El verano en familia puede ser un reto por diversos motivos: en primer lugar, porque los padres no suelen tener un período de descanso en su trabajo que abarque todas las vacaciones escolares y, por tanto, no se les puede dedicar a los hijos todo el tiempo que estos merecen y necesitan; en segundo lugar, por lidiar con el aburrimiento y con las pantallas sin que afecte a la paz familiar.
Por ello hemos hablado con Alfonso Méndez, psicólogo de Instituto Centta (www.centta.es), quien da una serie de pautas muy concretas y muy sencillas de seguir para disfrutar de las vacaciones de verano con niños y adolescentes. Esto es lo que nos ha explicado:
No se trata tanto de estar más tiempo, sino de estar mejor en el tiempo que sí hay
¿Cómo hacer que los niños disfruten de las vacaciones cuando los padres no lo están, cuando ellos trabajan?
No es fácil. Porque los niños, aunque no lo digan con palabras, notan muchísimo el estado emocional de los adultos. Si el verano para los padres es solo una carrera de fondo entre el trabajo y la logística, es lógico que eso se contagie un poco. Pero aquí va una idea clave: no se trata tanto de estar más tiempo, sino de estar mejor en el tiempo que sí hay.
Un desayuno sin prisas un sábado, una cena improvisada en el suelo del salón con picnic incluido o un paseo corto sin móvil en mano pueden tener un impacto enorme. Los niños no necesitan grandes planes, necesitan momentos genuinos. Y si tú no puedes parar, al menos que ellos sí puedan tener espacios donde sí se respire verano. Mejor siempre calidad que cantidad.
¿Debemos tener rutinas con niños en verano?
Sí. Pero ojo: rutinas, no rigideces. Las rutinas dan seguridad, marcan ritmo interno y ayudan a que el cuerpo y la mente no se desajusten por completo. Es como darle al cerebro un GPS suave, no una agenda militar.
En verano podemos soltar un poco la cuerda, claro. Pero si todo es aleatorio, caótico o impulsivo acaban pasándolo mal, incluidos los padres.
¿Cómo deben ser estas rutinas? ¿Varían en función de la edad?
Sí, varían, y mucho. Pero hay algo común: las rutinas tienen que tener coherencia y flexibilidad. Para los más pequeños, mantener horarios estables de sueño, comidas y juego es clave. Para los mayores, conviene dar más autonomía, pero acordando juntos ciertos compromisos: cuándo se levantan, qué hacen en la mañana, cuánto tiempo tienen libre, etc.
Y siempre dejando espacios para “nada”, que también es parte de la rutina veraniega. Porque no hay que llenar cada hueco con actividad “útil”. A veces, lo útil es justo lo contrario.
¿Por qué es necesario el aburrimiento en los niños?
Porque del aburrimiento nacen la creatividad, la introspección y hasta la tolerancia a la frustración. En un mundo donde todo está diseñado para entretenerles al segundo, aburrirse es un lujo educativo.
Cuando no pasa nada, el niño (o el adolescente) tiene que mirar hacia dentro, inventar, proponer… O simplemente quedarse en silencio un rato, que tampoco viene mal.
El aburrimiento es necesario en los niños, sí, pero… ¿cómo ayudar a esa reclamación constante de muchos niños que no soportan aburrirse y, para compensar, insisten en recurrir a las pantallas?
Aquí viene el arte. Porque es fácil decir “pantallas no” y quedarse tan ancho, pero lidiar con un niño hiperestimulado es otro tema. La clave está en anticiparse, establecer límites claros y ofrecer alternativas, aunque no siempre triunfen a la primera.
Una idea útil: preparar juntos una lista de cosas que pueden hacer “cuando se aburren”. Que esté a la vista. Puede ir desde construir una cabaña con mantas hasta regar las plantas o dibujar con los pies. Lo importante no es que sea súper divertido, sino que lo sientan como suyo.
No hay que llenar cada hueco con actividad “útil”. A veces, lo útil es justo lo contrario.
Y cuando venga el clásico “¡pero eso no quiero hacerlo!”, respira hondo y contesta: “Perfecto, puedes aburrirte un poco más hasta que se te ocurra otra cosa”. Es un entrenamiento, no un castigo.
¿Cómo gestionar el uso de pantallas con los adolescentes en verano?
Primero, aceptando una realidad incómoda: no vas a eliminarlas. Y no pasa nada. Las pantallas forman parte de su mundo. Pero eso no significa resignarse.
Negociar horarios razonables, pactar momentos del día sin pantallas (por ejemplo, las comidas, el rato antes de dormir) y, sobre todo, darles opciones reales fuera de ellas: salidas con amigos, retos, planes familiares…
Y, por último, hablar con ellos sin hacer del tema una guerra. “No quiero quitarte el móvil por castigo, quiero ayudarte a que no te atrape”. Si sienten que los estás escuchando, es más probable que escuchen también.
Más allá de las pantallas, ¿cómo pasar tiempo en familia de calidad con ellos cuando a veces están tan metidos en su mundo que parecen no querer ni comunicarse?
A veces hay que entrar en su mundo antes de pedirles que salgan del suyo. ¿Te has sentado alguna vez a ver ese vídeo absurdo que les hace tanta gracia? ¿O les has preguntado (de verdad) por esa canción que escuchan sin parar? Si sienten que no vas solo a dar lecciones o imponer, sino a compartir, es más probable que bajen la guardia.
Además, proponed planes neutros: caminar por un sitio nuevo, cocinar algo raro, ver una serie juntos (sí, aunque a ti te aburra un poco). El tiempo de calidad no siempre empieza con una conversación profunda, pero muchas veces acaba siéndolo.
¿Qué hacer para ayudar a niños y a adolescentes a disfrutar del verano cuando tienen deberes y les cuesta hacerlos? ¿Cómo ayudarles a integrarlos en su rutina diaria?
Con una mezcla de estrategia, empatía y un poco de teatrillo, por qué no decirlo.
Primero, repartir el esfuerzo: un poco cada día, en vez de dejarlo todo para la semana antes de volver. Después, buscar el mejor momento: cuando están más despejados, después de algo que les guste.
Y, por último, no convertirlo en un drama familiar. Los deberes no son una tortura ni una excusa para discutir. Son algo que hay que hacer, sí, pero si se acompañan con humor y cierta ligereza, se hacen menos pesados. A veces, incluso se puede pactar una “recompensa simbólica”: “cuando acabes esto, hacemos X”.