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Crianza

Mercedes Bermejo, psicóloga experta en infancia: “Los niños no necesitan adultos perfectos, sino adultos reales que les guíen para afrontar la vida con equilibrio”


La psicóloga da las claves para acompañar a niños y adolescentes en su desarrollo emocional y fortalecer los lazos familiares


Mercedes Bermejo, psicóloga© Mercedes Bermejo
11 de septiembre de 2025 - 7:30 CEST

Para lograr que los niños desarrollen una buena inteligencia emocional y habilidades esenciales para desenvolverse bien en la vida, la familia juega un papel clave. Son los padres y su entorno familiar más cercano los que, sin ni siquiera darse cuenta, influyen directamente en las emociones y la personalidad de su hijo. La cuestión es ¿qué hacer para ayudarles a que ese desarrollo emocional y afectivo sea el adecuado? Hemos hablado con Mercedes Bermejo, psicóloga sanitaria experta en infancia, adolescencia y familia, fundadora y directora de Psicólogos Pozuelo y vocal del Consejo Oficial de la Psicología de Madrid, por la publicación de su último libro, Emociones familiares (Editorial Marcombo), y nos explica en detalle cómo lograrlo.

¿Cuál es la base de la crianza de los hijos que debería existir en toda familia? 

La base de toda crianza debe ser el apego seguro, sustentado en la presencia emocional de calidad de los adultos. Esto significa estar disponible no solo físicamente, sino sobre todo emocionalmente: mirar, escuchar, sostener y validar al niño. Cuando un hijo percibe que sus necesidades emocionales son atendidas, crece con confianza en sí mismo y en los demás. La crianza no es solo cubrir necesidades materiales, sino transmitir la certeza de que el niño es valioso, digno de amor y seguro en su entorno. Desde esa base, se construyen la autonomía, la resiliencia y la capacidad de afrontar los retos de la vida.

Cuando un hijo percibe que sus necesidades emocionales son atendidas, crece con confianza en sí mismo y en los demás

Mercedes Bermejo, psicóloga sanitaria experta en infancia, adolescencia y familia

¿Influyen las emociones de los familiares más cercanos en la personalidad del niño, en su desarrollo? 

Sí, las emociones de la familia moldean directamente la forma en que los niños entienden el mundo y a sí mismos. Los adultos actuamos como espejos emocionales: si un niño recibe calma, afecto y validación, interiorizará seguridad y confianza; si percibe ansiedad, tristeza no elaborada o enfado constante, puede bloquear sus emociones o asumir como propios los sentimientos de los adultos. La familia transmite, muchas veces sin palabras, cómo se gestionan las emociones, y esa experiencia temprana influirá en la personalidad, la autoestima y en la forma futura de relacionarse.

¿Cuál es el papel de la familia en el correcto desarrollo emocional del niño?

La familia es la primera escuela de las emociones. Allí el niño aprende a poner nombre a lo que siente, a regularse y a sentirse acompañado en sus vivencias. Es el espacio donde se moldea el apego, la empatía y la capacidad de confiar en los demás. Un entorno familiar que ofrece seguridad, afecto y límites claros permitirá que el niño desarrolle competencias emocionales sanas y pueda afrontar de manera equilibrada los desafíos de la vida. Por el contrario, un ambiente donde predominen la desconexión o la invalidación emocional puede dejar huellas profundas en su bienestar futuro.

¿Deben sus adultos de referencia ocultar sus propias emociones ante el niño cuando estas sean no deseadas?

No. Ocultar la tristeza, la ansiedad o el dolor transmite el mensaje de que esas emociones son “malas” y que deben evitarse. Todas las emociones son necesarias, incluso las desagradables, porque cumplen una función adaptativa. Si los adultos esconden lo que sienten, el niño aprende a no confiar en sus propias emociones y puede crecer creyendo que lo vulnerable debe ocultarse. El objetivo no es mostrarlas de manera desbordada, sino de forma auténtica y regulada, acorde a la edad del niño.

