoria, y para ello es importante saber afrontar los momentos malos, el dolor, el conflicto, la crudeza de la vida. 

En mi manera de entender la vida, la felicidad se parece más a la paz y la serenidad que a esa situación ideal en la que todo es perfecto. Para que los niños logren esta satisfacción interna, tienen que tener la sensación de que pueden salir adelante, a pesar de las dificultades. Para lograrlo, en la primera infancia el amor es clave, desarrollar un sentido de pertenencia, saber que tienen un lugar en la familia. Y un liderazgo fuerte de los padres, con estructuras muy claras.

Ser feliz es conseguir vivir una vida satisfactoria, y para ello es importante saber afrontar los momentos malos.

Amaya de Miguel, experta en crianza respetuosa

¿Qué es lo que más feliz hace a la mayoría de los niños?

Probablemente lo mismo que nos hace felices a los adultos: que nos quieran. Sentir que tenemos valor, que aportamos algo, que somos capaces, que importamos a los demás. Que somos capaces de dar y de aceptar amor. Y que cuando las cosas no van bien, tenemos recursos para afrontarlas.

¿Es necesario buscar la felicidad de los hijos o hay que dar prioridad a otros aspectos? 

Con mi definición de felicidad, no como un estado ideal sin sufrimiento, sino como un estado imperfecto, con accidentes, cosas que no salen, fastidios y dificultades, sí es importante buscar la felicidad. Porque buscarla implica fortalecer al niño, darle recursos, impulsarlo. En Relájate y educa trabajamos con miles de familias y nos hemos dado cuenta de que, cuando los padres aceptan que vivir la frustración, las normas, las estructuras, las dificultades… es necesario para los niños, entonces sus hijos crecen mejor, más capaces. Y se sienten más seguros, se quieren más, tienen mejor autoestima. Porque están preparados para los baches que la vida les va poniendo.

¿Cómo darnos cuenta de que un niño no es feliz?

Todos los adultos que convivimos con niños que no son felices (porque lo son a veces, pero otras muchas veces no lo son) lo percibimos. Algunos están muy enfadados, son agresivos, están constantemente a la defensiva, o al ataque. Otros, nos lo cuentan: no estoy bien en el cole, mi amiga me deja de lado… Otros niños lloran porque no están bien. 

En la adolescencia a veces es más difícil detectarlo porque algunos lo ocultan: no quieren mostrar su herida (entrar en contacto con el dolor es muy duro). Aquí los adultos tenemos que estar muy alerta para percibir cambios, conductas extrañas que nos puedan indicar que ese adolescente lo está pasando mal.

En mi experiencia he visto que los niños que crecen en familias donde hay muchos gritos, muchas amenazas… donde hay mucha tensión, no son del todo felices. No es fácil vivir en un ambiente donde hay microagresiones a diario.

Niña feliz© Getty Images

¿Qué papel tiene la familia en la felicidad de los niños?

La familia lo es todo. Es el caldo en el que nos cocinamos. Si ese caldo es tóxico, la comida estará dañada. En la familia empezamos a ser, nos constituimos. Es el espacio donde se enseña (o no) la inteligencia emocional, se aprenden valores, se aprende a recibir y a dar el amor más profundo. El impacto del clima emocional de la familia es enorme en el niño, y un clima emocional sano ayuda a que los niños sean más felices.

Los padres somos muy importantes durante la adolescencia, pero los chavales no lo saben.

Amaya de Miguel, experta en crianza respetuosa

¿Y la autoestima y la inteligencia emocional?

La autoestima empieza en la familia. Es la mirada del adulto la que define cómo se percibe el niño. Si la mirada es de valor, de disfrute, de respeto… el niño tendrá esa concepción de sí mismo. En cambio, si la mirada proyecta expectativas no cumplidas, frustración, incapacidad… pues así se percibirá.

En cuanto a la inteligencia emocional, se puede equiparar al idioma que hablamos en casa. Si en tu casa el idioma emocional son los gritos, los chantajes, las amenazas… o si se habla el idioma de ocultar emociones que no son bienvenidas, o el de no sentir… eso es lo que van a aprender. Por eso es tan importante que los adultos aprendamos inteligencia emocional: porque la convertiremos en nuestro idioma y los niños la aprenderán de manera natural.

¿Qué necesita un adolescente para ser feliz?

Brillar. El adolescente que brilla en al menos un área de su vida es más feliz. Puede ser en sus relaciones sociales, en su ocio, en el colegio, en un deporte… Si brilla y su entorno reconoce esta cualidad especial que tiene, le va a ayudar mucho en su camino.

Además, pertenecer a un grupo de amigos es también necesario para tener bienestar. En esta etapa, son los iguales los que más impacto tienen en el chaval. Un adolescente con problemas en casa pero con buenos amigos puede salir adelante. En cambio, cuando ocurre lo contrario, las cosas pueden ser mucho más duras para él.

¿Qué lugar ocupan los padres y la familia y cuál los amigos en la felicidad del adolescente?

Aunque he respondido en la pregunta anterior, quiero añadir algo: los padres somos muy importantes durante la adolescencia, pero los chavales no lo saben. Ellos viven una fantasía de autonomía con respecto a nosotros. El papel de los adultos es difícil e ingrato: es importante que sigamos estando ahí, que sigamos siendo referentes, aunque ellos estén convencidos de que no nos necesitan y somos muy pesados. Y buscar la conexión con ellos, sin pasarnos, pero siempre atentos para cuando nos den la oportunidad de reencontrarnos, aunque solo sea de vez en cuando.

Para los padres (soy madre de tres adolescentes) es muy triste porque sentimos que hemos perdido a esas criaturas tan amorosas, a las que nos unía un vínculo precioso. Yo creo que los adultos tenemos que vivir nuestro duelo: en este momento, ocupamos un lugar muy poco central en la vida de nuestros hijos, ¡y eso está bien! Les toca volar. A la vez, tenemos que saber que, cuando se pase esta etapa, la relación será diferente pero de nuevo bonita y fuerte.

¿Qué es lo que hace más infeliz a un adolescente?

La soledad. La soledad hace un daño terrible. Los padres tenemos que estar muy atentos ante soledades que pueden suponer un riesgo grave para nuestros hijos.

¿Cómo puede su familia percatarse de que algo impide ser feliz a su hijo adolescente?

La agresividad, el aislamiento, las actitudes depresivas son síntomas muy claros de que algo no va bien. A veces los padres saben que su hijo no está bien, pero no pueden ayudarlo directamente. En estas situaciones es importantísimo buscar ayuda profesional enseguida.

¿Se puede enseñar a los hijos, ya sean niños, ya adolescentes, a ser felices?

La felicidad implica muchas cosas que se pueden aprender: implica agradecimiento, valorar lo que tenemos, fijarnos más en lo que nos ayuda que en lo que nos limita. Implica tener mentalidad de crecimiento para superar obstáculos. Reconocer y saber compartir nuestra vulnerabilidad y nuestra imperfección. Reconocer y desdibujar nuestras expectativas. La felicidad exige cambiar nuestro discurso interno y aprender a tratarnos bien a nosotros mismos, poner límites, saber tomar decisiones valientes.

Y todo esto, cuando está dispuesto, se puede aprender. Lo sé porque cada día ayudo a muchas personas a recorrer este camino, que es apasionante, liberador y enormemente enriquecedor.

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