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Educación

Cristina Estébanez, docente: "Las pantallas han cambiado la perspectiva de cuál es nuestro lugar en el mundo. Los niños deben comprender que somos un elemento más de la naturaleza"


Al igual que los adultos, muchos menores pasan muchas horas en espacios interiores. ¿Qué supone para su desarrollo este alejamiento del entorno natural? Un libro explora la importancia de la naturaleza y del arte en la personalidad y educación de los menores.


Cristina Estébanez© Cristina Estébanez
18 de octubre de 2025 - 8:00 CEST

Cristina Estébanez es fundadora y directora de Misnoûs: The School of Thought, una start-up educativa para conectar a profesionales de distintos campos para introducir la cultura y la naturaleza en sus vidas. En su labor docente imparte seminarios para que los profesores introduzcan la naturaleza como una asignatura transversal a través del arte.

Acaba de publicar La escuela de la naturaleza (Ed. Paidós), una guía para educar a los niños lejos de las pantallas, valiéndose de esos dos recursos: naturaleza y arte, a los que no se recurre tanto como sería deseable, a pesar de sus contrastados beneficios en la infancia y la adolescencia. Hemos charlado con ella.

Debemos devolverle el protagonismo a la naturaleza y a la literatura en la educación

Cristina Estébanez, docente

El libro comienza con una declaración de intenciones: "alejar a nuestros niños de las pantallas y, con ayuda de las artes, acercarlos a la naturaleza". Suena muy bien, pero muy ambicioso. ¿Por dónde comenzar?

Comencemos por dar ejemplo. Si lo primero que hacemos los adultos al despertarnos es mirar el móvil, es difícil pedir a los niños que se despeguen de las pantallas. Debemos hacer un esfuerzo por abrirles la ventana cada mañana para saber si llevan un jersey al cole sin tener que mirar la aplicación del tiempo.

Decía Einstein que dar ejemplo es la única manera de influir en las personas, y la naturaleza y las artes son dos maestras del ejemplo. Comencemos por regalar una lupa a nuestros niños para salir a la naturaleza y agrandar las palabras de personajes como Alicia en el País de las Maravillas para educar a niños pacientes, fuertes y seguros de sí mismos, virtudes que las pantallas no suelen enseñar.

Libro La escuela de la naturaleza© Ed. Paidós

Los niños de hoy tienen déficit de naturaleza. Incluso los pediatras se plantean "prescribir naturaleza", como remedio ante algunas afecciones. ¿Por qué hemos llegado a este punto?

Porque organizamos nuestra vida lejos del tiempo y del espacio de la naturaleza. Los horarios de los niños están llenos de actividades marcadas por el tiempo frenético de los padres. Y su educación se desarrolla en espacios cerrados con luz artificial donde, al igual que los adultos en sus oficinas, pasan horas sentados. 

Educar a los niños en la naturaleza exige movimiento: búsqueda de huellas, sonidos, olores, sensación de libertad y felicidad, pero también de respeto e incomodidad. Es mucho más cómoda una peli en el sofá que una caminata con la manta a cuestas para ver las estrellas. Pero la naturaleza, como la literatura, engancha y sana. Por eso prescriben los pediatras las actividades en bosques y parques, por razones fisiológicas y de salud mental.

Niños corriendo libres por la naturaleza al atardecer© Adobe Stock

En el libro se proponen varios ejercicios a modo de "selfie del revés", para dejar de mirarse a sí mismo y girar el foco hacia la naturaleza. ¿Cómo impacta en la personalidad esa mirada diferente que no solo se centra en uno mismo?

Cuando educamos a un niño para que enfoque su cámara hacia la naturaleza le acostumbramos a no usar tanto el “yo, yo, yo” para hablar más con el “tú”. El niño entiende que la naturaleza vive para él, dándole refugio y alimento sin recibir nada a cambio. Esa lección impacta en su personalidad, mucho más atenta con los de al lado. Y en su actitud ante la vida, mucho más consciente para entender su lugar en el mundo. 

Llevo años dedicada a la educación y esta obsesión por mirarnos en las pantallas ha cambiado la perspectiva educativa de cuál es nuestro lugar en el mundo. Los niños deben comprender que somos un elemento más de la naturaleza: igual que los árboles (pero vivimos menos), igual que las montañas (pero medimos menos), igual que los mares (pero flotamos menos). Debemos devolverle el protagonismo a la naturaleza y a la literatura en la educación, para educar a niños sensibles y lúcidos como el Principito en su planeta. 

Niña leyendo subida a un árbol© Adobe Stock

"Vivir rodeado de arte es crecer rodeado de poder: poder de creación, poder de imaginación, poder de disciplina", señala en el libro. ¿Es un recurso poco utilizado en la educación actual?

