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Neurociencia

¿Sabes qué es el ‘síndrome del niño torpe’? Cómo identificar este trastorno poco conocido

Dos terapeutas ocupacionales nos explican cómo afecta en el día a día a los menores que lo sufren y cuáles son las primeras señales de alarma que los padres deben tener en cuenta

¿Tu hijo se cae o se choca con otros a menudo? ¿Le cuesta más hacer algunas actividades normales para su edad, como montar en bicicleta, atarse los cordones o coger correctamente los cubiertos? Si consideras que esta ‘torpeza’ excede lo normal, sería aconsejable consultar con un experto, puesto que podría padecer el trastorno del desarrollo de la coordinación motora (TDC) o displaxia, conocido coloquialmente como ‘síndrome del niño torpe’, que “afecta a las aptitudes motrices”. Y es importante que lo valore un profesional por que “esta problemática a nivel motor repercute de forma significativa en el desarrollo y participación de las actividades básicas de la vida diaria”, nos indican Rocío Marco y Gemma Vidal, terapeutas ocupacionales de la Fundación Salud Infantil de la Comunidad Valenciana. Entre esas actividades cotidianas, algunas tan imprescindibles, como “la alimentación, la higiene, los juegos, el vestirse”, lo que puede provocar otras importantes consecuencias a nivel emocional.

“Los menores que presentan este diagnóstico se muestran lentos e imprecisos en el movimiento” y se hace evidente en ellos que “la torpeza cobra protagonismo en la interacción con el entorno”, lo que se manifiesta con caídas y choques frecuentes.

Hay que tener en cuenta que, pese a que sus síntomas son motores, en realidad la causa no está en un problema muscular o físico, sino en la dificultad que presentan estos niños a la hora de planificar tareas y, por tanto, movimientos. Es importante subrayar que eso no afecta ni a la inteligencia: “las dificultades presentes se refieren solo a nivel motor, sin presentar relación con un problema neurológico, discapacidad intelectual o deterioro visual”, aseguran las terapeutas. “Sin embargo, existe la opción que coexistan dos trastornos en un mismo niño o niña, si se cumplen los criterios diagnósticos oportunos”. Entre ellos, el TDAH, con el que comparte ciertas características que, en un primer momento, pueden generar confusión.

Y se cae©GettyImages

Primeras señales de alerta

En primer lugar, es fundamental prestar atención a si el niño cumple los hitos esperados para su edad, como gatear, caminar o saltar. “El desarrollo de actividades cotidianas como son el quitarse la chaqueta, ponerse los zapatos o cortar con un cuchillo, en la mayoría de los menores se van desarrollando de forma progresiva a medida que se van incorporando estas exigencias diarias, por lo que es importante identificar en estas primeras etapas si existen dificultades en la ejecución de este tipo de tareas”, apuntan las terapeutas.

“Otro signo de alarma puede ser la desorganización en los movimientos del menor a la hora de relacionarse con el entorno o durante el juego; por ejemplo, subir a un columpio, hacer puzles, jugar a la pelota, etc.”. Cuando los niños son algo más mayores, se aprecian problemas a la hora de escribir (por la dificultad de coger el lápiz), de asearse o incluso, de abrocharse los botones.

Tipos de displaxia

El trastorno del desarrollo de la coordinación motora se puede presentar de diferentes maneras, en función de la dificultad que manifieste el niño:

  • Dispraxia ideacional: el niño tiene dificultades con la planificación de la acción, es decir, tiene problemas a la hora de pensar la secuencia o el orden a seguir en los movimientos o los pasos que requiere la acción en sí
  • Dispraxia ideomotora: la dificultad se presenta con la acción en sí; es capaz de imaginar la secuencia lógica que debe seguir, pero no logra ejercutarla
  • Dispraxia oromotora: también conocida como apraxia verbal, el niño sabe lo que quiere decir, pero le cuesta ejecutar los movimientos que requiere el lenguaje oral, la pronunciación de las palabras
  • Dispraxia constructiva: la dificultad la presenta en las relaciones espaciales entre lo que ve gráficamente y su construcción; es decir, le costará especialmente hacer puzles, copiar un dibujo o colocar las piezas de un tangram según el patrón dado en una imagen.

Consecuencias de la displaxia en los niños que la padecen

Como consecuencia de todo lo anterior, el niño con TDC acaba participando menos en juegos colectivos y en deportes, son más proclives a tener sobrepeso y también suelen presentar un peor rendimiento académico, todo lo cual les acaba provocando graves problemas de autoestima que, a su vez, general otros problemas emocionales y conductuales que agravan mucho más la situación. Por eso, como recalcan Marco y Vidal, “si se observan necesidades a este nivel, es recomendable ponerse en contacto con profesionales especializados en el área para realizar un asesoramiento o valoración exhaustiva del niño o la niña en el caso que se precise”.