¿Cómo proceder entonces?

La clave está en mostrar las emociones con honestidad, pero siempre desde la autorregulación. Un adulto puede decir: “Hoy estoy triste, pero estoy cuidándome y sé que pasará”. Este mensaje enseña que las emociones forman parte de la vida y que se pueden gestionar sin miedo. De esta forma, el niño aprende que sentir no es peligroso y que las emociones se pueden acompañar, compartir y elaborar. Los niños no necesitan adultos perfectos, sino adultos reales que les modelen cómo afrontar la vida con equilibrio.

Familia feliz© Getty Images

¿Qué es la psicoterapia emocional sistémica y de qué manera puede ayudar a niños y adolescentes?

La psicoterapia emocional sistémica es un enfoque que pone a las emociones en el centro del proceso terapéutico y entiende a la persona dentro de sus sistemas de pertenencia: familia, escuela, contexto social. 

No se limita a observar el síntoma, sino que lo interpreta como un mensaje de lo que está ocurriendo en el sistema. Con los niños y adolescentes, este modelo ofrece un espacio seguro donde puedan poner palabras, juego y creatividad a lo que sienten, al tiempo que implica a la familia para transformar dinámicas disfuncionales. Ayuda a desbloquear emociones enquistadas, a construir vínculos más sanos y a favorecer un desarrollo emocional equilibrado.

Un entorno familiar que ofrece seguridad, afecto y límites claros permitirá que el niño desarrolle competencias emocionales sanas

Mercedes Bermejo, psicóloga sanitaria experta en infancia, adolescencia y familia

¿En qué se diferencia de otro tipo de terapias y en qué casos elegirla frente a otras?

A diferencia de otros enfoques centrados únicamente en la conducta o en los pensamientos, la psicoterapia emocional sistémica integra emoción, relación y contexto. No se centra en “corregir” síntomas, sino en comprenderlos como parte de una narrativa familiar. Su gran fortaleza es que trabaja tanto con el niño como con su entorno, lo que facilita cambios profundos y duraderos. Es especialmente recomendable en casos donde el malestar del niño refleja tensiones familiares, en situaciones de crisis emocionales compartidas o cuando se necesita un abordaje respetuoso que legitime la experiencia emocional de todos los miembros de la familia.

En el libro habla de las etapas evolutivas emocionales del niño y del adolescente; ¿cuáles son y cómo identificarlas?

Cada etapa del desarrollo tiene una necesidad emocional clave: en los primeros meses, el bebé necesita sentir que “tiene derecho a existir”; en la primera infancia, explora el mundo y necesita seguridad para hacerlo; hacia los 2-3 años aparece la necesidad de pensar por sí mismo y poner límites; entre los 3 y 6 años, se consolida su identidad y el poder de la fantasía; en la etapa escolar, se desarrolla la socialización y la autoestima a través de los iguales; y en la adolescencia, el gran reto es la construcción de la identidad y la búsqueda de independencia con la seguridad de seguir estando vinculado a la familia. Identificar estas etapas implica observar cómo se expresan sus emociones, qué mensajes necesitan recibir y cómo buscan el reconocimiento del adulto.

¿Cómo guiar o acompañar a nuestro hijo en cada una de esas etapas?

El acompañamiento consiste en estar atentos a las necesidades emocionales propias de cada etapa. En los primeros meses, a través del contacto físico, la mirada y la disponibilidad constante. En la infancia, con límites claros, presencia y juego compartido. En la etapa escolar, reforzando la autoestima, respetando su pensamiento crítico y ofreciendo espacios para experimentar y equivocarse. En la adolescencia, acompañando con paciencia, validando su necesidad de independencia y sosteniendo la comunicación aunque haya conflictos. 

En todas las etapas, lo fundamental es transmitir una mirada incondicional, que haga sentir al niño amado y seguro, incluso en sus momentos de dificultad.

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