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Adolescente feliz con su teléfono móvil© Getty Images

Adolescentes

Esther Rincón, doctora en Psicología: ‘Las redes sociales se han diseñado para ser adictivas’

¿Prohibir o no prohibir las pantallas? ¿Cuándo dar un móvil a nuestros hijos? ¿Qué consecuencias tiene la adicción a las redes sociales o a los videojuegos en los adolescentes y en los niños?


2 de junio de 2025 - 15:06 CEST

Las pantallas han llegado para quedarse, no cabe duda. Pero también es innegable que las consecuencias para un cerebro en desarrollo, como el de los adolescentes o los niños, son muy perniciosas. De hecho, los psiquiatras infanto-juveniles, así como otros profesionales sanitarios, advierten del aumento de los trastornos de salud mental en menores de edad en los últimos años. Por eso hemos hablado con Esther Rincón, doctora en Psicología Clínica y de la Salud, profesora del Departamento de Psicología y Pedagogía de la Facultad de Medicina de la Universidad San Pablo-CEU (y responsable del Laboratorio de Nuevas Tecnologías del grado en Psicología (CEU).

Rincón ha coordinado Hiperconectados. ¿Abusan nuestros hijos del móvil e Internet? (Ediciones Pirámide), libro en el que participan diversos profesionales de la Psicología, que explican cuáles son las señales de alerta que podrían ser indicativas de una posible adicción a las pantallas en nuestros hijos. ¿Cuáles son? ¿Qué hacer para evitar o sanar esa adicción en adolescentes? Esther Rincón nos lo explica.

Hay una situación inverosímil y nunca antes registrada en relación a la salud mental de la población infanto-juvenil

Esther Rincón, doctora en Psicología Clínica y de la Salud

¿Cómo debemos ir educando a nuestros hijos, desde pequeños, en el uso de las pantallas para evitar una posible adicción cuando sean más mayores? 

Precisamente la educación es un aspecto fundamental en la prevención del desarrollo de adicciones digitales. Desde nuestro equipo de investigación Psycho-Technology, consideramos que formar a todos los agentes implicados en el cuidado del menor es crucial, incluyendo a progenitores, maestros, pediatras, psicólogos y psiquiatras y por supuesto, también a los propios menores. 

Cuanto antes se comience esa educación en los centros escolares y en las familias mucho mejor, asumiendo que tanto la Asociación Española de Pediatría (en su Plan digital familiar), como la Asociación Española de Psiquiatría de la Infancia y la Adolescencia -AEPNYA- (en sus recomendaciones sobre el uso de nuevas tecnología en infancia y adolescencia), afirman la idoneidad de que los menores de 5 años no empleen pantallas más allá de la realización de videollamadas a familiares. 

¿Hay unos niños que son más propensos a caer en adicción a las pantallas? ¿Cómo darnos cuenta de que nuestro hijo es susceptible de acabar teniendo este tipo de adicción? 

Existe una herramienta muy poderosa y eficaz para prevenir no solo las adicciones digitales, sino cualquier otro tipo de adicción o trastorno emocional en nuestros hijos: la observación. Por eso es tan importante fomentar e instruir a los progenitores en dicha metodología. En nuestro equipo de investigación hemos desarrollado un protocolo de prevención de adicciones digitales en menores en la que, además de facilitar información contrastada empíricamente, vamos a entrenar a los progenitores a observar indicios claros de que algo “no marcha bien” en nuestros hijos. 

A veces pasamos poco tiempo con ellos, por el devenir obvio de nuestras obligaciones profesionales y domésticas. La observación tampoco requiere mucho tiempo, sino realizarla de forma estratégica y eficaz. Así podremos anticiparnos a otro tipo de problemáticas, como digo, no solo al posible desencadenamiento de un patrón adictivo. Si conocemos bien tanto las virtudes/fortalezas de nuestros hijos como sus debilidades, podremos saber mejor cómo potenciar las primeras y minimizar las segundas. En la actual sociedad digital, conocer bien a nuestros hijos y observar estos puntos fuertes y débiles, se vislumbra como un aspecto fundamental de la crianza. Mucho más, asumiendo los retos que les quedan por dirimir en su futuro como adultos, con el vertiginoso avance de la inteligencia artificial.

