El Helicobacter pylori es la causa más frecuente de infección bacteriana crónica en el ser humano. Afecta a toda la población mundial y a todas las edades. En los países desarrollado, esta infección es excepcional durante el primer año de vida, pero afecta también a los niños y su frecuencia aumenta con la edad, siendo en la adolescencia donde más casos se presentan. En los países subdesarrollados es frecuente durante toda la infancia.
La infección en los niños se produce entre personas convivientes y, sobre todo, se transmite de padres a hijos. Los factores sociales, geográficos y la higiene personal y familiar, unida al nivel socio-económico, tienen gran influencia en su origen y propagación.
La mayoría de los niños infectados son asintomáticos o presentan síntomas gástricos y digestivos leves. Las manifestaciones clínicas más graves son la gastritis crónica y la úlcera péptica. La infección se produce al ingerir agua o alimentos contaminados, siendo frecuente también el contagio a través de la saliva y las secreciones orales.
Cuando la infección es sintomática, es decir, el niño tiene síntomas (dolor, anorexia, vómitos, pérdida de peso) debe ser tratado médicamente para erradicar la presencia del helicobacter en la mucosa gástrica
¿Qué pasa si un niño tiene la bacteria Helicobacter pylori?
Los síntomas clínicos más frecuentes en los niños son: dolor abdominal recurrente de localización epigástrica (boca del estómago) o periumbilical, sensación de pirosis o quemazón esofágica, pesadez postprandial, digestiones lentas y, a veces, anorexia con pérdida de peso. En ocasiones, se dan cuadros de diarrea crónica similar a los cuadros de malabsorción intestinal y la infección se ha relacionado con talla baja y el retraso en la maduración sexual.
La gastritis, que es el síntoma predominante, consiste en una inflamación de la mucosa gástrica como consecuencia de la acción predominante de los ácidos gástricos sobre ella. La úlcera péptica, ya sea duodenal o gástrica, aunque puede aparecer, es una lesión anatómica poco frecuente en los niños.
¿Cómo detectar Helicobacter pylori en niños?
El diagnóstico de infección por helicobacter pylori puede realizarse por diferentes métodos. El más rápido y más frecuentemente utilizado es el “Test del Aliento” con urea marcada. En niños es preferible utilizar como marcador la urea con C13, por ser un isótopo natural no radiactivo.
La mayoría de los niños infectados son asintomáticos o presentan síntomas gástricos y digestivos leves
La realización de la prueba es muy sencilla. Son necesarias seis horas previas de ayuno; después de ese tiempo se obtiene una muestra basal del aire espirado y se administra seguidamente un zumo de naranja natural, seguida de la toma de urea C13 y, treinta minutos después, se toma la segunda muestra.
Otras pruebas no invasivas son: la determinación del antígeno del H. pylori en heces y los estudios serológicos en sangre, saliva y orina. Finalmente la endoscopia digestiva alta es un método invasivo definitivo, pero usado con poca frecuencia en los niños, y que además de ver la mucosa, nos permite la obtención de un biopsia para poder determinar con seguridad el tipo de enfermedad gastroduodenal que padece el paciente.
¿Cómo tratar el Helicobacter pylori en niños?
Cuando la infección es sintomática, es decir, el niño tiene síntomas (dolor, anorexia, vómitos, pérdida de peso) debe ser tratado médicamente para erradicar la presencia del helicobacter en la mucosa gástrica.
El tratamiento más frecuentemente utilizado es el conocido como “Triple terapia”, que combina un inhibidor de la bomba de protones, el Omeprazol o la Ranitidina con dos antibióticos diferentes que suelen elegir entre la Amoxicilina, la Claritromicina y el Metronidazol.
El tratamiento debe durar al menos 15 días y la respuesta al tratamiento y la mejoría debe ser monitorizada con un nuevo test del aliento para comprobar la curación.