Diremos, en principio, que el término desmayo, a nivel médico, se conoce como síncope y, por tanto, a lo largo de este artículo hablaremos sobre el síncope con igual acepción que el desmayo. El síncope vaso-vagal o crisis vagal es un accidente de aparición súbita que afecta a determinados niños en algún momento de su desarrollo y que consiste en la pérdida de conciencia, brusca y de corta duración, previamente acompañada de palidez, sudoración fría, náuseas, visión borrosa, pérdida del tono muscular y caída.
El origen de esta patología de tipo reflejo se encuentra en un predominio de la acción del sistema parasimpático, el cual induce una reducción de la frecuencia cardíaca, una vasodilatación periférica, una hipotensión arterial y, como consecuencia, una disminución del riego cerebral, situación que finalmente puede dar lugar a una pérdida de conocimiento.
Los síncopes tienen una incidencia familiar, suelen repetirse en el mismo paciente cuando se dan las condiciones coincidentes, se presenta con mayor frecuencia en la preadolescencia y desaparece en la mayoría de los casos en la edad adulta. Cuando un adolescente ha tenido experiencias anteriores de síncope, puede darse cuenta por síntomas previos de que puede presentarse de nuevo y sería conveniente poner los medios para prevenirlo y evitarlo.
Lo suelen presentar graves trastornos para la salud, pues el niño se recupera espontáneamente, quedando posteriormente asintomático y sin secuelas.
¿Cuáles son las causas del desmayo en niños y adolescentes?
Las situaciones que pueden desencadenar un síncope son múltiples y variadas. En su origen tienen gran influencia los factores hereditarios, los factores constitucionales, el carácter y la gestión de las emociones.
Estar mucho tiempo de pie, cambiar bruscamente de posición, levantarse rápidamente, las emociones fuertes, el estrés emocional, el dolor intenso, el miedo, la tensión, las situaciones límite, la sangre, el ayuno, el calor extremo… En fin, estos son algunos ejemplos de los múltiples factores que se han objetivado como desencadenantes del síncope o síndrome vagal.
Finalmente, no hay que olvidar que existen síncopes que tienen un origen orgánico o funcional, tanto de origen cardíaco o cardiovascular como de origen neurológico, que suelen ser síntomas asociados a enfermedades de mayor trascendencia y que siempre deben ser estudiadas y tratadas para evitar su aparición.
¿Qué hacer si un niño se desmaya?
Lo habitual es que, desde el primer desmayo, los padres acudan al pediatra para solicitar estudio y un diagnóstico de lo sucedido. Para evaluar los síncopes o desmayos y llegar a un diagnóstico de síncope vaso-vagal, se necesita una historia clínica detallada, incluidos los antecedentes familiares, un electrocardiograma y una eco-cardio para descartar un trastorno eléctrico cardíaco o una cardiopatía estructural y, en raras ocasiones, un electroencefalograma para descartar patología neurológica.
- Aconsejarle y guiarle para que reconozca los síntomas previos y así intente evitar las situaciones que en otras ocasiones desencadenaron el síncope.
- Debemos decirle que, en cuanto comience a sentirse mal, debe sentarse o tumbarse para así evitar la pérdida de conocimiento y la caída.
- Si pierde la conciencia, debemos tumbarle en decúbito supino y ponerle las piernas en alto y la cabeza ladeada.
- Los niños con tendencia al síncope deben desayunar bien, estar siempre bien hidratados y, si van a realizar ejercicio, tomar suplementos de azúcar.
¿Cuándo solicitar atención médica inmediata tras un desmayo?
- Cuando el síncope se produce al realizar ejercicio físico o al practicar algún deporte, pues existen síncopes de origen cardiaco que deben ser estudiados para descartar enfermedad cardíaca o arterial.
- Cuando el paciente tarda más de cuatro minutos en recuperar la conciencia.
- Cuando el síncope se acompaña de síntomas neurológicos o convulsiones tónico-clónicas de las extremidades.
¿Qué riesgos conlleva el desmayo o síncope vaso-vagal?
No suelen presentar graves trastornos para la salud, pues el niño se recupera espontáneamente, quedando posteriormente asintomático y sin secuelas. Al ser un cuadro agudo muy llamativo, sí genera una importante alteración doméstica y social en el entorno del paciente, pero si se trata de un adolescente, se conocen los síntomas previos y las conductas a seguir, sí pueden prevenirse muchos de ellos.