Esther Rincón, doctora en Psicología Clínica y de la Salud© Esther Rincón
Esther Rincón, doctora en Psicología Clínica y de la Salud

¿Cómo percatarnos de que, ya no es que sea más propenso, sino que efectivamente ya muestra adicción? 

Porque un comportamiento que antes se realizaba por el mero placer de realizarlo, se acaba convirtiendo en una necesidad. De forma que nuestros hijos antes jugaban a un determinado videojuego porque se lo pasaban bien y, a medida que juegan más, quieren pasar más tiempo, descuidando otras tareas y obligaciones importantes en su vida, incluidas las académicas y sociales. 

Pero además, cada vez quieren jugar durante un mayor número de horas y ello le va a acarrear resultados negativos en su esfera vital (malas calificaciones, descuido de aseo, reduce el tiempo de sueño, ha dejado de quedar con sus amigos o de jugar a su hobby favorito); siendo cada vez mayor la necesidad de jugar. De hecho, cuando no puede tener acceso a los videojuegos se siente mal, malhumorado, irritable, disfórico

Cuando las personas “necesitamos” algo para aliviar nuestro malestar y cuando, obteniendo ese algo, el malestar se reduce inicialmente, hay indicios que nos pueden llevar a pensar que se esté comenzando un cuadro adictivo, aunque habría que valorarlo en su conjunto por un profesional sanitario cualificado.

¿Qué tienen las redes sociales que hace que muchos adolescentes se acaben “enganchando” a ellas? 

Que se han diseñado para ser adictivas. Hay que considerar que, a mayor tiempo se pase en ellas, mayor es la facturación para dichas compañías. Así que su interés comercial es claro: si hay más usuarios, más tiempo conectados, mayores beneficios. Los ingenieros que las desarrollan están, en general, muy bien instruidos en cómo “atrapar” nuestra atención y “secuestrarla” para que se quede un tiempo prolongado en esa red social. El mecanismo de scroll infinito es un claro ejemplo de ello. 

La cuestión es que hay determinado tipo de drogas que ya se sabe que ejercen una influencia muy clara en nuestro organismo y se han regulado. Las redes sociales, los videojuegos, el consumo de pornografía online, el sexting, etc, son aspectos de la esfera digital que ejercen un determinado efecto en nuestro cerebro, perjudicándolo en algunos aspectos, pero las iniciativas legislativas no están todavía desarrolladas plenamente. Si bien es cierto que, gracias a las fabulosas contribuciones científicas de muchos investigadores y sanitarios, así como a otras sociedades tales como Adolescencia Libre de Móviles, o al Pacto de Estado que promueve la Asociación Europea para la Transición Digital, se está avanzando mucho en este aspecto.

¿Qué podemos hacer para que, una vez que ya se ve claramente que tienen esta adicción a las pantallas o a las redes sociales, ayudarles a superarla?

Acudir a un profesional cualificado y con experiencia en este ámbito. Se puede pedir consejo a nuestro pediatra de confianza, pero, en general, un experto sanitario será de gran ayuda, sobre todo, para poder intervenir, si es que fuere necesario, antes de que el problema se agrave más. En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, se está desarrollando una magnífica labor en este sentido, con centros gratuitos de atención a familias con esta problemática, tal y como comentamos en Hiperconectados

En este libro, además, ofrecemos otras fuentes de información fiables a las familias, así como numerosos documentales que les pueden ayudar a documentarse. También pautas concretas sobre cómo debemos hablar con nuestros hijos, abordando el uso/abuso de las pantallas, con ejemplos prácticos concretos de gran utilidad. 

Un capítulo entero del libro está dedicado a explicar cómo las pantallas vuelven a los niños y a los adolescentes más irritables y les hace estar más cansados. ¿En general, cómo les afecta esa adicción tanto desde el punto de vista emocional como a las relaciones familiares y sociales? 

En España, ahora mismo, todos los profesionales sanitarios creo que estamos de acuerdo en que hay una situación inverosímil y nunca antes registrada en relación a la salud mental de la población infanto-juvenil. Dicho esto, la regulación del uso de las pantallas en menores consideramos que es un asunto no aplazable y de máxima prioridad, involucrando a todos los agentes sociales, como he señalado anteriormente. 

