Al margen del eterno debate sobre si, especialmente en los primeros cursos, es adecuado que los niños tengan deberes escolares en casa, el tema abarca otras aristas, como la intervención o no de los padres en los mismos. ¿Hasta qué punto hay que ayudar a los menores a completar esas tareas? ¿Qué pasa cuando los adultos toman el rol de coautores de esos deberes?
Paloma García es psicóloga y psicopedagoga infantil y juvenil. Dirige el centro PSIA y es docente en Tus Clases Particulares. Con ella hemos hablado sobre las implicaciones que tiene en los niños la ayuda a la hora de hacer los deberes.
La ayuda de los padres no debe perpetuar la dependencia, sino acompañar hacia la autonomía posible
¿Qué es lo que interiormente percibe el niño cuando los padres le ayudan a hacer los deberes?
Sin embargo, cuando la ayuda es excesiva –por ejemplo, si los padres corrigen, dirigen o hacen el trabajo por él– el mensaje interno puede ser el contrario: 'No soy capaz por mí mismo'. Esa sensación puede disminuir su confianza y su motivación a largo plazo. El objetivo es que el apoyo parental refuerce la autonomía, no la sustituya.
¿Cómo hay que responder cuando el niño es el que pide a sus progenitores que le ayuden con las tareas escolares?
Es importante atender su petición sin resolverle el problema directamente. Una buena estrategia es devolverle la responsabilidad con preguntas que le guíen: '¿Qué crees que te está pidiendo el ejercicio?', '¿Por dónde podrías empezar?'. Así se fomenta la reflexión y la independencia, pero el niño sigue sintiendo la presencia y el apoyo del adulto. La idea es ser acompañantes del proceso, no ejecutores de la tarea.
¿Qué pasa con los niños que tienen dificultades de aprendizaje y sí pueden requerir una ayuda: cuál es la mejor solución?
En estos casos, la ayuda debe ser estructurada, constante y adaptada a su ritmo. Lo ideal es coordinarse con el centro educativo y, si es necesario, con especialistas (psicopedagogos o logopedas) para establecer pautas comunes.
Los padres pueden ofrecer un entorno tranquilo, tiempos breves y descansos frecuentes, pero siempre con el objetivo de que el niño adquiera estrategias para gestionar sus propias tareas. La ayuda no debe perpetuar la dependencia, sino acompañar hacia la autonomía posible.
¿Es aconsejable corregirle los deberes al niño cuando los padres son conscientes de que no están bien hechos para que no los lleve mal al día siguiente al colegio?
No. Los deberes son una herramienta para que el profesor pueda detectar en qué punto está el alumno. Si los padres los corrigen o los rehacen, se pierde esa información valiosa. Lo más adecuado es permitir que el niño los entregue tal y como los ha hecho y, si se desea, comentarlo con él: '¿Quieres revisar si hay algo que te gustaría mejorar?'. Así se fomenta la autoevaluación y se respeta su proceso de aprendizaje.
Si el menor se olvida de algún libro o de la agenda, ¿deben los padres ayudarlo o debería asumir él la responsabilidad?
Depende de la edad, pero, incluso desde pequeños, es importante que asuman las consecuencias naturales de sus olvidos. Si cada vez que olvida algo, los padres lo solucionan, el mensaje que recibe es que no necesita responsabilizarse. En cambio, si aprende que olvidar un libro implica no poder hacer parte del trabajo, poco a poco desarrollará hábitos de organización.
¿Hasta qué punto se debe supervisar que haga todos los deberes que tiene asignados?
El grado de supervisión debe disminuir con la edad y el nivel de madurez. En los primeros cursos, la supervisión puede ser más cercana y visual (un adulto presente mientras el niño trabaja). A medida que crecen, conviene pasar a una supervisión más indirecta: establecer horarios, revisar que tenga un espacio adecuado y, al final, preguntar cómo le ha ido. El objetivo es transmitir confianza y enseñar habilidades de autorregulación, no controlar cada paso.