Sí, aunque yo soy optimista porque cada vez veo más colegios y universidades conscientes de la importancia de educar a nuestros niños en el arte, para que aprendan disciplina y ejerciten su imaginación, fundamental para las profesiones del futuro. En los seminarios que imparto a profesores de distintos centros educativos trabajamos con ejemplos de vida de artistas, para que los niños se identifiquen con ellos y aprendan a crear y no rendirse. 

Pero estoy de acuerdo que aún es un recurso poco utilizado en la educación actual, especialmente si miramos al pasado. A Miguel Ángel el arte le enseñó disciplina, de niño como aprendiz en el taller de Ghirlandaio y de mayor en un andamio a veinte metros del suelo repitiendo una y otra vez las escenas de la Capilla Sixtina. Disciplina, imaginación y creación: tres superpoderes de las artes para “pensar a lo grande” y contagiar a nuestros niños de ese espíritu tan necesario para poner su granito de arena en el mundo.

Niña pintando un cuadro© Adobe Stock

Ese arte como vehículo para el desarrollo personal en el niño y el adolescente, ¿puede ser de cualquier tipo? ¿Cumple la misma función al arte que se vale de pantallas: como el dibujo digital?

Si el proceso de aprendizaje y el resultado es el mismo, entonces sí. El arte enseña a trabajar a diario, a desarrollar un trazo propio, a borrar y a empezar de nuevo. Y en ese proceso los niños conviven y comparten sus creaciones. Como este año, que unos alumnos de 5º y 6º de Primaria han decidido crear un mapamundi de olores y sabores de la tierra para contrarrestar la angustia que les suponía pasar por delante del mural que habían construido sobre vertederos en el mundo. 

Si el dibujo digital cumple con todas estas propuestas, adelante, pero no lo sustituiría por un pícnic en el campo, con un juego de relevos, un cuento de Kipling y un rollo de papel en el suelo para pintar un atardecer con veinte manos.

Familia de picnic en el campo© Adobe Stock

A menudo, el arte en el sistema educativo se reduce a la lectura de libros y a la música a través de la flauta. ¿Por qué hay tantas dificultades en incorporar otras grandes artes en el sistema escolar?

Porque aún se pone en duda que grandes artes como el teatro, la danza, los trabajos manuales —incluso el deporte o la meditación— tengan cabida en los programas de los niños. El educador británico Ken Robinson decía que la educación de los niños, al igual que la agricultura, debe buscar la fertilidad natural de sus cultivos, ricos y diversos. Y por ricos y diversos entendía las artes, las ciencias y las «pasiones individuales» de nuestros niños, presentes en La escuela de la naturaleza

Los profesores y padres necesitamos más claves para educar en las artes. Y por eso este libro dedica una parte de formación artística para educadores seguida de juegos, recetas y cajas didácticas para incorporar esas grandes artes en la educación.

Niño haciendo un teatro de sombras© Adobe Stock

El libro está centrado en niños entre siete y diez años. Pero, ¿qué se puede hacer con los más mayores cuando los padres quieren favorecer ese entorno artístico y natural?

La escuela de la naturaleza propone muchas de sus actividades en colaboración con alumnos mayores del colegio o con familiares y amigos adolescentes en casa. Hay una con un Nictógrafo, invento de Lewis Carroll, que me recuerda a las excursiones con alumnos mayores cuando yo iba al colegio.

La convivencia entre niños y jóvenes (que es habitual en el sistema Montessori o en mi colegio, heredero de la Institución Libre de Enseñanza) es una manera de educar a los adolescentes en ese entorno artístico y natural, no solo para alejarlos de las pantallas, sino para involucrarlos en un reto común para su generación: ser conscientes del planeta en el que viven entre llamas, deshielos y extinciones.

Niños con una lupa investigando en la naturaleza © Adobe Stock

Sugiere distintos juegos y actividades en el ámbito natural y artístico. ¿Los niños necesitan estar dirigidos en estos terrenos porque han perdido cierta capacidad para hacerlo por sí mismos o la intervención de los padres y educadores garantiza mayores beneficios?

Antoine de Saint-Exupéry, al igual que su Principito, salía a jugar solo por los bosques del castillo de su abuela. Alicia cayó sola por la madriguera del Conejo Blanco y Nils Holgersson sobrevoló Suecia, de Norte a Sur, solo en compañía de un pato. Pero todos tienen en común una figura, adulto o animal, que les marca los límites.

En La escuela de la naturaleza se trabaja para que los niños sean capaces de valerse por sí mismos. Los educadores son una pieza fundamental en su desarrollo, no para hacerlos dependientes sino para impulsarlos en el gran salto de sus vidas: ser autónomos. Ni helicópteros ni fantasmas, un discreto término medio que a lo largo de la historia y con las lecciones de la naturaleza y el arte ha equilibrado la balanza de la educación.

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