Hay que formar a las familias, a los sanitarios, a los educadores y también asesorar con datos científicos a los profesionales que han de legislar en este particular. En esa línea, estamos desarrollando, desde el Instituto Universitario de Estudios de las Adicciones (IEA-CEU) de la Universidad San Pablo-CEU de Madrid un proyecto pionero para prevenir (que en sanidad siempre es mejor que curar) las adicciones digitales. 

No estamos preparados filogenéticamente para estar en nuestra etapa infanto-juvenil pegados a una pantalla, sino desarrollando otras actividades

Esther Rincón, doctora en Psicología Clínica y de la Salud

Los menores están más irritables en primer lugar porque no estamos preparados filogenéticamente para estar en nuestra etapa infanto-juvenil pegados a una pantalla, sino desarrollando otras actividades. En segundo lugar, como señalaba anteriormente, porque el ámbito digital transita rápidamente, y si no se establecen límites, de lo puramente lúdico a lo abusivo y adictivo. Les irrita no tener acceso a las pantallas, cuanto más las usen. 

Así mismo, está documentado que la luz azul de los dispositivos digitales modifica sustancias en nuestro cerebro que retrasan el inicio del sueño y deterioran su calidad. Lo que se traduce en que el empleo de pantallas en el periodo previo a la hora de dormir es perjudicial porque no solo retrasa que el menor se duerma, sino que este efecto de la luz azul hará que el sueño se instaure más tarde y sea menos reparador. Por supuesto, cabe señalar que el empleo de pantallas en menores sin supervisión (estando a solas) es una oportunidad para que visionen contenidos inapropiados para su edad, con lo que el riesgo de un mal uso se incrementa exponencialmente.

¿Puede afectar también al plano académico? 

Sí, como señalaba antes, de hecho es uno de los indicadores que empleamos para determinar si hay o no un cuadro adictivo. Cabe señalar que el famoso multi tasking o tratar de hacer varias cosas a la vez no existe desde un punto científico. Esto supone que, si los menores realizan sus tareas escolares con un ordenador que tiene miles de avisos sonoros o con un móvil que los genera igualmente, es ciertamente complejo poder mantener la concentración en una tarea. Nos pasa también a los adultos, por supuesto. Lo que ocurre es que, cuando el menor debe estar concentrado en realizar esa actividad académica, pero un aviso sonoro de cualquier red social lo distrae, tardará en torno a 30 minutos en volver a tener el mismo nivel de concentración en la tarea que estaba realizando antes. 

Ese “volver tener que concentrarse” nos consume recursos a nivel cognitivo, es decir, nos fatiga o nos cansa. Si multiplicamos todas las posibles “distracciones” que los menores pueden tener al estar realizando sus tareas académicas en un dispositivo digital, se puede apreciar claramente que exigirá un mayor consumo de energía y, al final, la concentración irá de un punto a otro, pero sin terminar de centrarse en la tarea que hay que finalizar.

Hiperconectados. ¿Abusan nuestros hijos del móvil e Internet?© Ediciones Pirámide

¿Cuándo pedir ayuda profesional? 

Cuando observemos cambios sustanciales en el patrón general de comportamiento de nuestros hijos. Somos padres y conocemos a nuestros hijos. Si se detecta esa “necesidad” de acceder al entorno digital, si hay cambios en su manera de comportarse (mayor irritabilidad, comportamiento más sexualizado de lo que cabría esperar para su edad, más triste o callado de lo habitual). Si hay cambios en su patrón de sueño, de alimentación (ahora ya no le gusta o no se come su plato favorito por irse a jugar al videojuego o a ver la red social) y, sobre todo, una herramienta muy útil también: el “détox” digital. 

Este hecho está extraordinariamente bien ejemplificado en el documental El dilema de las redes, de Netflix. Si exponemos a nuestros menores a un tiempo sin pantallas y son incapaces de soportarlo, habría que indagar.

Se habla mucho, desde hace unos pocos años, acerca de la necesidad de prohibir o de no dar un móvil con internet a los niños hasta una cierta edad. ¿Crees que es adecuada esta postura? 

