Cuando un niño es impulsivo, muy inquieto, tiene conductas un tanto disruptivas y, además, tiene dificultades para concentrarse y para prestar atención en clase, parece evidente que lo que le puede ocurrir es que tiene TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad). Pero no siempre es así. Esos son los síntomas, la forma que tienen de manifestarse otros muchos problemas que puede tener un niño, como la ansiedad. ¿Cómo averiguar la causa real? ¿Puede confundirse la ansiedad con TDAH y llevar a un diagnóstico erróneo? ¿Cómo afectaría ese diagnóstico erróneo al niño? Lo explica el Dr. Manuel A. Fernández, conocido como ‘el Neuropediatra’, que es especialista en neuropediatría, coordinador del Área de Neurología Pediátrica del Instituto Andaluz de Neurología Pediátrica y del Grupo de TDAH de la Sociedad Europea de Neurología Pediátrica.
¿Pueden confundirse los síntomas de la ansiedad en un niño pequeño con los del TDAH?
Sí, pueden confundirse. Tanto la ansiedad como el TDAH pueden manifestarse con inquietud, dificultad para concentrarse o problemas de comportamiento. La diferencia está en el origen: en el TDAH hablamos de un trastorno del neurodesarrollo, mientras que en la ansiedad los síntomas aparecen como respuesta a preocupaciones o miedos internos.
A simple vista, los padres pueden ver lo mismo: un niño que no atiende, que se mueve demasiado o que parece despistado. Esto es aún más importante cuando sabemos que, en el TDAH, los niveles de ansiedad son muy altos debido a las dificultades a las que se enfrentan las personas que lo padecen. Vamos, para complicarlo un poco más aún.
No basta con “etiquetar” a un niño por lo que parece. Hay que hacer una evaluación clínica completa y rigurosa.
¿Cómo diferenciarlos?
La clave está en observar el contexto y la evolución. En el TDAH los síntomas son persistentes, aparecen en distintos entornos (casa, colegio, actividades) y desde edades tempranas. En la ansiedad, en cambio, la falta de atención o la inquietud suelen estar ligadas a situaciones concretas que generan preocupación o malestar. Además, los niños con ansiedad suelen mostrar signos físicos como tensión, nerviosismo o problemas de sueño.
La verdad es que, en la consulta, no resultan muy complicados de diferenciar clínicamente, especialmente después de recoger toda la información sobre los antecedentes a lo largo de la vida, pero además, hay pruebas que pueden discrimintar este tipo de situaciones.
¿Cómo se evalúa el TDAH para detectar que los problemas de hiperactividad o de falta de atención se deben efectivamente a una cuestión del neurodesarrollo y no a otro tipo de causas?
La evaluación del TDAH requiere un proceso clínico completo. Incluye entrevistas con la familia y el colegio, pruebas estandarizadas de atención, impulsividad y funciones ejecutivas. También es imprescindible descartar otras causas médicas, emocionales o educativas que puedan explicar los síntomas.
Cómo decía antes, la verdad es que cuando la formación y la experiencia son adecuados, no resulta muy complejo diferenciar estos aspectos desde una perspectiva clínica, pero hay pruebas, tests y herramientas tecnológicas que nos permiten discriminar estos casos.
Si algunos de esos síntomas son parecidos o, incluso, iguales, ¿La manera de tratarlos es diferente o en algunos casos puede coincidir?
El tratamiento tiene puntos en común y diferencias importantes. En ambos casos es fundamental un abordaje psicológico que ayude al niño a manejar sus emociones y conductas. Coinciden en que el apoyo a la familia y la coordinación con el colegio son imprescindibles.
Sin embargo, en el TDAH hablamos de intervenciones específicas de estimulación cognitiva, adaptación escolar y tratamiento farmacológico. De hecho, en el TDAH se conoce la base neurobiológica del cuadro, que está en un exceso de recaptación presináptica de dopamina y/o noradrenalina; debido a ello, el tratamiento farmacológico específico es de los más efectivos y seguros del área de la neurología y la salud mental.
En la ansiedad, lo esencial es trabajar sobre el origen de la preocupación y dar herramientas de afrontamiento. En este caso, la expresión conductual es una respuesta a factores, ya sean internos o externos, que la generan, y que debemos conseguir eliminar o controlar, mientras ayudamos al chico a regular su respuesta emocional, que puede ser inadecuada o no, ante este factor, como por ejemplo, un caso de acoso, un fallecimiento cercano, etc.
¿Cuáles son las posibles consecuencias de que se diagnostique por error de TDAH a un niño?
Un diagnóstico erróneo puede tener un impacto negativo serio. Por un lado, el niño no recibe la ayuda adecuada para tratar su verdadera dificultad. Por otro, puede exponerse a un tratamiento innecesario. Además, la etiqueta de TDAH influye en cómo se le percibe en casa y en el colegio, y eso puede afectar a su autoestima y a su desarrollo personal.
¿Cómo se suele dar cuenta el paciente o su familia del error?
Realmente este no es un caso que se dé con frecuencia en el día a día del trabajo que realiza un neuropediatra, especialmente porque, cuando pueden confundirse, es cuando aparecen juntos y general dificultades de detección. En esos casos de aparición conjunta, la ansiedad es una consecuencia del TDAH o una comorbilidad. El tratamiento farmacológixo es menos efectivo de lo habitual, por ejemplo, y los padres siguen viendo al niño igual de nervioso o despistado.
Los niños pequeños a veces no saben explicar qué les pasa, pero lo manifiestan con su comportamiento
En el caso de la aparición exclusiva de la ansiedad, uno de los factores más relevantes es el momento de inicio y la duración de la misma. En estos casos es fácil peercibir que el problema parece más ligado a preocupaciones internas o miedos que a un déficit de atención real.
¿Cómo tratar la ansiedad en un niño o una niña de corta edad?
Lo más importante es escuchar y validar sus emociones. Los niños pequeños a veces no saben explicar qué les pasa, pero lo manifiestan con su comportamiento. Con técnicas adaptadas a su edad, la psicoterapia puede ayudarles a identificar miedos, ganar seguridad y aprender estrategias de afrontamiento. También es esencial implicar a los padres para que sepan cómo acompañarles y evitar reforzar la ansiedad sin querer.
Como decía, es importante entender que la ansiedad se manifiesta de forma diferente en niños y adultos. Los adultos podemos sentirnos tristes, tener sensación de pena y demás respuestas emocionales, en cambio, los niños, especialmente antes de la pubertad, y cuando más pequeños, con más frecuencia, lo que hace en sentirse frustrados y cambiar su comportamiento. Se vuelven ariscos, gruñones, bruscos o incluso agresivos, en la mayoría de los casos, sin mostrar externamente ninguna expresión emocional manifiesta más allá del enfado continuado y la ausencia de comunicación.
Una vez que se calma esa ansiedad, ¿desaparecen los síntomas susceptibles de ser confundidos con el TDAH?
En muchos casos sí. Cuando el niño aprende a controlar la ansiedad y se siente seguro, mejora su capacidad de concentración y desaparecen la inquietud o la impulsividad derivadas de ese estado de alerta. Pero si el TDAH está presente, los síntomas persisten aunque el niño esté tranquilo. Esa es una de las pistas que nos permite diferenciar un caso del otro.
¿Es posible confundir el TDAH con otros trastornos del neurodesarrollo o con otros problemas relacionados con la salud mental?
Sí, es posible. Aparte de la ansiedad, podemos confundirlo con dificultades de aprendizaje, problemas de sueño, depresión infantil o incluso con un trastorno del espectro autista. Todos ellos pueden provocar problemas de atención, impulsividad o alteraciones del comportamiento. Por eso siempre insisto: no basta con “etiquetar” a un niño por lo que parece. Hay que hacer una evaluación clínica completa y rigurosa.
Muchos de los trastornos del neurodesarrollo pueden solapar síntomas y consecuencias entre ellos, con lo que no es que se puedan confundir, sino que, para añadir una capa más de dificultad, pueden coexistir en un mismo chico. La clave está en saber asignar los síntomas o las conductas, al cuadro que las está provocando.
Como resumen, más allá del TDAH y la ansiedad, considero fundamental que podamos aprender cómo funciona nuestro sistema neurológico desde la infancia, ya que de esta forma, solo de esta, podremos ser capaces de acompañar a los chicos en su desarrollo y alcanzar una crianza realmente sana, saludable y plena