Me llama la atención y lo comento a mis alumnos en clase que, tras 20 años estudiando el efecto (positivo también) que la tecnología tiene para el comportamiento de las personas, con todos los ingenieros que trabajo, siempre me refieren que sus hijos menores no tendrán acceso a redes sociales o similar hasta que no sean, al menos, mayores de edad. Me hace reflexionar esta cuestión. Adicionalmente, añadiría que prohibir solamente no es eficaz; de hecho, desde el punto de vista psicológico, cuando prohibes algo, lo conviertes en más apetitivo. Por ejemplo, cuando vamos al médico y nos retira la sal, es cuando en realidad más nos apetece poner sal a los alimentos que ingerimos. Simplemente porque ahora nuestro foco atencional estará más centrado en este aspecto que, quizás, antes pasase desapercibido. 

Un menor con una pantalla tiene riesgos para los que muchas veces no está capacitado

Esther Rincón, doctora en Psicología Clínica y de la Salud

Por tanto, las prohibiciones por sí solas no funcionan. Lo hemos visto históricamente en el ámbito de las adicciones en numerosas ocasiones. Ahora bien, las regulaciones unidas a campañas de concienciación, alfabetización y educación de los agentes involucrados en el cuidado del menor sí. Eso como señalaba anteriormente es una tarea pendiente que habría que implementar definitivamente, cuanto antes, no solo en España sino en otros muchos países. 

La medida de retrasar el acceso a redes sociales a los menores de 16 años, en lugar de a los 14 como estaba antes, nos parece no solo adecuada, sino muy necesaria. Quizás, los datos científicos que estamos obteniendo numerosos equipos en este ámbito nos lleven a incluso solicitar que se retrase hasta la mayoría de edad, que es cuando se pueden realizar la práctica de otras conductas que implican riesgos, como la obtención del permiso de conducir en España.

Hay quien postula también por firmar una especie de contrato entre padres e hijos cuando estos vayan a recibir un móvil. ¿Es una solución? 

Sí. Estamos de acuerdo. Esta iniciativa fue pionera en EEUU, tras el contrato diseñado por una madre norteamericana, Janell Burley Hofmann, como condición para darle un stmartphone a su hijo, mediante el conocido iRules. En España tenemos los planes familiares, por ejemplo, que implican una serie de medidas consensuadas y negociadas idealmente en el seno familiar. Lo importante aquí es que cada familia valore sus propias ventajas y desventajas, se establezcan límites y “líneas rojas”, cuya transgresión tenga consecuencias. Esa consecuencias, si se pactan, deben implementarse. 

En algunas comunidades autónomas, se va a prohibir, ya desde el curso que viene, el uso de dispositivos digitales como tablets u ordenadores en los centros escolares. ¿Es una decisión acertada? 

Me consta que hay mucho interés en conocer los resultados científicos a este respecto. Ya se sabe por ejemplo, que la lecto-escritura en papel no es lo mismo para nuestro cerebro, que la realizada online o en soportes digitales. Las áreas de nuestro cerebro involucradas no son las mismas. Por ello, habrá que valorar, con conocimiento solvente desde un prisma empírico, si sería recomendable reducir los dispositivos digitales en las aulas. Lo que está claro es que su uso debe estar regulado y se deben establecer las medidas oportunas para que no se utilicen para ver redes sociales o contenido inapropiado, como ya ha acontecido en algunos centros escolares. 

Hoy en día, un menor con una pantalla tiene riesgos, muchas veces para los que no está capacitado, que no puede ni incluso detectar, ni mucho menos limitar o evitar. Hablamos desde consumo de pornografía en menores de 8 años, hasta acceso a pedófilos que sustraen información confidencial de los menores haciéndose pasar por otros menores en videojuegos multijugadores o en cyberbulling realizado a menores, tras obtener fotografías comprometidas de las mismas. 

La red nos puede aportar cuestiones muy positivas para la sociedad, pero, como todo avance, ha de regularse y, sobre todo, ha de garantizarse la protección de la población infanto-juvenil. Si todo sigue avanzando a este ritmo vertiginoso, habrán de tener acceso en su devenir profesional y personal, con toda certeza, con el mundo digital, pero dotémosles de las herramientas necesarias para que ese transitar sea firme y seguro, al igual que les instruimos, siempre acompañados y supervisados en las primeras ocasiones, a cómo cruzar un paso de peatones o a cómo conducir su primer coche. En este camino no podemos dejar solos a los menores, mucho menos nosotros, sus progenitores, como sus líderes naturales.

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